EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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33. El principio de la reencarnación es una consecuencia necesaria de la ley del progreso. Sin la reencarnación, ¿cómo se explicaría la diferencia que existe entre el actual estado social y el de los tiempos de barbarie? Si las almas son creadas al mismo tiempo que los cuerpos, las que nacen hoy son tan nuevas, tan primitivas como las que vivían hace mil años. Además, no habría ninguna conexión entre ellas, ninguna relación necesaria; serían absolutamente independientes unas de otras. ¿Por qué, entonces, las almas de la actualidad habrían de estar mejor dotadas por Dios que las que las precedieron? ¿Por qué comprenden mejor las cosas? ¿Por qué poseen instintos más depurados, costumbres más moderadas? ¿Por qué tienen la intuición de ciertas cosas sin haberlas aprendido? Invitamos a que se resuelva este dilema, a menos que se admita que Dios crea almas de diferentes calidades, de acuerdo con las épocas y los lugares: proposición inconciliable con la idea de una justicia soberana. (Véase el Capítulo II, § 19.)


Reconozcamos, por el contrario, que las almas de hoy ya han vivido en tiempos lejanos; que posiblemente fueron bárbaras como su época, pero que han progresado; que en cada nueva existencia traen lo que han adquirido en las existencias anteriores; que, por consiguiente, las almas de los tiempos civilizados no son almas creadas más perfectas, sino que se perfeccionaron por sí mismas con el transcurso del tiempo, y entonces tendremos la única explicación admisible de la causa del progreso social. (Véase El Libro de los Espíritus, Libro II, Capítulos IV y V.)