EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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Aptitud de ciertos médiums para las cosas que no conocen: los idiomas, la música, el dibujo, etc.

224. El Espíritu extraño comprende, sin duda, todos los idiomas, puesto que los idiomas son la expresión del pensamiento, y que el Espíritu comprende por el pensamiento; pero para manifestar este pensamiento es necesario un instrumento; este instrumento es el médium. El alma del médium que recibe la comunicación extraña no puede transmitirla sino por los órganos de su cuerpo; así pues, estos órganos no pueden tener para una lengua desconocida la flexibilidad que tiene para la que les es familiar. Un médium que solo sepa el francés podrá, accidentalmente, dar una respuesta en inglés, por ejemplo, si al Espíritu le place hacerlo; pero los Espíritus que encuentran ya el lenguaje humano demasiado lento en comparación con la rapidez del pensamiento, puesto que abrevian tanto como pueden, se impacientan de la resistencia mecánica que experimentan, y por esto no lo hacen siempre. Es también la razón porque un médium novicio que escriba penosamente y con lentitud aun siendo en su propia lengua, en general no obtiene más que respuestas breves y sin desarrollo; así es que los Espíritus recomiendan también que no se hagan por su intermediario sino preguntas sencillas. Para las de una gran importancia, es preciso un médium formado que no ofrece ninguna dificultad mecánica al Espíritu. Nosotros no tomaríamos, para que vos leyera, un discípulo que deletrease; un buen obrero no se sirve de malas herramientas. Añadamos otra consideración de gran interés por lo que concierne a los idiomas extranjeros. Los ensayos de este género siempre se hacen por curiosidad y de experimento; nada es más antipático a los Espíritus que las pruebas a las cuales se les quiere someter. Los Espíritus superiores jamás se prestan a ello y se van en el momento que quieren hacerlo. Tanto como se complacen en las cosas útiles y formales, les repugna el ocuparse de cosas tontas y sin objeto. Dirán los incrédulos: esto es para convencernos y este fin es útil, puesto que puede ganar adeptos para la causa de los Espíritus. A esto responden ellos: Nuestra causa no necesita a los que tienen demasiado orgullo para creerse indispensables; nosotros llamamos a los que nosotros queremos, y a menudo estos son los más pequeños y los más humildes. ¿Hizo Jesús los milagros que le pedían los escribas? ¿Y de qué hombre se sirvió para revolucionar el mundo? Si queréis convenceros tenéis otros medios que la fuerza; empezad primero por someteros; no está en el orden que el discípulo imponga su voluntad al maestro.


Resulta de eso que, salvas algunas excepciones, el médium manifiesta el pensamiento de los Espíritus por los medios mecánicos que están a su disposición, y que la expresión de este pensamiento puede y aun debe lo más a menudo resentirse de la imperfección de estos medios; así es que el hombre inculto, el labriego, podrá decir las cosas más hermosas, expresar los pensamientos más elevados, los más filosóficos, hablando como un labriego; porque ya se sabe: para los Espíritus el pensamiento lo domina todo. Esto contesta a la objeción hecha por algunos críticos con motivo de la falta de corrección de estilo y de ortografía que puede tenerse que reprochar a los Espíritus, y que pueden provenir del médium, así como del Espíritu. Pararse en semejantes cosas es un trivialidad. No es menos pueril el ocuparse en reproducir estas incorrecciones con una minuciosa exactitud, como lo hemos visto hacer algunas veces.


Pueden pues corregirse sin escrúpulo, a menos que sean un tipo característico del Espíritu que se comunica, en cuyo caso es útil conservarlas como prueba de identidad. De este modo, por ejemplo, hemos visto a un Espíritu escribir constantemente Jule (sin s) hablando de su nieto, porque cuando vivía escribía de este modo y esto que el nieto que servía de médium sabía perfectamente escribir su nombre.