EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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29. Mas, ¿quién será capaz de interpretar las Sagradas Escrituras? ¿Quién puede adjudicarse ese derecho? ¿Quién posee la idoneidad suficiente, si no son los teólogos? ¿Quién se atreve? Primero, la ciencia, que no pide permiso a nadie para dar a conocer las leyes de la Naturaleza y salta, con toda su autoridad, sobre errores y los prejuicios. ¿Quién tiene ese derecho? En este siglo de emancipación intelectual y libertad de conciencia el derecho de examen pertenece a todos. Las Escrituras ya no son el arca santa que nadie se atrevía a tocar por temor de ser fulminado. En cuanto a la idoneidad necesaria, sin dudar de la de los teólogos y ciertos iluminados de la Edad Media -en especial de los Padres de la Iglesia- ésta no ha sido lo suficientemente amplia cuando condenaron como una herejía el movimiento de la Tierra y las creencia en los antípodas, y aun sin ir tan lejos, ¿los teólogos de nuestros días no han arrojado su anatema sobre los períodos de la formación de la Tierra? Los hombres han explicado las Escrituras por medio de sus conocimientos fundamentados sobre las nociones falsas o incompletas que poseían acerca de las leyes de la Naturaleza, reveladas más tarde por la ciencia. Y ésta es también la razón por la cual los teólogos, incluso de muy buena fe, han confundido el sentido de ciertas palabras y hechos del Evangelio. Al querer confirmar una idea preconcebida, giraban insistentemente sobre el mismo círculo sin abandonar sus puntos de vista, de manera que veían sólo lo que anhelaban ver. Aunque fuesen sabios y teólogos eruditos no comprendían la acción de causas regidas por las leyes que ignoraban. Pero, ¿quién podrá juzgar a las diferentes interpretaciones, a menudo contradictorias, hechas por personas ajenas a la teología? El futuro, la lógica y el buen sentido. A medida que nuevos hechos y nuevas leyes se revelan los hombres se van esclareciendo de manera que con el tiempo sabrán diferenciar los sistemas utópicos de la realidad. La ciencia revela ciertas leyes, el Espiritismo hace conocer otras. Unas y otras son indispensables para la comprensión de los textos sagrados de todas las religiones, desde Confucio y Buda hasta el Cristianismo. En cuanto a la teología, ella no puede, sin faltar a la justicia, acusar a la ciencia por sus contradicciones, dado que también adolece de unas cuantas.