EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
10. Si hacemos un estudio de las pasiones, e incluso de los vicios, veremos que su origen común está en el instinto de conservación. Ese instinto predomina en los animales y los seres primitivos más próximos a la animalidad. Domina en ellos porque no poseen el contrapeso del sentido moral: el espíritu no llegó aún a la vida intelectual. El instinto se debilita a medida que la inteligencia se desarrolla, ya que ésta domina a la materia. La meta del espíritu es la vida espiritual. Pero en las primeras fases de la existencia corporal sólo busca la satisfacción de las necesidades materiales, motivo por el cual el ejercicio de las pasiones es una necesidad para la conservación de la especie y de los individuos, hablando materialmente. Pero una vez superada esa etapa, aparecen otras necesidades: al comienzo ellas son semimorales y semimateriales, y más tarde exclusivamente morales. En ese momento el espíritu domina a la materia. Si se sacude el yugo que lo aprisionaba, avanzará por la vía providencial, se aproximará a su meta. Si, por el contrario, se deja dominar por la materia, se retardará y asemejará al bruto. En esta situación, lo que antes era un bien, porque era una necesidad de su naturaleza, se convierte en un mal por dos motivos: 1) porque ya no es una necesidad, y 2) porque es perjudicial para la espiritualización del ser. Lo que era benéfico en el niño se convierte en perjudicial en el adulto. El mal es relativo y la responsabilidad es proporcional al grado de adelanto. Todas las pasiones poseen una utilidad providencial, pues de otro modo Dios hubiese hecho cosas inútiles o perjudiciales. El abuso engendra el mal. El hombre abusa en virtud de su libre arbitrio. Más adelante, llevado por su propio interés, elegirá libremente entre el bien y el mal.