EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Curaciones

31. Como hemos visto, el fluido universal es el elemento primitivo del cuerpo carnal y del periespíritu, los cuales son simples transformaciones de aquel. Por la identidad de su naturaleza, ese fluido, condensado en el periespíritu, puede ofrecer principios reparadores al cuerpo; el Espíritu, encarnado o desencarnado, es el agente propulsor que infiltra en un cuerpo deteriorado una parte de la sustancia de su envoltura fluídica. La curación se opera mediante la sustitución de una molécula nociva por otra molécula sana. El poder curativo será proporcional a la pureza de la sustancia inoculada; pero depende también de la energía de la voluntad, que provoca una emisión fluídica más abundante y otorga al fluido mayor fuerza de penetración. Depende, además, de las intenciones de quien desee realizar la cura, sea hombre o Espíritu. Los fluidos que emanan de una fuente impura son como sustancias medicamentosas alteradas.


32. Los efectos de la acción fluídica sobre los enfermos son extremadamente variados, de acuerdo con las circunstancias. Algunas veces la acción es lenta y requiere un tratamiento prolongado, como en el magnetismo común; otras veces es rápida como una corriente eléctrica. Hay personas dotadas de tal poder que en algunos enfermos producen curaciones instantáneas por medio de la sola imposición de las manos, o incluso por un simple acto de la voluntad. Entre los dos polos extremos de esa facultad hay infinitas graduaciones. Todas las curaciones de ese tipo son variedades del magnetismo y sólo difieren por la potencia y la rapidez de la acción. El principio es siempre el mismo: el fluido desempeña el papel de agente terapéutico, y su efecto se encuentra subordinado a su calidad y a circunstancias especiales.


33. La acción magnética puede producirse de muchas maneras:


1.º) Por el fluido del magnetizador, en cuyo caso se trata del magnetismo propiamente dicho, o magnetismo humano, cuya acción se encuentra subordinada a la potencia y, sobre todo, a la calidad del fluido.


2.º) Por el fluido de los Espíritus, que actúan directamente y sin intermediarios sobre un encarnado, ya sea para curarlo o calmar un sufrimiento, sea para provocar el sueño sonambúlico espontá- neo o para ejercer sobre el individuo alguna influencia física o moral. Se trata del magnetismo espiritual, cuya calidad es proporcional a las cualidades del Espíritu. *


3.º) Por el fluido que los Espíritus derraman sobre el magnetizador, al cual este sirve de conductor. Se trata del magnetismo mixto, semiespiritual o, si se prefiere, humano-espiritual. Combinado con el fluido humano, el fluido espiritual le transmite a aquel las cualidades que le faltan. En esas circunstancias, algunas veces el concurso de los Espíritus es espontáneo, pero muy a menudo es provocado por la evocación del magnetizador.


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* Véanse ejemplos en la Revista Espírita, febrero de 1863; abril y septiembre de 1865. (N. de Allan Kardec.)




34. La facultad de curar mediante la influencia fluídica es muy común y puede desarrollarse con el ejercicio; pero la de curar instantáneamente con la imposición de las manos es más rara, y su apogeo puede ser considerado excepcional. No obstante, en épocas diferentes, en el seno de casi todos los pueblos han aparecido individuos que la poseyeron en grado sobresaliente. En estos últimos tiempos han aparecido muchos ejemplos notables, cuya autenticidad no puede ser cuestionada. Dado que las curaciones de esta clase se basan en un principio natural, y que el poder de producirlas no es un privilegio, se deduce que estas no ocurren al margen de la naturaleza y que sólo son milagrosas en apariencia. *


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* Véanse los ejemplos de curaciones instantáneas relatadas en la Revista Espírita: “El príncipe de Hohenlohe, médium curador”, diciembre de 1866; sobre las curas del Sr. Jacob, octubre y noviembre de 1866 y de 1867; “Simonet, médium curador de Bordeaux”, agosto de 1867; “El alcalde Hassan, o la bendición de la sangre”, octubre de 1867; “El cura Gassner, médium curador”, noviembre de 1867. (N. de Allan Kardec.)