EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

Volver al menú
21. La verdadera vida, tanto del hombre como del animal, no se halla en la envoltura corporal como tampoco en las vestiduras: se encuentra en el principio inteligente que preexiste y sobrevive al cuerpo. Ese principio necesita de un cuerpo para desarrollar el trabajo en la materia bruta. El cuerpo se gasta con esa labor, pero el espíritu no. Por el contrario, cada vez surge con más fuerza, lucidez y capacidad. ¡Qué importancia tiene, entonces, que el espíritu cambie de envoltura si sigue siendo el mismo espíritu!: es como el hombre, que cambia sus ropas cien veces en el año más continua siendo el mismo hombre. Mediante el espectáculo incesante de la destrucción, Dios enseña a los hombres la poca importancia que debe darse a la envoltura material y suscita en ellos, como compensación, la idea de la vida espiritual, al hacer nacer el anhelo por ella. Tal vez se podrá decir que Dios podría utilizar otros medios, sin llevar a los seres a destruirse unos a otros. Si en su obra todo es sabiduría, debemos suponer que esa sabiduría no debe tener fisuras en esto tampoco: si no comprendemos será en razón de nuestro escaso progreso. Sin embargo, debemos intentar encontrar la razón, tomando este principio por meta: Dios debe ser infinitamente justo y bueno. Por tanto, busquemos en todo su justicia y su bondad e inclinémonos ante lo que sobrepasa nuestra comprensión.