EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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91. Estos fenómenos, aunque son ejecutados por Espíritus inferiores, muchas veces los provocan Espíritus de un orden más elevado, con el fin de convencer de la existencia de los seres incorpóreos, y de una potencia superior al hombre. El estremecimiento que resulta de esto, aun el espanto que esto causa, llaman la atención y acabarán por hacer abrir los ojos a los más incrédulos. Estos encuentran más sencillo poner estos fenómenos en los efectos de la imaginación, explicación muy cómoda y que dispensa de dar otra; sin embargo, cuando los objetos son trastornados o se os han arrojado a la cabeza, fuera preciso una imaginación muy complaciente para figurarse que semejantes cosas suceden cuando no existen. Se observa un efecto cualquiera, este efecto tiene necesariamente una causa; si una fría y tranquila observación nos demuestra que este efecto es independiente de toda voluntad humana y de toda causa material; si además nos da señales evidentes de inteligencia y libre voluntad, lo que es la señal más característica no se puede menos que atribuirlo a una inteligencia oculta. ¿Cuáles son estos seres misteriosos? Es lo que los estudios espiritistas nos enseñan de la manera menos disputable, por los medios que nos dan para comunicar con ellos. Estos estudios nos enseñan también a ponernos de la parte que pueda haber de real, de falso o de exagerado en los fenómenos que nosotros no comprendemos. Si se produce un efecto insólito, ruido, movimiento o aun cuando sea una aparición, el primer pensamiento que se debe tener es que obedece a una causa del todo natural, por ser la más probable; es preciso entonces buscar esta causa con el mayor cuidado y no admitir la intervención de los espíritus sino a ciencia cierta; este es el modo de no hacerse ilusión. Aquel, por ejemplo, que sin estar cerca de nadie, recibiese un bofetón, o bastonazos sobre las espaldas, como se ha visto, no podría dudar de la presencia de un ser invisible.

Se debe estar preparado no sólo contra las narraciones que pueden ser más o menos exageradas, sino contra sus propias impresiones, y no atribuir un origen oculto a todo lo que no se comprende. Una infinidad de causas muy sencillas y muy naturales pueden producir efectos extraños al primer momento, y sería una verdadera superstición ver por todas partes Espíritus ocupados en derribar los muebles, romper la vajilla, suscitar, en fin, los mil enredos domésticos, que es más prudente atribuirlos a la impericia.