EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
III. - ORACIONES PARA OTRO

Para los que están en la aflicción

42. Prefacio. Si está en el interés del afligido que su prueba siga su curso, no se abreviará por nuestra demanda; pero sería impiedad el desanimarse porque la súplica no sea atendida; además, en defecto de la cesación de la prueba, se puede esperar obtener algún otro consuelo que atempere la amargura lo que es verdaderamente útil para el que sufre, es el valor y la resignación, sin lo cual lo que sufre es sin provecho para él, porque estará obligado a empezar de nuevo la prueba.


Con este objeto, pues, es menester dirigir todos los esfuerzos sea llamando a los buenos espíritus en su ayuda, sea aumentando uno mismo la moral del afligido por medio de consejos y animándole, sea, en fin, asistiéndole materialmente si se puede. La oración en este caso, puede además, tener un efecto directo, dirigiendo sobre la persona una corriente fluídica con la mira de fortificar su moral. (Cap. V, núms. 5 y 27; capítulo XXVII, núms. 6 y 10).

43. Oración. Dios mío, cuya bondad es infinita, dignaos aliviar la amarga posición de N... si tal es vuestra voluntad.


Espíritus buenos, en nombre de Dios todopoderoso, os suplico que le asistáis en sus aflicciones, si algo puede hacerse en interés suyo, haciéndole comprender que son necesarias para su adelantamiento. Dadie confianza en Dios y en el porvenir, y se le harán menos duras. Dadle también fuerza para que no sucumba a la desesperación; porque perdería el fruto y haría que su posición futura fuera más penosa. Conducid mi pensamiento hacia él y que le ayude a sostener su ánimo.



Acción de gracias por un favor concedido a otro

44. Prefacio. El que no está dominado por el egoísmo se alegra del bien del prójimo, aun cuando no lo haya solicitado por la oración.

45. Oración. Dios mío, bendito seáis por la felicidad que habéis concedido a N...


Espíritus buenos, haced que vea en ella un efecto de la bondad de Dios. Si el bien que se le concede es una prueba, inspiradle el pensamiento de que haga de él un buen uso y no para que le sirva de vanidad, con el fin de que este bien no sea en perjuicio suyo en el porvenir.


Vos, mi buen genio que me protegéis y deseais mi felicidad, separad de mi pensamiento todo sentimiento de envidia y de celos.



Para nuestros enemigos y para los que nos quieren mal

46. Prefacio. Jesús dijo: "Amad también a vuestros enemigos". Esta máxima es lo sublime de la caridad cristiana; pero Jesús no quiere decir con esto que debamos tener con nuestros enemigos la misma ternura que tenemos con nuestros amigos; nos quiso decir con estas palabras, que olvidemos sus ofensas, que les perdonemos el daño que nos han hecho, devolviéndoles bien por mal. Además el mérito que resulta de ello a los ojos de Dios, es manifestar a los ojos de los hombres la verdadera superioridad. (Cap. XII, núms. 3 y 4).

47. Oración. Dios mío, yo perdono a N... el mal que me ha hecho y el que ha querido hacerme, así como deseo que vos me perdonéis, y que él mismo me perdone lo que yo haya podido hacer contra él. Si lo habéis colocado a mi paso como una prueba, que se cumpla vuestra voluntad.


Desviad de mí, Dios mío, la idea de maldecirle y todo deseo malévolo contra él. Haced que yo no experimente ninguna alegría por las desgracias que pueda tener, ni pena por los bienes que puedan concedérsele, con el fin de no manchar mi alma con pensamientos indignos de un cristiano.


Señor, que vuestra bondad se extienda sobre él y le conduzca mejores sentimientos respecto a mí.


Espíritus buenos, inspiradme el olvido del mal y el recuerdo del bien. Que ni el odio, ni el rencor, ni el deseo de volverle mal por mal, entren en mi corazón, porque el odio y la venganza sólo pertenecen a los espíritus malos, encarnados y desencarnados. Por el contrario, que esté pronto a tenderle fraternalmente la mano, a volverle bien por mal y a socorrerle si me es posible.


Deseo, para probar la sinceridad de mis palabras, que se me ofrezca la ocasión de serle útil; pero sobre todo, Dios mío, preservadme de hacer nada por orgullo u ostentación confundiéndole con una generosidad humillante, lo que me haría perder el fruto de mi acción, porque entonces merecería que se me aplicasen aquellas palabras de Cristo: "Tú recibiste ya la recompensa". (Cap. XIII, números 1 y siguientes).



Acción de gracias por el bien concedido a nuestros enemigos

48. Prefacio. El no desear mal a sus enemigos, es ser caritativo a medias; la verdadera caridad requiere que les deseemos el bien, y que nos alegremos por las gracias que Dios les concede. (Cap. XII, núms. 7 y 8).

49. Oración. Dios mío, en vuestra justicia habéis querido alegrar el corazón de N... os doy las gracias por él, a pesar del mal que me ha hecho o ha procurado hacerme. Si se aprovechase de ello para humillarme, lo aceptaré como una prueba para mí, ejerciendo la caridad.


Espíritus buenos que me protegéis, no permitáis que tenga por ello ningún pesar; desviad de mí la envidia y los celos que degradan; inspiradme, por el contrario, la generosidad que eleva. La humillación está en el mal y no en el bien, y sabemos que tarde o temprano se hará a cada uno justicia según sus obras.


Para los enemigos del espiritismo



50. Bienaventurados los que han hambre y sed de justicia, porque serán hartos.


Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.


Bienaventurados sois cuando os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren todo mal contra vosotros mintiendo, por mi causa. Gozaos y alegraos porque vuestro galardón muy grande es en los cielos. Pues así también persiguieron a los profetas, que fueron antes de vosotros. (San Mateo, cap. X, v. 6, 10, 11 y 12).


Y no temáis a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma; temed antes al que puede echar el alma y el cuerpo en el infierno. (San Mateo, cap. X, v. 28).

51. Prefacio. De todas las libertades, la más inviolable es la de pensar, que comprende también la libertad de conciencia. Anatematizar a los que no piensan como nosotros, es reclamar esta libertad para sí y rehusaría a los otros, es violar el primer mandamiento de Jesús: la caridad y el amor al prójimo. Perseguirles por su creencia, es atentar al derecho más sagrado que tiene todo hombre de creer lo que le conviene y adorar a Dios del modo que él lo entienda. Obligarles a los actos exteriores parecidos a los nuestros, es manifestar que se atiende más a la forma que al fondo, a las apariencias más que a la convicción. La abjuración forzada nunca ha dado fe; sólo puede hacer hipócritas. Es un abuso de la fuerza material, que no prueba la verdad; "la verdad está segura de sí misma; convence y no persigue, porque no tiene necesidad de ello".


El Espiritismo es una opinión, una creencia; aun cuando fuese una religión, ¿por qué no ha de tener el hombre la libertad de llamarse espiritista, como tiene la de llamarse católico, judío o protestante, partidario de cual o tal doctrina filosófica, de tal o cual sistema económico? Aquella creencia es falsa o verdadera; si es falsa, caerá por su propio peso, porque el error no puede prevalecer contra la verdad cuando las inteligencias se ilustran; si es verdadera, la persecución no la hará falsa.


"La persecución es el bautismo de toda idea nueva, grande y justa"; crece con la grandeza y la importancia de la idea. El encarnizamiento y la cólera de los enemigos de la idea está en razón del miedo que les inspira. Por esta razón el cristianismo fué perseguido en otro tiempo y el Espiritismo lo es hoy con la diferencia, sin embargo, de que el cristianismo lo fué por paganos mientras que el Espiritismo lo es por cristianos. El tiempo de las persecuciones sangrientas ha pasado, es verdad; pero si no se mata el cuerpo, se atormenta al alma; se la ataca hasta en los sentimientos más íntimos, en los afectos más caros; se dividen las familias, se excita a la madre contra la hija, a la esposa contra el marido; se ataca aún el cuerpo en sus necesidades materiales, quitándole su modo de vivir para sitiarle por el hambre. (Cap. XXIII, núm. 9 y siguientes).


Espiritistas, no os aflijáis por los tiros que os disparan, porque asi prueban que la verdad está de vuestra parte, pues de lo contrario os dejarían tranquilos y no os persiguirían. Es una prueba para vuestra fe, pero con vuestro valor, con vuestra resignación y con vuestra perseverancia, Dios os reconocerá entre sus fieles servidores, cuya enumeración hace hoy para dar a cada uno la parte que le corresponde según sus obras.


A ejemplo de los primeros cristianos, tened, pues, orgullo en llevar vuestra cruz. Creed en las palabras de Cristo que dijo: "Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos". No temáis a los que matan al cuerpo, pero que no pueden matar el alma. Dijo también "Amad a vuestros enemigos haced bien a los que os hacen mal y rogad por los que os persiguen". Mostrad que sois verdaderos discípulos, y que vuestra doctrina es buena, haciendo lo que El dijo e hizo.


La persecución durará sólo un tiempo limitado; esperad, pues, con paciencia el despuntar de la aurora, porque la estrella de la mañana se vislumbra en el horizonte. (Cap. XXIV, números 13 y siguientes).

52. Oración. Señor, nos habéis hecho decir por boca de Jesús, vuestro Mesías: "Bienaventurados los que sufren persecución de la justicia; perdonad a vuestros enemigos; rogad por los que os persiguen"; y El mismo nos ha enseñado el camino rogando por sus verdugos.


A su ejemplo, Dios mío, solicitamos vuestra misericordia para los que desconocen vuestros divinos preceptos, los únicos que pueden asegurar la paz en este mundo y en el otro. Nosotros decimos como Cristo: "Perdonadles, Padre Nuestro, porque no saben lo que hacen".


Dadnos valor para soportar con paciencia y resignación, como pruebas para nuestra fe y humildad, sus burlas, sus injurias, sus calumnias y persecuciones; alejadnos de todo pensamiento de represalias, porque la hora de vuestra justicia sonará para todos y nosotros la esperamos sometiéndonos a vuestra santa voluntad.


Oración para un niño recién nacido


53. Prefacio. Los espíritus no llegan a la perfección sino después de haber pasado por las pruebas de la vida corporal: los que están errantes esperan que Dios les permita volver a tomar otra existencia que debe proporcionarles un medio de adelantamento, ya sea por la expiación de sus faltas pasadas por medio de vicisitudes, a las que se han sometido, ya. sea también cumpliendo una misión útil a la humanidad. Su adelantamiento y su felicidad futura serán proporcionados a la manera como habrán empleado el tiempo que deben pasar en la Tierra. El encargo de guiar sus primeros pasos y dirigirles hacia el bien está confiado a sus padres, que responderán ante Dios del modo como hayan cumplido su mandato. Para facilitar esta ejecución, Dios ha hecho del amor paternal y del amor filial una ley de la naturaleza, ley que no se viola jamás impunemente.

54. Oración. (Dichas por los padres). - Espíritu que te has encarnado en el cuerpo de nuestro hijo, bien venido seas entre nosotros; Dios Todopoderoso que lo habéis enviado, bendito seáis.


Este es un depósito que nos ha sido confiado, del que debemos dar cuenta en su día. Si pertenece a la nueva generación de los espíritus que debe poblar la Tierra, ¡gracias, Dios mío, por este favor! Si es un alma imperfecta, nuestro deber es ayudarla a progresar en el camino del bien, por nuestros consejos y buenos ejemplos; si cae en el mal por culpa nuestra, de ello responderemos ante vos, porque no habremos cumplido nuestra misión respecto a él.


Señor, sostenednos en nuestro trabajo y dadnos fuerza y voluntad para cumplirlo. Si este niño debe ser objeto de nuestras pruebas, ¡que se cumpla vuestra voluntad!


Espíritus buenos que habéis venido a presidir su nacimiento y debéis acompañarle durante su vida, no lo abandonéis. Separad de él a los espíritus imperfectos que pudieran inducirle al mal; dadle fuerza para resistir a sus sugestiones y el valor para sufrir con paciencia y resignación las pruebas que le esperan en la Tierra. (Capítulo XIV, núm. 9).

55. Otra. Dios mío, me habéis confiado la suerte de uno de vuestros espíritus; haced, Señor, que sea digno del deber que se me ha impuesto; concededme vuestra protección; iluminad mi inteligencia con el fin de que pueda discernir con tiempo las tendencias del que debo preparar para entrar en vuestra paz.

56. Otra. Dios clementísimo, puesto que habéis tenido a bien permitir al espíritu de este niño que venga a sufrir las pruebas terrestres para hacerle progresar, dadle la luz a fin de que aprenda a conoceros, amaros y adoraros.


Haced, por vuestro poder infinito, que esta alma se regenere eh el manantial de vuestras divinas instrucciones; que bajo el amparo de su ángel de la guarda, su inteligencia se aumente, se desarrolle y le enseñe el camino que conduce a vos; que la ciencia del Espiritismo sea la luz brillante que le ilumine a través de los escollos de la vida; que sepa, en fin, apreciar toda la inmensidad de vuestro amor, que nos prueba para fortificamos.


Señor, echad una mirada paternal sobre la familia a que habéis confiado esta alma; que pueda comprender la importancia de su misión y haced germinar en este niño las buenas semillas, hasta el día en que él mismo pueda, por sus propias aspiraciones, elevarse solo hacia vos.


Dignaos, oh Dios mío, escuchar esta humilde plegaria, en nombre y por los méritos del que dijo: "Dejad venir a mí los niños, porque el reino de los cielos es para los que se les parecen."



Para un agonizante

57. Prefacio. La agonía es el preludio de la separación del alma y del cuerpo; se puede decir que en este momento el hombre sólo tiene un pie en este mundo y el otro fuera de él.


Este tránsito es algunas veces penoso para los que están muy ligados a la materia y han vivido más para los bienes de este mundo que para los del otro, o cuya conciencia está agitada por los pesares y remordimientos: en aquellos, por el contrario, cuyos pensamientos se han elevado hacia el infinito y se han desprendido de la materia, los lazos se desatan con más facilidad, y los últimos momentos nada tienen de doloroso; el alma está entonces unida al cuerpo por un hilo, mientras que en la otra posición está unida a él por profundas raíces; de todos modos la oración ejerce una acción poderosa en el trabajo de la separación. (Véase: Oraciones para los enfermos. - "Cielo e Infierno", 2ª parte, cap. I, "El Tránsito").

58. Oración. Dios Todopoderoso y misericordioso, aquí tenéis un alma que deja su envoltura terrestre para volver al mundo de los espíritus, su verdadera patria; que pueda entrar allí en paz, y que vuestra misericordia se extienda sobre ella.


Espíritus buenos que la habéis acompañado en la Tierra, no la abandonéis en este momento supremo; dadle fuerza para soportar los últimos sufrimientos que debe padecer en la tierra para su adelantamiento futuro; inspiradle para que consagre al arrepentimiento de sus faltas los últimos destellos de inteligencia que le restan o que pueden volverle momentáneamente.


Dirigid mi pensamiento a fin de que su acción haga menos penosa la separación, y que lleve en su alma, en el momento de dejar la Tierra, los consuelos de la esperanza.