EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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15. El comienzo absoluto de las cosas se remonta a Dios. Sus apariciones sucesivas en el dominio de la existencia constituyen el ordenamiento de la acción perpetua. ¡Qué mortal podría expresar las magnificencias desconocidas y maravillosamente escondidas bajo la noche de los tiempos que se desarrollaron en esas edades antiquísimas, cuando ninguno de los esplendores del Universo actual existían! ¡En esa época primitiva en que la voz del Señor se hizo oír, oportunidad en que los materiales que en el futuro deberían unirse simétricamente por sí solos para conformar el templo de la Naturaleza, se hallaron de pronto en el seno de los vacíos infinitos! ¡Cuando esa voz misteriosa que todos los seres veneran y aman como a la de la propia madre, produjo notas armoniosamente variadas que vibraron juntas y modularon el concierto de los vastos cielos! En su origen el mundo no fue creado en la plenitud de su vida y virilidad. El poder creador nunca se contradice y, como todas las demás cosas, el Universo nació niño. Sometida a las leyes mencionadas y con el impulso inicial inherente a su formación misma, la materia cósmica primitiva dio nacimiento en sucesivas etapas a torbellinos, aglomeraciones de fluidos difusos, cúmulos de materia nebulosa que se dividieron y modificaron hasta el infinito para dar nacimiento en las regiones inconmensurables de la extensión a diversos centros de creación simultáneos o sucesivos. En razón de las fuerzas predominantes, y debido a circunstancias ulteriores que presidieron sus respectivos desarrollos, estos centros primitivos devinieron centros de vida especial: unos, menos diseminados en el espacio y más ricos en principios y fuerzas actuantes comenzaron desde ese instante su vida sideral particular; otros, ocupando una extensión ilimitada, crecieron con extrema lentitud o se dividieron a su vez en centros secundarios.