EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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11. Estas palabras: conociendo en sí mismo la virtud que de él había salido, son significativas. Expresan el movimiento fluídico que se había operado desde Jesús en dirección a la enferma; ambos habían experimentado la acción que acababa de producirse. Es de destacar que el efecto no fue provocado por ningún acto de la voluntad de Jesús; no hubo magnetización, ni imposición de las manos. Bastó la irradiación fluídica normal para realizar la curación.


Pero ¿por qué esa irradiación se dirigió hacia aquella mujer y no hacia otras personas, puesto que Jesús no pensaba en ella y estaba rodeado por una multitud?


La razón es muy simple. Considerado como materia terapéutica, el fluido debe alcanzar el desorden orgánico, a fin de repararlo; puede entonces ser dirigido sobre el mal por la voluntad del curador, o atraído por el deseo ardiente, por la confianza, en suma, por la fe del enfermo. En relación con la corriente fluídica, el curador actúa como una bomba impelente, y el enfermo como una bomba aspirante. A veces es necesaria la simultaneidad de las dos acciones; en otras, basta con una sola. El segundo caso fue el que ocurrió en el hecho que tratamos.


Así pues, Jesús tenía razón para decir: Tu fe te ha salvado. Se comprende que la fe a la que Él se refería no es una virtud mística, como la entienden muchas personas, sino una verdadera fuerza atractiva, de modo que aquel que no la posee opone a la corriente fluídica una fuerza repulsiva o, como mínimo, que paraliza la acción. Según eso, fácil es comprender que si se presentan al curador dos enfermos con la misma enfermedad, uno puede ser curado y otro no. Este es uno de los principios más importantes de la mediumnidad curadora, que explica ciertas anomalías aparentes e indica que tienen una causa muy natural. (Véase el Capítulo XIV, §§ 31, 32 y 33.)