EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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6. Los espíritus son creados sencillos e ignorantes, pero con la oportunidad de adquirirlo todo y progresar, en virtud de su libre albedrío. A través del progreso adquieren nuevos conocimientos, nuevas facultades, nuevas percepciones, y como consecuencia, nuevos goces y comprenden lo que los espíritus atrasados no pueden ni oír, ni ver, ni sentir, ni comprender. La dicha está en proporción al progreso obtenido, de manera que, de dos espíritus, uno puede no ser tan feliz como el otro únicamente porque no está tan adelantado intelectual y moralmente, sin que deban estar cada uno en distinto sitio. Aunque ambos estén juntos, uno puede estar en tinieblas, mientras que todo puede ser resplandeciente para el otro; ocurre lo mismo entre un ciego y una persona que ve que se dan la mano: este último percibe la luz que no produce impresión alguna en el ciego. La dicha de los espíritus, siendo inherente a las cualidades que poseen, la toman en donde la encuentra, en la superficie de la Tierra, en medio de los encarnados o en el espacio.


Una comparación vulgar hará comprender aún mejor esta situación. En un concierto se encuentran dos hombres. El primero es un buen músico, con oído fino, el segundo sin conocimientos musicales y con poco oído. El primero experimenta una sensación muy agradable mientras que el segundo se queda insensible, porque el uno comprende y percibe lo que no produce impresión alguna en el otro. Así sucede con todos los goces de los espíritus: están en proporción de su aptitud para sentirlos. El mundo espiritual tiene en todas partes esplendores, armonías y sensaciones que los espíritus inferiores, todavía sometidos a la influencia de la materia, ni aún vislumbran, y sólo los espíritus purificados lo perciben.