EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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3. El lugar del purgatorio nunca se ha determinado, ni la naturaleza de las penas que allí se sufren se ha definido claramente. Estaba reservado a la nueva revelación llenar este vacío, explicándonos las causas de las miserias de la vida terrestre, cuya justicia podía demostrársenos únicamente con la pluralidad de existencias.


Estas miserias son necesariamente consecuencia de las imperfecciones del alma, pues si el alma fuese perfecta, no cometería faltas y no tendría que sufrir sus consecuencias. El hombre que fuese sobrio y moderado en todo, por ejemplo, no sufriría las enfermedades originadas por los excesos. Lo más general es que sea desgraciado aquí en la Tierra por su propia culpa. Pero si es imperfecto, es porque lo era antes de venir a la Tierra. Expía en ella, no sólo sus actuales faltas, sino también las faltas anteriores que no reparó. Sufre en una vida de pruebas lo que hizo sufrir a otros en otra existencia. Las vicisitudes que experimenta son a la vez un castigo temporal y una advertencia de las imperfecciones que debe abandonar, para evitar los males futuros y progresar hacia el bien. Son para el alma las lecciones de la experiencia, lecciones rudas a veces, pero más provechosas para el porvenir, pues dejan una profunda impresión.


Esas vicisitudes son la causa de luchas incesantes, que desarrollan sus fuerzas y sus facultades morales e intelectuales. La fortalecen en el bien, sale de ellas siempre victoriosa, si tiene el valor de luchar hasta el fin. El premio de la victoria está en la vida espiritual, en donde entra radiante y triunfante, como el soldado después de la pelea recibe la palma de la victoria.