EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

Volver al menú
CAPÍTULO IV - TEORÍA DE LAS MANIFESTACIONES FÍSICAS

Movimientos y suspensiones. – Ruidos. – Aumento y disminución del peso de los cuerpos

72. Estando demostrada por el razonamiento y por los hechos la existencia de los Espíritus, así como la posibilidad para ellos de obrar sobre la materia, se trata ahora de conocer cómo se opera esta acción y cómo se arreglan para hacer mover las mesas y los otros cuerpos inertes.

Una idea se presenta naturalmente y es la que hemos tenido ya: como fue combatida por los Espíritus, que han dado otra explicación de la que esperábamos, es una prueba evidente que su teoría no era nuestra opinión. Pero este primer pensamiento cada uno podrá tenerlo como nosotros; cuando a la teoría de los Espíritus no creemos que haya venido jamás a la idea de alguien. Se reconocerá sin trabajo cuán superior es a la nuestra, aunque menos sencilla, porque da la solución a una porción de hechos que no encontraban en aquélla una explicación satisfactoria.

73. Desde el momento que se conoce la naturaleza de los Espíritus, su forma humana, las propiedades semimateriales del periespíritu, la acción mecánica que puede tener sobre la materia, que en los hechos de aparición, se han visto manos fluídicas y aun tangibles asir objetos y transportarlos, era natural el creer que el Espíritu se servía simplemente de sus manos para hacer girar la mesa y que la levantaba en el espacio a fuerza de brazos. Pero en este caso, ¿qué necesidad hay de tener un médium? ¿El Espíritu no puede obrar solo? Porque el médium, que coloca las más de las veces sus manos en sentido contrario del movimiento, o casi no las coloca del todo, evidentemente no puede secundar al Espíritu con ninguna acción muscular. Dejemos, desde luego, hablar a los Espíritus que hemos interrogado con este objeto.

74. Las respuestas siguientes se nos dieron por el Espíritu de San Luis; después se han confirmado por muchos otros.

1. ¿El fluido universal es una emanación de la divinidad? No.

2. ¿Es una creación de la divinidad? Todo es creado excepto Dios.

3. ¿El fluido universal es al mismo tiempo el elemento universal? Sí, es el principio elemental da todas las cosas.

4. ¿Tiene alguna relación con el fluido eléctrico del cual conocemos los efectos? Es su elemento.

5. ¿Cuál es el estado en que el fluido universal se presenta a nosotros en su más grande simplicidad?

Para encontrarlo en su simplicidad absoluta sería preciso remontarse hasta los Espíritus puros; en vuestro mundo está siempre más o menos modificado para formar la materia compacta que os rodea; sin embargo podéis decir que el estado que se acerca más a esta simplicidad, es el del fluido que vosotros llamáis fluido magnético animal.

6. Se ha dicho que el fluido universal es la fuente de la vida; ¿es al mismo tiempo la fuente de la inteligencia? No; este fluido sólo anima la materia.

7. Puesto que es este fluido el que compone el periespíritu, ¿tal parece que está en una especie de estado de condensación que le acerca, hasta cierto punto, a la materia propiamente dicha? Hasta cierto punto, como vosotros lo decís, porque no tiene todas su propiedades; es más o menos condensado según los mundos.

8. ¿Cómo un Espíritu puede operar el movimiento de un cuerpo sólido? Combina una parte de fluido universal con el fluido que despide el médium apropiado a este efecto.

9. ¿Los Espíritus levantan la mesa con ayuda de sus miembros solidificados de cierto modo?

Esta respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis. Cuando una mesa se mueve bajo vuestras manos, el Espíritu evocado va a tomar en el fluido universal de qué animarla de una vida ficticia, La mesa preparada de este modo el Espíritu la atrae y la mueve bajo la influencia de propio fluido desprendido por su voluntad. Cuando la mesa que quiere poner en movimiento es demasiado pesada para el, llama en su ayuda a los Espíritus que se encuentran en las mismas condiciones que él. En razón de su naturaleza etérea, el Espíritu propiamente dicho no puede obrar sobre la materia grosera sin intermediario, esto es, sin el lazo que une a la materia; este lazo, que constituye lo que vosotros llamáis el periespíritu, os da la llave de todos los fenómenos espiritistas materiales. Creo haberme explicado bastante claro para hacerme comprender.

Observación. – Llamamos la atención sobre esta primera frase: “Esta respuesta no conducirá todavía a lo que deseáis”. El Espíritu había comprendido perfectamente que todas las preguntas precedentes solo se hacían para llegar a ésta; e hizo alusión a nuestro pensamiento que esperaba en efecto, otra respuesta, esa es la confirmación de nuestra idea sobre la manera con que el Espíritu hace mover las mesas.

10. Los Espíritus que él llama en su ayuda, ¿le son inferiores? ¿Están bajo sus órdenes? Iguales casi siempre; muchas veces vienen por sí mismos.

11. ¿Todos los Espíritus son aptos para producir los fenómenos de este género? Los Espíritus que producen esta clase de efectos son siempre Espíritus inferiores que no están aún enteramente desprendidos de toda influencia material.

12. Nosotros comprendemos que los Espíritus superiores no se ocupen de cosas inferiores a su esfera; pero preguntamos si en razón de estar más desmaterializados, tendrían la potencia de hacerlo, si lo quisieran hacer. Tienen la fuerza moral, como los otros tienen la fuerza física; cuando tienen necesidad de esta fuerza, se sirven de los que la poseen. ¿No se os ha dicho que se sirven de Espíritus inferiores, como lo hacéis vosotros con los cargadores?

Observación. – Se ha dicho que la densidad del periespíritu si puede expresarse así, varía según el estado de los mundos, parece que varía también, del mismo modo según los individuos. En los Espíritus avanzados moralmente, es más sutil y se acerca al de los Espíritus elevados: en los Espíritus inferiores al contrario, se aproxima a la materia, y es la que hace que estos Espíritus de baja clase, conserven tan largo tiempo las ilusiones de la vida terrestre; piensan y obran como sí aún estuvieran vivos; tienen los mismos deseos, y casi se podría casi decir, la misma sensualidad. Esta grosería del periespíritu dándole más “afinidad” con la materia hace a los Espíritus inferiores más propios para las manifestaciones físicas. Por la misma razón un hombre de mundo acostumbrado a los trabajos de inteligencia, cuyo cuerpo es débil y delicado, no puede levantar un bulto pesado como un mozo de cordel. La materia en él es de cierto modo menos compacta, los órganos menos resistentes; tiene menos fluido nervioso. El periespíritu siendo al Espíritu lo que el cuerpo es al hombre, y su densidad estando en razón de la inferioridad de lo Espíritu, reemplaza en él la fuerza muscular, esto es, le da sobre los fluidos necesarios para las manifestaciones, una potencia mayor que la que podrían tener aquellos cuya naturaleza es más etérea. Si un Espíritu elevado quiere producir tales efectos, hace lo que hacen entre nosotros las gentes delicadas: lo manda a hacer por un “Espíritu del oficio”.

13. Si nosotros hemos comprendido bien lo que habéis dicho, el principio vital reside en el fluido universal; el Espíritu toma en ese fluido la envoltura semimaterial que constituye su periespíritu y por medio de este fluido obra sobre la materia inerte.

Sí; esto es, que él anima la materia de una especie de vida ficticia: la materia se anima de la vida animal. La mesa que se mueve bajo vuestras manos vive, como el animal; obedece por sí misma al ser inteligente. No es éste el que la empuja como el hombre hace con un fardo; cuando la mesa se levanta, no es que el Espíritu la levante a fuerza de brazos es la mesa animada que obedece a la impulsión dada por el Espíritu.

14. ¿Cuál es el papel del médium en este fenómeno? Lo he dicho: el fluido propio del médium se combina con el fluido universal acumulado por el Espíritu; es menester la unión de estos dos fluidos, esto es, del fluido animalizado con el fluido universal, para dar vida a la mesa. Pero observad bien que esta vida es sólo momentánea; se extingue con la acción, y muchas veces antes del fin de la acción, tan pronto como la cantidad del fluido no es suficiente para animarla.

15. ¿El Espíritu puede obrar sin el concurso de un médium? Puede obrar sin saberlo el médium; es decir, que muchas personas sirven de auxiliares a los Espíritus para ciertos fenómenos, sin pensar en ello. El Espíritu toma de ellas, como de una fuente, el fluido animalizado que necesita; así es que el concurso de un médium tal como lo entendéis, no es siempre necesario, lo que tiene lugar, sobre todo, en los fenómenos espontáneos.

16. La mesa animada, ¿obra con inteligencia?, ¿piensa? Piensa tanto como el bastón con el cual hacéis un signo inteligente; pero la vitalidad de que está animada le permite obedecer a la impulsión de una inteligencia. Sabed, pues, bien, que la mesa que se mueve no viene a ser Espíritu, y que no tiene por sí misma ni pensamiento ni voluntad. Observación. – Muchas veces se sirve de una expresión análoga en el lenguaje usual se dice de una rueda que gira con velocidad que está animada de un movimiento rápido.

17. ¿Cuál es la causa preponderante en la producción de este fenómeno: el Espíritu o el fluido? El Espíritu es la causa; el fluido es el instrumento; las dos cosas son necesarias.

18. ¿Qué papel hace la voluntad del médium en este caso? Llamar a los Espíritus y secundarles en la impulsión dada al fluido. – ¿La acción de la voluntad es siempre indispensable? Ayuda a la potencia pero no es siempre necesaria, puesto que el movimiento puede tener lugar contra y a pesar de esta voluntad, y eso es una prueba de que hay una causa independiente del médium.

Observación. – El contacto da las manos no es siempre necesario para hacer mover un objeto. Las más de las veces lo es para dar el primer impulso, pero una vez que el objeto está animado, puede obedecer a la voluntad sin el contacto material; esto depende, ya de la potencia del médium, ya de la naturaleza de los Espíritus. El primer contacto ni siquiera es siempre indispensable; tenemos la prueba en los movimientos y mudanzas espontáneas que nadie piensa en provocar.

19. ¿Por qué todo el mundo no puede producir el mismo efecto, y por qué todos los médiums no tienen la misma potencia? Esto depende del organismo y de la mayor o menor facilidad con la cual la combinación de los fluidos puede operarse, después, porque el Espíritu del médium simpatiza más o menos con los Espíritus extraños que encuentran en él la potencia fluídica necesaria. Sucede con esta potencia como con la de los magnetizadores, que es más o menos grande. Bajo este aspecto hay personas que son del todo refractarias; otras en las que la combinación no se opera por un esfuerzo de su voluntad; otras, en fin, entre las cuales tiene lugar tan natural y fácilmente que ni aun se lo conocen, y sirven de instrumento sin saberlo, como ya hemos dicho. (Véase más adelante el capítulo de las “Manifestaciones espontáneas”).

Observación. – El magnetismo es sin ninguna duda el principio de estos fenómenos, pero no tal como se entiende generalmente; la prueba es que hay magnetizadores muy poderosos, que no harían mover un velador, y personas que no pueden magnetizar, y también niños, a quienes basta colocar los dedos sobre una pesada mesa para hacerla mover; luego, sí la potencia mediúmnica no está en razón de la potencia magnética, es que hay otra causa.

20. Las personas llamadas eléctricas, ¿pueden ser consideradas como médiums? Estas personas toman en sí mismas el fluido necesario para producir el fenómeno, y pueden obrar sin el socorro de Espíritus extraños. No son entonces médiums en el sentido que se da a esta palabra; pero puede ser también que un Espíritu les asista y aproveche sus disposiciones naturales.

Observación. – Será respecto de estas personas como de las de los sonámbulos que pueden obrar con o sin el concurso de un Espíritu extraño, (véase en el cap. de los médiums, artículo relativo a los médiums sonámbulos).

21. El Espíritu que obra sobre los cuerpos sólidos para moverlos, ¿está en la sustancia misma de los cuerpos, o bien fuera de esta sustancia? Lo uno y lo otro; hemos dicho que la materia no es un obstáculo para los Espíritus; penetran por todo; una porción del periespíritu se identifica, por decirlo así, con el objeto que penetra.

22. ¿Cómo se arregla el Espíritu para golpear? ¿se sirve de un objeto material? No, así como no se sirve de sus brazos para levantar la mesa. Bien sabéis que no tiene martillo a su disposición. Su martillo es el fluido combinado puesto en acción por su voluntad para mover o para golpear. Cuando mueve, la luz os trae la vista de sus movimientos; cuando golpea, el aire os trae el sonido.

23. Nosotros concebimos esto cuando golpea sobre un cuerpo duro; pero, ¿cómo puede hacer oír ruido o sonidos articulados en el espacio? Puesto que obra la materia, puede obrar sobre el aire lo mismo que sobre la mesa. En cuanto a los sonidos articulados puede imitarlos como los demás ruidos.

24. Decís que el Espíritu no se sirve de sus manos para remover la mesa; sin embargo se ha visto en ciertas manifestaciones visuales aparecer manos cuyos dedos se paseaban sobre un teclado, agitaban las teclas y hacían oír sonidos. ¿No parecería que el movimiento de las teclas se producía por la presión de los dedos? ¿Esta presión no es también directa y real, cuando se hace sentir sobre nosotros mismos y cuando estas manos dejan señales sobre la piel?

Vosotros no podéis comprender la naturaleza de los Espíritus y su manera de obrar sino por comparaciones que sólo os dan una idea incompleta, y es un mal el querer asimilar siempre sus procedimientos a los vuestros. Sus procedimientos deben estar en relación con su organismo. ¿No os he dicho que el fluido del periespíritu penetra la materia y se identifica con ella, a la que anima con una vida ficticia? ¡Pues bien! Cuando el Espíritu pone los dedos sobre las teclas, los pone realmente y también las mueve; pero no es por la fuerza muscular que comprime la tecla; lo que hace es animarla lo mismo que anima la mesa, y la tecla, obedeciendo a su voluntad, se mueve y toca la cuerda. En esto sucede también una cosa que os será difícil comprender, y es que ciertos Espíritus están tan poco adelantados y de tal modo materializados comparativamente con los Espíritus elevados, que tienen todavía las ilusiones de la vida terrestre y creen obrar como cuando tenían su cuerpo; no se dan cuenta de la verdadera causa de los efectos que producen, lo mismo que un hombre del campo tampoco comprende la teoría de los sonidos que articula; preguntadles cómo tocan el piano: os dirán que golpean encima con sus dedos, porque creen golpear; el efecto se produce instintivamente en ellos sin que sepan cómo, pero es por su voluntad. Lo mismo sucede cuando se hacen oír por palabras.

Observación. – Resulta de estas explicaciones, que los Espíritus pueden producir todos los efectos que producimos nosotros mismos, pero por medios apropiados a su organismo; ciertas fuerzas que les son propias reemplazan los músculos que nos son necesarios para obrar; de la misma manera que el gesto reemplaza en el mudo, la palabra que le falta.

25. Entre los fenómenos que se citan como prueba de la acción de una potencia oculta, los hay que son evidentemente contrarios a todas las leyes conocidas de la Naturaleza; entonces ¿no parece que debe permitirse la duda? Es que el hombre está lejos de conocer todas las leyes de la Naturaleza; si las conociese todas sería Espíritu superior. Todos los días, por tanto, da en desmentido a aquellos que, creyendo saberlo todo, pretenden poner límites a la Naturaleza, y por eso no son menos orgullosos. Descorriendo el velo sin cesar de los nuevos misterios, Dios advierte al hombre para que desconfíe de sus propias luces, porque vendrá un día en que “la ciencia del más sabio será confundida” ¿No tenéis todos los días ejemplos de cuerpos animados de un movimiento capaz de vencer la fuerza de gravitación? La bala lanzada en el aire ¿no vence momentáneamente esta fuerza? Pobres hombres que creéis ser muy sabios, y cuya tonta vanidad es a cada instante derrotada, sabed, pues, que aún sois muy pequeños.

75. Estas explicaciones son claras, categóricas y sin ambigüedad; resalta de ellas este punto capital que el fluido universal, en el cual reside el principio de la vida, es el agente principal de las manifestaciones y recibe su impulsión del Espíritu, ya sea encarnado o errante. Este fluido condensado constituye el periespíritu o envoltura semimaterial del Espíritu. En estado de encarnado, el periespíritu está unido a la materia del cuerpo; en estado errante, es libre; cuando el Espíritu está encarnado, la sustancia del periespíritu esta más o menos adherente, si se puede expresar así. Entre ciertas personas hay alguna especie de emanación de este fluido como consecuencia de su organismo, y esto es lo que, propiamente hablando, constituye los médiums de influencias físicas. La emisión del fluido animalizado puede ser más o menos abundante, su combinación más o menos fácil; de ahí los médiums más o menos potentes; tampoco es permanente, y así se explica la intermitencia de esta potencia.

76. Pongamos una comparación. Cuando se tiene la voluntad de obrar materialmente sobre un punto cualquiera colocado a distancia, el pensamiento es el que quiere, pero el pensamiento solo no va a tocar este punto; le es preciso un intermediario que el mismo dirige: un bastón, un proyectil, una corriente de aire, etc. Observad, también, que el pensamiento no obra directamente sobre el bastón, porque si no se le toca no obrará por sí solo. El pensamiento, que no es otro que el Espíritu encarnado en nosotros, está unido al cuerpo por el periespíritu; así, pues, no puede obrar sobre el cuerpo sin el periespíritu, como no puede obrar sobre el bastón sin el cuerpo; obra sobre el periespíritu porque es la sustancia con la cual tiene más afinidad; el periespíritu obra sobre los músculos, los músculos cogen el bastón y el bastón toca el objeto. Cuando el Espíritu no está encarnado, le es preciso un auxiliar extraño; este auxiliar es el fluido con cuya ayuda hace que el objeto sea propio para seguir la impulsión de su voluntad.

77. De este modo, cuando se da movimiento a un objeto levantándolo o lanzándolo al aire, no es el Espíritu quien lo coge, lo empuja o levanta, como nosotros lo haríamos con la mano; él lo satura, por decirlo así, con su fluido combinado con el del médium, y el objeto, vivificado así momentáneamente, obra como lo haría un ser viviente con la diferencia de que no teniendo voluntad propia, sigue el impulso de la voluntad del Espíritu.

Puesto que el fluido vital tomado en cierto modo por el Espíritu, de una vida ficticia y momentánea a los cuerpos inertes, pues el periespíritu no es otra cosa sino este mismo fluido vital, se sigue que cuando el Espíritu está encarnado, él es quien da la vida a su cuerpo por medio de su periespíritu, al que permanece unido tanto como el organismo lo permite; cuando se retira, el cuerpo muere. Ahora, si en lugar de una mesa se hace una estatua de madera, y se obra sobre esta estatua como sobre una mesa, se tendrá una estatua que se moverá, que golpeará, que responderá por sus movimientos y por sus golpes; se tendrá, en una palabra, una estatua momentáneamente animada por una vida artificial; se han llamado mesas parlantes, se podrían llamar estatuas parlantes. ¡Qué luz no arroja esta teoría sobre una porción de fenómenos hasta ahora sin solución! ¡Qué alegorías y efectos misteriosos no explica!

78. Los incrédulos objetan también que el hecho de la suspensión de las mesas sin punto de apoyo, es imposible porque es contrario a la ley de gravitación. Nosotros les responderemos, desde luego, que su negación no es una prueba; en segundo lugar, que si el hecho existe, por más que fuese contrario a todas las leyes conocidas, probaría una cosa, y es que se apoya sobre una ley desconocida y que los que niegan no pueden tener la pretensión de conocer todas las leyes de la Naturaleza. Acabamos de explicar esta ley, pero esto no es una razón para que sea aceptada por ellos, precisamente, porque se ha dado por Espíritus que han dejado su vestido terrestre, en lugar de serlo por Espíritus que lo tienen todavía y que se sientan en la Academia. De tal suerte que si el Espíritu de Arago vivo hubiese presentado esta ley, la hubiesen aceptado a ojos cerrados; pero presentaba por el Espíritu de Arago muerto, es una utopia; ¿y por qué?, porque creen que Arago, siendo muerto, todo ha muerto en él. No tenemos la pretensión de disuadirles: sin embargo, como esta objeción podría embarazar a ciertas personas, vamos a ensayar en contestarla poniéndonos desde su punto de vista, esto es, haciendo abstracción por un instante de la teoría de la animación ficticia.

79. Cuando se hace el vacío bajo la campana de la máquina neumática, esta campana se adhiere con tal fuerza que es imposible levantarla por causa del peso de la columna de aire que pesa sobre ella. Que se haga entrar aire y la campana se levanta con la mayor facilitad, porque el aire de debajo hace contrapeso con el aire de encima; sin embargo, abandonada a sí misma, permanecerá sobre el platillo en virtud de la ley de gravitación. Ahora, que el aire de abajo esté comprimido, que tenga una densidad más grande que el de encima, la campana se levantará a pesar de la gravitación; si la corriente de aire es rápida y violenta, podrá sostenerse en el espacio sin ningún apoyo visible, lo mismo que se hace con ciertos muñecos que, puestos en un surtidor de agua, dan volteretas. ¿Por qué, pues, el fluido universal, que es el elemento de toda materia, estando acumulado alrededor de la mesa, no tendría la propiedad de disminuir o aumentar el peso específico relativo, como el aire lo hace con la campana de la máquina neumática, como el gas hidrógeno lo hace con los globos, sin que por esto se deroguen las leyes de la gravitación? ¿Conocéis todas las propiedades y todo el poder de este fluido? No; ¡pues bien!, no neguéis un hecho porque no podáis explicarlo.

80. Volvamos a la teoría del movimiento de las mesas. Si por el medio indicado el Espíritu puede levantar una mesa, puede levantar cualquier otra cosa: un sillón por ejemplo. Si puede levantar un sillón, puede también, con una fuerza suficiente, levantar al mismo tiempo una persona sentada en él. He aquí, pues, la explicación de este fenómeno, que ha producido cien veces el Sr. Home, en sí mismo y sobre otras personas; lo ha repetido durante un viaje a Londres, y a fin de probar que los espectadores no eran juguete de una ilusión óptica, hizo en el techo una señal con un lápiz, pasándole por debajo. Se sabe que el Sr. Home es un poderoso médium para los efectos físicos; él era, en este caso, la causa eficiente y el objeto.

81. Acabamos de hablar del aumento posible del peso; en efecto, es un fenómeno que se produce algunas veces y sólo tiene de anómalo la misma resistencia prodigiosa de la campana, bajo la presión de la columna atmosférica. Se ha visto bajo la influencia de ciertos médiums que, objetos bastante ligeros, ofrecían la misma resistencia, y después ceder de repente al menor esfuerzo. En la referida experiencia, la campana no pesa en realidad ni más ni menos por sí misma, pero parece más pesada por efecto de la causa exterior que obra sobre ella; probablemente en esto sucede lo mismo. La mesa tiene siempre el mismo peso intrínseco, porque su masa no ha aumentado, pero una fuerza extraña se opone a su movimiento, y esta causa puede estar en los fluidos ambientes que la penetran, como la que aumenta o disminuye el peso aparente de la campana, está en el aire. Haced la experiencia de la campana neumática delante de un campesino ignorante, y no comprendiendo que es el aire que no ve él que obra, no será difícil persuadirle de que es el diablo.

Puede que se diga que, siendo este fluido imponderable, su acumulación no puede aumentar el peso de un objeto: conforme, pero observad que si nos hemos servido de la palabra acumulación es por comparación y no por asimilación absoluta con el aire; este es imponderable, convenido; pero nada lo prueba; su naturaleza íntima no es desconocida, y estamos lejos de conocer todas sus propiedades. Antes que se hubiera experimentado el peso del aire, no se sospechaban los efectos de este mismo peso. La electricidad está también colocada entre los fluidos imponderables; sin embargo, un cuerpo puede ser detenido por una corriente eléctrica y ofrecer una resistencia grande al que quiera levantarlo; es, pues, que se ha vuelto más pesado en apariencia. Porque no se vea lo que le sostiene, sería ilógico decir que no existe. El Espíritu puede, pues, tener palancas que nos son desconocidas; la Naturaleza nos prueba todos los días que su potencia no se detiene en el testimonio de los sentidos.

No puede explicarse sino por una causa semejante el fenómeno singular, del que se han visto muchos ejemplos, de una joven débil y delicada, levantando con dos dedos, sin refuerzo y como una pluma, a un hombre fuerte y robusto, con el asiento en que estaba. Lo que prueba una causa extraña a la persona, son las intermitencias de la facultad.