EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Hacer bien sin ostentación

1. Mirad que no hagáis vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos: de otra manera, no tendréis galardón de vuestro Padre, que está en los cielos. - Y así, cuando haces limosna, no hagas tocar la trompeta delante de ti, como los hipócritas hacen en las sinagogas, y en las calles para ser honrados de los hombres. En verdad os digo, recibieron su galardón. - "Mas tú cuando haces limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha"; - para que tu limosna sea en oculto, y tu Padre, que ve en lo oculto; te premiará. (San Mateo, cap. VI, v. de 1 a 4.)

2. Y como descendió del monte, le siguieron muchas gentes. - Y vino un leproso, y le adoraba diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. - Y extendiendo Jesús la mano, le tocó diciendo: Quiero. Sé limpio. Y luego su lepra fué limpiada. - Y le dijo Jesús: "Mira que no lo digas a nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, en testimonio a ellos". (San Mateo, cap. VIII, v. 1 a 4.)

3. Hacer bien sin ostentación es un gran mérito; ocultar la mano que da es aún más meritorio; es señal incontestable de una gran superioridad moral, porque es menester ver las cosas de más alto que lo que se ven vulgarmente, es preciso hacer abstracción de la vida presente e identificarse con la vida futura; en una palabra, es menester colocarse sobre la Humanidad para renunciar a la satisfacción que procura el testimonio de los hombres y esperar la aprobación de Dios. El que aprecia más el sufragio de los hombres que el de Dios, prueba que tiene más fe en los hombres que en Dios, y que la vida presente es más apreciable para él que la vida futura; o lo que es lo mismo, que no cree en la vida futura; si dice lo contrario, obra como si no creyese en lo que dice.


¡Cuántos hay que sólo se obligan con la esperanza de que el obligado publicará por todas partes el bien que se le ha hecho; que a la luz del día darán una gran cantidad y en la obscuridad no darán ni un ochavo! Por esto dijo Jesús: "Los que hacen bien con ostentación han recibido ya la recompensa"; en efecto, el que busca su glorificación en la tierra por el bien que ha hecho, él mismo se ha pagado; Dios ya no le debe nada; sólo le falta recibir el castigo de su orgullo.


"Que la mano izquierda no sepa lo que da la derecha", es una figura que caracteriza admirablemente la beneficencia modesta; pero si hay modestia real, hay también modestia aparente, el simulacro de la modestia: hay personas que ocultan la mano que da, teniendo cuidado de hacer que se vea un poco, mirando si alguno les ve ocultarla. ¡Indigna parodia de las máximas de Cristo! Si los bienhechores orgullosos son despreciados entre los hombres, ¡qué no será ante Dios! Estos también han recibido su recompensa en la Tierra. Se les ha visto; están satisfechos de haber sido vistos; esto es todo lo que tendrán.


¿Cuál será, pues, la recompensa de aquel que hace pagar caros sus beneficios a la persona obligada, que le impone de cierto modo muestras de reconocimiento y que le hace sentir su posición encomiando el precio de los sacrificios que se impone por él? ¡Oh! para éste, ni siquiera hay la recompensa terrestre, porque está privado de la dulce satisfacción de oir bendecir su nombre, y este es el primer castigo de su orgullo. Las lágrimas que enjugan en provecho de su vanidad, en vez de subir al Cielo, vuelven a caer sobre el corazón del afligido, y lo ulceran. El bien que hace es sin provecho para él, puesto que lo echa en cara; porque todo beneficio reprochado, es una moneda falsa y sin valor.


El beneficio sin ostentacíón tiene doble mérito, porque además de ser una caridad material, es una caridad moral; modera la susceptibilidad del obligado; le hace aceptar el bien sin que sufra su amor propio y salvando su dignidad de hombre, porque habrá quien acepte un servicio y no reciba una limosna; así, pues, convertir el servicio en limosna por el modo como se hace, es humillar a aquel que lo recibe, y hay siempre orgullo y maldad cuando se humílla cualquiera La verdadera caridad, por el contrarío, es delicada e ingeniosa para disimular el beneficio, a fin de evitar hasta las menores apariencias que hieren porque todo agravio moral aumenta el sufrimiento que nace de la necesidad; sabe encontrar palabras dulces y afables que ponen al obligado en buena condición en presencia de su bienhechor; mientras que la caridad orgullosa, le confunde: Lo suprime de la verdadera generosidad, es cuando el bienhechor cambiando de papel encuentra el medio de parecer él mismo obligado en presencia de aquel a quien hace el servicio. Esto es lo que quieren decir estas palabras. No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha.