EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Edad de las montañas

3. Inspeccionando los terrenos desgarrados por el levantamiento de las montañas y las capas que forman su contrafuerte, se puede determinar su edad geológica. No se entiende por edad geológica de las montañas el número de años de su existencia, sino el período en que fueron formadas y, como consecuencia, su ancianidad relativa. Sería un error creer que su ancianidad depende de su elevación o de su naturaleza exclusivamente granítica, ya que la masa de granito, al elevarse, pudo haber perforado y separado las capas superpuestas.


Así es que mediante la observación se ha constatado que las montañas de los Vosgos, de Bretaña y de la Costa de Oro francesa, que no son muy elevadas, pertenecen a las formaciones más antiguas: datan del período de transición y son anteriores a los depósitos de hulla. El Jura se formó hacia la mitad del período secundario, siendo contemporáneo de los reptiles gigantescos. Los Pirineos se formaron más tarde, al despuntar el período terciario. El monte Blanco y el grupo de los Alpes occidentales son posteriores a los Pirineos, pues datan de la mitad del período terciario. Los Alpes orientales, que comprenden las montañas del Tirol, son más recientes aún, ya que se formaron hacia el fin del período terciario. Algunas montañas de Asia son aún posteriores al período diluviano o contemporáneas de éste.


Estos levantamientos debieron ocasionar grandes perturbaciones locales e inundaciones de mayor o menor consideración a raíz del desplazamiento de las aguas, la interrupción y el cambio del curso de los ríos.*

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* El siglo pasado ofrece un notable ejemplo de un fenómeno de este tipo. A seis días de marcha de la ciudad de México existía, en el año 1750, una fértil comarca bien cultivada, donde crecía en abundancia arroz, maíz y bananas. En el mes de junio espantosos temblores de tierra agitaron el suelo, y esos temblores se renovaron sin cesar durante dos meses enteros. En la noche del 28 al 29 de septiembre, la tierra sufrió una violenta convulsión. Un terreno de varias leguas de extensión se elevó poco a poco alcanzando, finalmente, una altura de 500 pies sobre una superficie de 10 leguas cuadradas. El terreno se ondulaba como las olas del mar bajo el soplo de la tormenta. Miles de montículos se elevaron y hundieron uno a uno y, finalmente, se abrió un pozo de aproximadamente 3 leguas de extensión. Humo, fuego de piedras abrasadas y cenizas fueron lanzadas a una prodigiosa altura. Seis montañas surgieron del cráter abierto, entre ellas el volcán llamado hoy Jorullo, que se eleva a 550 metros sobre el nivel de la antigua planicie. En el momento en que comenzaron las sacudidas del suelo, los dos ríos Cuitimba y San Pedro refluyeron, inundando toda la planicie ocupada ahora por el Jorullo. Pero se abrió, en el terreno que se eleva, un abismo que los tragó. Las aguas reaparecieron en el oeste, en un sitio muy alejado de sus antiguos cursos (Louis Figuier, la Terre avant le déluge). [N. de A. Kardec.]