EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

Volver al menú
179. Si se examinan ciertos efectos que se producen en los movimientos de la mesa, de la cestita o de la tablita que escribe, no se puede dudar de una acción ejercida directamente por el Espíritu sobre estos objetos. La cestita se agita a veces con tanta violencia que escapa de las manos del médium; algunas veces también se dirige hacia ciertas personas del círculo para golpearles; otras veces sus movimientos atestiguan un sentimiento afectuoso. La misma cosa tiene lugar cuando el lápiz está colocado en la mano; a menudo es lanzado a lo lejos con fuerza, o bien la mano como la cestita se agita convulsivamente y golpea la mesa con cólera, aun cuando el médium esté en la mayor calma y se admire de no ser dueño de sí. Digamos, de paso, que estos efectos denotan siempre la presencia de Espíritus imperfectos; los Espíritus realmente superiores están constantemente tranquilos, son dignos y benévolos; si no se les escucha convenientemente se retiran y otros toman su puesto. El Espíritu puede, pues, expresar directamente su pensamiento, ya sea por el movimiento de un objeto, del cual la mano del médium no es más que el punto de apoyo, ya sea por su acción sobre la misma mano.

Cuando el Espíritu obra directamente sobre la mano, da a ésta un impulso completamente independiente de la voluntad. Marcha sin interrupción y a pesar del médium, mientras el Espíritu tiene alguna cosa que decir, deteniéndose cuando ha concluido.

Lo que caracteriza el fenómeno en esta circunstancia es que el médium no tiene la menor conciencia de lo que escribe; la falta de conciencia absoluta en este caso constituye lo que se llaman médiums pasivos o mecánicos. Esta facultad es preciosa, porque no puede dejar ninguna duda sobre la independencia del pensamiento del que escribe.