EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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15. Ciertamente el Espiritismo no es indispensable para obtener este resultado. Así es que no tiene pretensión de que sólo él puede asegurar la salvación del alma, pero la facilita por los conocimientos que procura, los sentimientos que inspira y las disposiciones en la cuales coloca el espíritu, a quien hace comprender la necesidad de mejorarse. Además, da los medios de facilitar el desprendimiento de otros espíritus en el momento en que dejan la envoltura terrestre, y de abreviar el término de la turbación por la plegaria y la evocación. Por la oración sincera, que es una magnetización espiritual, se provoca una desagregación más pronta del fluido periespiritual, por una evocación dirigida discretamente y con prudencia, y animando con palabras de benevolencia, se saca al espíritu del sopor en que se encuentra y se le ayuda a reconocerse más pronto. Si está sufriendo, se le incita al arrepentimiento, el único que puede abreviar los sufrimientos. (1)

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(1). Los ejemplos que vamos a citar presentan a los espíritus en las diferentes fases de dicha y de desgracia de la vida espiritual. No hemos ido sólo a buscarlos en los personajes más o menos ilustres de la antigüedad, cuya posición ha podido cambiar considerablemente desde la existencia que se les ha conocido y que por otra parte no ofrecerían pruebas suficientes de autenticidad. Los hemos tomado de las circunstancias más ordinarias de la vida contemporánea, porque son aquellas en que cada uno puede encontrar más similares y de donde se pueden sacar las instrucciones más provechosas por la comparación.
Cuanto más cerca está de nosotros la existencia terrestre de los espíritus, por la posición social, las relaciones o los lazos de parentesco, tanto más interesan, y más fácil es comprobar su identidad. Las posiciones vulgares son las del mayor número, por esto cada uno puede aplicárselas más fácilmente. Las posiciones excepcionales atañen menos porque salen de la esfera de nuestras costumbres. No hemos acudido a las ilustraciones. Si en estos ejemplos se encuentran algunas individualidades conocidas, la mayor parte son completamente oscuras. Nombres retumbantes nada hubieran añadido a la instrucción, y habrían podido herir ciertas susceptibilidades.
No nos dirigimos a los curiosos, a los que son amigos de escándalo, sino a los que quieren instruirse seriamente.
Estos ejemplos podrían multiplicarse hasta el infinito, pero forzados a limitar el número, hemos hecho selección de los que podrían dar más luz sobre el estado del mundo espiritual, ya sea por la situación del espíritu, ya por las explicaciones que podían dar. La mayor parte son inéditos. Sólo algunos se han publicado ya en la Revue Spirite. Hemos suprimido de éstos los detalles superfluos, no conservando más que las partes esenciales al fin que nos proponemos aquí, y hemos añadido a ellos las instrucciones complementarias a las cuales han podido dar lugar ulteriormente.