EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Apariciones de Jesús después de su muerte

56. “Pero María (Magdalena) permaneció afuera, cerca del sepulcro, derramando lágrimas. Y mientras lloraba se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera, el otro a los pies. Le dijeron ellos: ‘Mujer, ¿por qué lloras?’ Ella respondió: ‘Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto’.


”Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Este entonces le dijo: ‘Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?’ Ella, suponiendo que era el jardinero, le dijo: ‘Señor, si has sido tú quien lo sacó, decidme dónde lo pusiste, y yo me lo llevaré’.


”Le dijo Jesús: ‘María’. De inmediato ella se volvió y le dijo: Rabbuni –es decir, Maestro–. Jesús le respondió: ‘No me toques, porque aún no he subido hacia mi Padre; pero ve a reunirte con mis hermanos y diles de mi parte: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios’.


”María Magdalena fue entonces a decirles a los discípulos que había visto al Señor y que este le había dicho aquellas cosas. (San Juan, 20:11 a 18.)


57. “Aquel mismo día, iban dos de ellos hacia una aldea llamada Emaús, que distaba de Jerusalén sesenta estadios, y hablaban entre sí de todo lo que había ocurrido. Y sucedió que, mientras conversaban y discutían acerca de eso, Jesús se les acercó y se puso a caminar con ellos; pero sus ojos estaban retenidos, a fin de que no pudiesen reconocerlo. Él les dijo: ‘¿De qué vinisteis hablando mientras caminabais y por qué estáis tan tristes?’


”Uno de ellos, llamado Cleofás, tomando la palabra dijo: ‘¿Serás en Jerusalén el único forastero que no sabe lo que ha ocurrido allí en los últimos días?’ Él les preguntó: ‘¿Qué pasó?’. Le respondieron: ‘Lo de Jesús de Nazaret, que fue un poderoso profeta delante de Dios y delante de todo el pueblo, y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros senadores lo entregaron para que fuera condenado a muerte y lo crucificaran. Nosotros esperábamos que fuese Él el que rescatara a Israel, pero ya estamos en el tercer día después de que esas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de las que estaban con nosotros nos sorprendieron, pues habiendo ido al sepulcro antes de que despuntara el día, vinieron a decirnos que se les aparecieron ángeles que les dijeron que Él estaba vivo. Y algunos de los nuestros fueron también al sepulcro, y encontraron las cosas tal como las mujeres habían dicho; pero a Él no lo encontraron’.


”Entonces les dijo Jesús: ‘¡Oh! ¡Insensatos y tardos de corazón para creer en todo lo que los profetas han dicho! ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera todas esas cosas y que entrara de esa manera en su gloria?’ Y comenzando desde Moisés, pasando luego por todos los profetas, les explicaba lo que en las Escrituras se había dicho de Él.


”Al aproximarse al pueblo a donde se dirigían, Él hizo ademán de que iba más lejos. Pero los dos lo obligaron a detenerse, diciéndole: ‘Quédate con nosotros, que ya es tarde y el día está declinando’; Él entró con ellos, y estando con los dos a la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los iba dando. Entonces se les abrieron los ojos y ambos lo reconocieron; Él entonces desapareció de sus vistas.


”Entonces se dijeron uno a otro: ‘¿No es verdad que nuestro corazón ardía dentro de nosotros cuando Él nos hablaba en el camino, explicándonos las Escrituras?’ Y, poniéndose de pie en ese mismo instante, volvieron a Jerusalén y vieron que los once apóstoles y los que continuaban con ellos estaban reunidos y decían: ‘¡El Señor en verdad resucitó y se ha aparecido a Simón!’ Entonces, también ellos narraron lo que les había sucedido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


”Mientras así conversaban, Jesús se presentó en medio de ellos, y les dijo: ‘La paz sea con vosotros; soy yo, no os asustéis’. Pero ellos, con la perturbación y el miedo de que fueron tomados, imaginaron ver un Espíritu.


”Y Jesús les dijo: ‘¿Por qué os turbáis? ¿Por qué se elevan tantos pensamientos en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, y reconoced que soy yo mismo. Tocadme y considerad que un Espíritu no tiene carne, ni huesos, como veis que yo tengo’. Y, diciendo eso, les mostró las manos y los pies.


”Pero como ellos todavía no creían, tan transportados de júbilo y de sorpresa se encontraban, les dijo: ‘¿Tenéis aquí algo de comer?’ Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado y un panal de miel. Él comió delante de ellos, y tomando los restos, les dio diciendo: ‘Esto es aquello que os dije mientras estaba todavía con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que de mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos’.



”Al mismo tiempo les abrió el espíritu a fin de que comprendiesen las Escrituras, y les dijo: ‘Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitase de entre los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre la contrición y la remisión de los pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esas cosas. Y voy a enviaros el don de mi Padre, como os he prometido; pero, mientras tanto, permaneced en la ciudad hasta que yo os haya investido del poder desde lo Alto’.” (San Lucas, 24:13 a 49.)


58. “Tomás, uno de los doce apóstoles, llamado Dídimo, no se encontraba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos entonces le dijeron: ‘Vimos al Señor’. Él, con todo, les dijo: ‘Si yo no veo en sus manos las marcas de los clavos que las atravesaron, y no pongo el dedo en el agujero hecho por los clavos y mi mano en la herida de su costado, no creeré’.


”Ocho días después, estaban de nuevo los discípulos en el mismo lugar, y con ellos Tomás. Jesús se presentó, hallándose las puertas cerradas, y colocándose en medio de ellos les dijo: ‘La paz sea con vosotros’.


”Dijo luego a Tomás: ‘Pon aquí tu dedo y observa mis manos; extiende también tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino fiel’. Tomás le respondió: ‘¡Señor mío y Dios mío!’ Jesús le dijo: ‘Tú creíste porque has visto; dichosos los que sin haber visto creyeron’.” (San Juan, 20:24 a 29.)


59. “Jesús también se mostró después a sus discípulos en la orilla del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta forma:


”Simón Pedro, Tomás, llamado Dídimo, Nataniel, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos estaban juntos. Les dijo Simón Pedro: ‘Voy a pescar’. Los demás dijeron: ‘Nosotros también vamos contigo’. Fueron y entraron en la barca; pero aquella noche no pescaron nada.


”Al amanecer, Jesús apareció en la orilla sin que sus discípulos supieran que era Él. Les dijo entonces: ‘Hijos, ¿tenéis algo para comer?’ Le respondieron: ‘No’. Les dijo Él: ‘Lanzad la red del lado derecho de la barca y hallaréis’. Ellos la lanzaron de inmediato y casi no la pudieron retirar, tan cargada estaba de peces.


”Entonces, el discípulo a quien Jesús amaba le dijo a Pedro: ‘Es el Señor’. Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se vistió –pues estaba desnudo– y se lanzó al mar. Los otros discípulos vinieron con la barca, y como no estaban más que a doscientos codos de distancia, arrastraron desde ahí la red llena de peces. (San Juan, 21:1 a 8.)


60. “Después de eso, Él los condujo hasta Betania, y alzando las manos, los bendijo; y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.


”En cuanto a ellos, después de que lo adoraron, regresaron a Jerusalén con gran júbilo. Y estaban constantemente en el Templo, cantando loas y bendiciendo a Dios. Amén.” (San Lucas, 24:50 a 53.)


61. Todos los evangelistas narran las apariciones de Jesús después de su muerte, con detalles circunstanciados que no permiten que se dude de su veracidad. Por otra parte, estas se explican perfectamente mediante las leyes fluídicas y las propiedades del periespíritu, y no presentan nada anómalo en relación con los fenómenos del mismo tipo, de los cuales la Historia –antigua y moderna– ofrece numerosos ejemplos, sin omitir siquiera los de tangibilidad. Si observamos las circunstancias en que ocurrieron sus diversas apariciones, en ellas reconoceremos, en tales ocasiones, todas las características de un ser fluídico. Jesús aparece repentinamente y del mismo modo desaparece; unos lo ven, y otros no; lo hace con apariencias que ni aun sus discípulos reconocen; se deja ver en ambientes cerrados, donde un cuerpo carnal no hubiera podido entrar; ni siquiera su lenguaje tiene la vivacidad del de un ser corporal; al hablar, su modo es conciso y sentencioso, característico de los Espíritus que se manifiestan de esa manera; todas sus actitudes, en suma, denotan algo indefinido que no es del mundo terrenal. Su presencia causa simultáneamente sorpresa y temor; al verlo, sus discípulos no le hablan con la misma libertad de antes; perciben que ya no es un hombre.


Jesús, por lo tanto, se mostró con su cuerpo periespiritual, lo que explica que sólo haya sido visto por los que Él quiso que lo vieran. Si hubiera estado con su cuerpo carnal, todos lo habrían visto, como cuando estaba vivo. Dado que sus discípulos ignoraban la causa primera del fenómeno de las apariciones, no advertían esas particularidades, que probablemente no les merecían ninguna atención. Puesto que veían al Maestro y lo tocaban, para ellos aquel era el cuerpo resucitado de Jesús. (Véase el Capítulo XIV, §§ 14; 35 a 38.)


62. En tanto que la incredulidad rechaza todos los hechos que Jesús produjo, porque tienen apariencia de sobrenaturales, y los considera sin excepción elementos de una leyenda, el espiritismo proporciona una explicación natural a la mayoría de esos hechos. Demuestra que son posibles, no sólo con base en la teoría de las leyes fluídicas, sino por la identidad que presentan con hechos análogos producidos por una gran cantidad de personas, en las condiciones más comunes. Puesto que en cierto modo son de dominio público, en principio esos hechos no prueban nada en lo que respecta a la naturaleza excepcional de Jesús. *




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* Los numerosos hechos contemporáneos de curaciones, apariciones, posesiones, doble vista y otros, que se encuentran relatados en la Revista Espírita, y mencionados en las observaciones hechas más arriba, ofrecen, incluso en cuanto a los pormenores, tan flagrante analogía con los que narra el Evangelio, que resulta evidente la identidad de los efectos y las causas. No se comprende que el mismo hecho tenga hoy una causa natural, y que en el pasado esa causa haya sido sobrenatural: diabólica para unos y divina para otros. Si fuese posible confrontarlos aquí, unos con otros, la comparación se tornaría más fácil. Con todo, es imposible hacerlo dada la gran cantidad de ellos y de los desarrollos que su exposición demandaría. (N. de Allan Kardec.)




63. El más grande de los milagros que Jesús operó, el que realmente da testimonio de su superioridad, ha sido la revolución que sus enseñanzas produjeron en el mundo. a pesar de la exigüidad de sus medios de acción.



En efecto, Jesús, modesto, pobre, nacido en la condición más humilde, en el seno de un pueblo insignificante, casi desconocido y sin ascendiente político, artístico ni literario, predica su doctrina apenas durante tres años. En ese corto lapso recibe el desprecio y la persecución de sus conciudadanos; es calumniado, acusado de impostor, y se ve obligado a huir para que no lo lapiden; sufre la traición de parte de uno de sus apóstoles, otro lo niega, y todos lo abandonan en el momento en que cae en manos de sus enemigos. Sólo hacía el bien, pero eso no impedía que fuera blanco de la malevolencia, que de los propios servicios que Él prestaba extraía motivos para acusarlo. Condenado al suplicio reservado a los criminales, muere ignorado por el mundo, ya que la historia de aquella época nada dice acerca de Él. * No dejó nada escrito; sin embargo, con la ayuda de algunos hombres tan modestos como Él, su palabra fue suficiente para regenerar al mundo. Su doctrina aniquiló al paganismo omnipotente, y se convirtió en el faro de la civilización. Tenía en su contra todo lo que causa el fracaso de las obras de los hombres, razón por la cual decimos que el triunfo que alcanzó su doctrina fue el más importante de sus milagros, al mismo tiempo que demostró el carácter divino de su misión. Si en vez de los principios sociales y regeneradores, basados en el porvenir espiritual del hombre, Él sólo hubiera tenido para ofrecer a la posteridad algunos hechos maravillosos, probablemente en la actualidad su nombre sería muy poco conocido.


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* El historiador judío Flavio Josefo es el único que hace mención a Jesús, aunque lo haga en términos muy resumidos. (N. de Allan Kardec.)