EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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14. El cuerpo, pues, no es más que una envoltura destinada a recibir al Espíritu, de modo que poco importan su origen y los materiales que lo constituyen. Sea o no el cuerpo del hombre una creación especial, lo cierto es que lo forman los mismos elementos que forman el cuerpo de los animales, lo anima el mismo principio vital o, en otras palabras, lo vivifica el mismo fuego, así como lo ilumina la misma luz y se encuentra sujeto a las mismas vicisitudes y a las mismas necesidades. Esta es una cuestión que no admite discusiones.


En caso de que se considere únicamente la materia, haciendo abstracción del Espíritu, el hombre no tiene nada que lo distinga del animal. Sin embargo, todo cambia de aspecto cuando se establece la diferencia entre la habitación y el habitante.


Un gran señor, sea que se encuentre en una choza o esté cubierto con las ropas de un campesino, no deja por eso de ser un gran señor. Lo mismo sucede con el hombre. No es su vestimenta de carne la que lo coloca por encima de los irracionales y lo convierte en un ser aparte, sino el ser espiritual que existe en él, su Espíritu.