Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Varias veces nos han preguntado por qué no respondemos, en nuestro periódico, a los ataques de ciertas publicaciones dirigidas contra el Espiritismo en general, contra sus partidarios, e incluso algunas veces contra nosotros. En ciertos casos, creemos que el silencio es la mejor respuesta. Además, hay un género de polémica del cual nos hemos hecho una ley abstenernos: la que puede degenerar en personalismo; no sólo esto nos repugna, sino que nos tomaría un tiempo que podemos emplear más útilmente, siendo también muy poco interesante para nuestros lectores, los cuales se suscriben para instruirse y no para escuchar diatribas más o menos espirituosas; ahora bien, una vez introducidos en este camino, sería difícil salir del mismo; es por eso que preferimos no entrar en él, y pensamos que con esto el Espiritismo ha de ganar en dignidad. Hasta el presente no tenemos sino que regocijarnos por nuestra moderación; de la misma no nos desviaremos, y jamás le daremos esa satisfacción a los amantes del escándalo.

Pero hay polémicas y polémicas; existe una ante la cual nunca retrocederemos: la discusión seria de los principios que profesamos. No obstante, aquí hay igualmente una distinción que hacer; si no se trata más que de ataques generales dirigidos contra la Doctrina, sin otra finalidad determinada que la de criticar, y por parte de personas que resolvieron rechazar todo lo que no comprenden, esto no merece que nos ocupemos de ellas; el terreno que a cada día gana el Espiritismo es una respuesta suficientemente perentoria y que debe probarles que sus sarcasmos no han producido gran efecto; también señalaremos que el fuego graneado de bromas, de las cuales no hace mucho los partidarios de la Doctrina eran objeto, va cesando poco a poco; nos preguntamos si hay razón para reírse cuando se ven a tantas personas eminentes adoptar estas nuevas ideas; algunos no ríen más que con desdén y por costumbre, mientras que muchos otros de ningún modo se ríen más, y esperan.

Señalemos además que, entre los críticos, hay muchas personas que hablan sin conocer la cuestión, sin darse al trabajo de profundizarla; para responderles sería necesario, incesantemente, recomenzar las explicaciones más elementales y repetir lo que ya hemos escrito, cosa que creemos inútil. No sucede lo mismo con aquellos que han estudiado y que no han comprendido todo, que quieren seriamente esclarecerse y que plantean objeciones con conocimiento de causa y de buena fe; en este terreno nosotros aceptamos la controversia, sin jactarnos de resolver todas las dificultades, lo que sería demasiado presuntuoso. La ciencia espírita está en sus comienzos y aún no nos ha dicho todos sus secretos, por más portentosos que hayan sido los que nos fueron develados. ¿Cuál es la Ciencia que todavía no posee casos misteriosos e inexplicados? Por lo tanto, reconoceremos sin avergonzarnos nuestra insuficiencia sobre los puntos a los cuales no nos fuere posible responder. De esta manera, lejos de rechazar las objeciones y las preguntas, nosotros las solicitamos –porque es un medio de esclarecimiento–, con tal que las mismas no sean triviales y desde que no nos hagan perder nuestro tiempo en futilidades.

Es esto lo que llamamos polémica útil, y lo será siempre cuando tenga lugar entre personas serias que se han de respetar bastante para no faltar a las conveniencias. Podemos pensar diferentemente sin aminorar nuestra estima por ello. En definitiva, ¿qué buscamos todos en esta cuestión tan palpitante y tan fecunda del Espiritismo? Esclarecernos; primeramente, nosotros buscamos la luz, de cualquier parte de donde venga, y al emitir nuestra manera de ver no pretendemos imponer a nadie nuestra opinión individual: la entregamos a la discusión y estamos dispuestos a abandonarla si se nos demuestra que estamos equivocados. Esta polémica la hacemos todos los días en nuestra Revista, a través de las respuestas o de las refutaciones colectivas que tenemos ocasión de hacer sobre tal o cual artículo, y aquellos que nos hacen el honor de escribirnos encontrarán siempre allí la respuesta a lo que nos preguntan, cuando no nos sea posible darla individualmente por escrito, ya que el tiempo material no siempre nos lo permite. Sus preguntas y sus objeciones son otros tantos temas de estudio, de los cuales sacamos provecho y de los que estamos felices en hacer aprovechar a nuestros lectores, tratándolos a medida que las circunstancias presenten hechos que puedan tener relación con ellos. Para nosotros también es un placer dar verbalmente las explicaciones que pueden sernos solicitadas por las personas que nos honran con su visita y en las reuniones marcadas por una benevolencia recíproca, en las que nos esclarecemos mutuamente.