EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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11. Se alega esta otra razón. Las almas, se dice, permanecen en la morada que les ha señalado la justicia de Dios, esto es, en el infierno o en el paraíso. Las que están en el infierno no pueden salir de éste, aunque a los demonios se les deje en libertad. Las que están en el paraíso se hallan ocupadas enteramente en su beatitud. Están muy por encima de los mortales para ocuparse de ellos y muy dichosas para volver a esta tierra de miserias a interesarse por los parientes y amigos que han dejado en ella. ¿Son, pues, como esos ricos que apartan la vista de los pobres por temor de que su miseria no les altere la digestión? Si fuera así, serían poco dignas de la dicha suprema, que vendría a ser el premio del egoísmo. Quedan las que están en el purgatorio. Pero éstas se hallan sufriendo y tienen que pensar en su salvación antes que todo. Así pues, si ni unas ni otras pueden venir, sólo el diablo podrá hacerlo en su lugar. Si no pueden venir, no hay, pues, temor de que se altere su reposo.