EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

Volver al menú
95. Conversación con el Espíritu perturbador de la calle de Noyers.


1. Evocación. ¿Para qué me queréis que me llamáis así? ¿Queréis, acaso, que os apedree? Entonces, se vería un bonito sálvese quien pueda, a pesar de vuestro grave aspecto.


2. Aunque tú nos apedrees no nos asustarías por eso y quisiéramos saber si podrías hacerlo. Podría muy bien ser que no pudiera; tenéis un guardián que vela mucho por vosotros.


3. En la calle de Noyers ¿había una persona que te servía de auxiliar para facilitarte las bromas pesadas que hacías a los habitantes de la casa? Ciertamente encontré un buen instrumento, y ningún Espíritu docto, sabio y mojigato para impedírmelo; porque soy alegre y me gusta divertirme de cuando en cuando.


4. ¿Qué persona te ha servido de instrumento? Una moza de servicio.


5. ¿Te servía de auxiliar sin saberlo? ¡Oh! Sí, pobre muchacha. Ella era la que más se asustaba.


6. ¿Obrabas con un fin hostil? No tenía ningún fin hostil; pero los hombres que de todo sacan partido, se aprovecharon de esto.


7. ¿Qué entiendes tú por eso? No te comprendemos. Procuraba divertirme; pero vosotros estudiaréis la cosa y tendréis un hecho más para demostrar que existimos.


8. Tú dices que no tenías ningún fin hostil, y sin embargo has roto todos los cristales de la habitación, de este nodo has causado un perjuicio real. Es un detalle.


9. ¿Dónde te has procurado los objetos que han lanzado? Son bastante comunes; los he encontrado en el patio, en los jardines vecinos.


10. ¿Los has encontrado todos o has fabricado algunos? (Véase, más adelante, el Cap. VIII). Nada he creado, nada he compuesto.


11. Si tú no los hubieras encontrado, ¿habrías podido fabricarlos? Hubiera sido más difícil, pero en rigor, se mezclan las materias y esto hace un todo cualquiera.


12. Ahora dinos cómo los has lanzado. ¡Ah! Eso es más difícil de decir; me he servido de la naturaleza eléctrica de esta muchacha, junto con la mía, menos material; de este modo hemos podido transportar entre los dos estas diversas materias.


13. Pienso que querrás darnos algunos indicios sobre tu persona. Dinos, pues, desde luego, si hace mucho tiempo que has muerto. Hace bastante tiempo; hará como una cincuentena de años.


14. ¿Qué eras tú cuando vivías? Poca cosa de bueno; yo recogía trapos en este barrio y se me decían algunas veces tonterías porque me gustaba mucho el licor rojo del buen hombre Noé; este es el motivo por que yo quería que todos levantasen el campo.


15. ¿Eres tú mismo el que ha contestado a nuestras preguntas y lo has hecho por tu propia voluntad? Tengo un instructor.


16. ¿Quién es ese instructor? Vuestro buen rey Luis.


Observación. – Esta pregunta fue motivada por la naturaleza de ciertas respuestas, que parecían superar el alcance de este Espíritu por el fondo de las ideas, y aun por la forma del lenguaje. No tiene nada de admirable que fuese ayudado por un Espíritu más ilustrado, que quiso aprovechar esta ocasión para darnos una instrucción. Este es un hecho muy ordinario; pero la particularidad notable en esta circunstancia, ha sido que la influencia del otro Espíritu se ha hecho sentir sobre la misma escritura; la de las respuestas en que ha habido intervención es más regular y más corrida; la del trapero es angulosa, gruesa, irregular, a menudo poco legible, y tiene otro carácter.


17. ¿Qué haces ahora? ¿Te ocupas de tu porvenir? Todavía no; estoy errante. Se piensa tan poco en mí sobre la Tierra, que nadie ruega por mí; por lo mismo que no estoy ayudado, no trabajo. Observación. – Se verá más tarde cuánto se puede contribuir al adelantamiento y al alivio de los Espíritus inferiores por la oración y los consejos.


18. ¿Cuál era tu nombre cuando vivías? Juanito.


19. Pues bien, Juanito: nosotros rogaremos por ti. Dinos si nuestra evocación te ha gustado o te ha contrariado. Antes me ha dado placer, porque sois buenos muchachos, alegres vivientes, aunque un poco austeros; pero ¡qué importa! Me habéis escuchado y estoy contento. Juanito.