El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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-El que es instrumento de, semejantes calamidades pasajeras es extraño al bien que de ellas puede resultar, puesto que sólo un objeto personal se había propuesto; ¿le aprovechará, sin embargo, el tal bien?
«Cada uno es recompensado según sus obras, el bien que ha querido y la rectitud de sus intenciones».

Los espíritus encarnados tienen ocupaciones inherentes a su existencia corporal. En estado errante, o de desmaterialización, esas ocupaciones son proporcionadas a su grado de adelanto.

Las unos recorren los mundos, se instruyen y se preparan para una nueva encarnación.
Otros más adelantados se ocupan del progreso, dirigiendo los acontecimientos y sugiriendo pensamientos propicios; asisten a los hombres de genio que concurren al adelanto de la humanidad.

Otros se encarnan con una misión de progreso.

Otros toman bajo su tutela a los individuos, familias, reuniones, ciudades y pueblos de los que son ángeles guardianes, genios protectores y espíritus familiares.

Otros, en fin, presiden a los fenómenos de la naturaleza, cuyos agentes directos son. Los espíritus vulgares se mezclan en nuestras ocupaciones y diversiones.

Los espíritus impuros o imperfectos esperan, entre angustias y tormentos, el momento en que le placerá a Dios procurarles los medios de progreso. Si hacen el mal, es por despecho del bien que no pueden aún gozar.