EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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14. “Las almas de los muertos, con las que Dios prohíbe consultar, permanecen en la morada que les ha señalado su justicia y no pueden, sin su permiso, ponerse a las órdenes de los vivos.”


El Espiritismo dice también que no pueden venir sin el permiso de Dios. Pero todavía es más riguroso, porque dice que ningún espíritu, bueno o malo, puede venir sin este permiso, mientras que la iglesia atribuye a los demonios la facultad de poder prescindir de él. Va más lejos aún, puesto que dice que si vienen con este permiso cuando los vivos les llaman, no es para ponerse a sus órdenes.


¿El espíritu acude voluntariamente a la evocación o se le obliga a ello? Obedece a la voluntad de Dios, esto es, a la ley general que rige el Universo. Juzga si es útil acudir, ejerciendo también de este modo su libre albedrío. El espíritu superior viene siempre que se le llama con un fin útil. No se niega a responder sino a personas poco formales que lo toman todo a broma (El Libro de los Médiums, cap. XXV).


¿El espíritu evocado puede negarse a venir al llamamiento que se le hace? Así es, en efecto. Y si así no fuera, ¿en dónde estaría su libre albedrío? ¿Creéis que todos los seres del Universo están a vuestras órdenes? ¿Y vosotros mismos os creéis obligados a responder a todos los que os llaman por vuestro nombre? Cuando digo que puede negarse a ello, me refiero a la pregunta del evocador, porque a un espíritu inferior puede obligarle un espíritu superior (El Libro de los Médiums. cap. XXV).


Los espiritistas están de tal modo convencidos de que no tienen ningún poder sobre los espíritus, y de que no pueden obtener nada de éstos sin el permiso de Dios, que cuando llaman a un espíritu, sea el que quiera, dicen: Ruego a Dios Todopoderoso permita a un buen espíritu comunicarse conmigo. Ruego también a mi ángel guardián tenga a bien asistirme y apartar los malos espíritus. O bien cuando se trata del llamamiento de un espíritu determinado: Ruego a Dios Todopoderoso permita al espíritu de tal comunicarse conmigo (El Libro de los Médiums, cap. XVII. nº 203).