EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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26. Prefacio. Nosotros podemos pedir a Dios favores terrestres, y El puede concedérnoslos cuando tienen un objeto útil y formal pero como nosotros juzgamos la utilidad de las cosas desde nuestro punto de vista, y nuestra vista está limitada al presente, no siempre vemos la parte mala de lo que deseamos. Dios, que ve más que nosotros y sólo quiere nuestro bien, puede, pues, negárnoslo, como un padre rehusa a su hijo lo que puede dañarle. Si no se nos concede lo que pedimos, no debemos desanimarnos; por el contrario, es menester que pensemos que la privación de lo que deseamos se nos ha impuesto como prueba o como expiación, y que nuestra recompensa será proporcionada a la designación con que la sobrellevamos. (Cap. XXVII, núm. 6; Capítulo II, núms. 5, 6 y 7.)