EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Segundo advenimiento de Cristo

43. “Entonces, Jesús dijo a sus discípulos: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame; pues el que quiera salvar su vida la perderá; y el que pierda su vida por amor a mí, la encontrará.


”¿De qué le serviría a un hombre ganar el mundo entero, si perdiera su alma? ¿O a qué precio podrá el hombre comprar su alma, después de que la haya perdido? Porque el Hijo del hombre habrá de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces le dará a cada uno según sus obras.


”En verdad os digo, que algunos de aquellos que aquí se encuentran no sufrirán la muerte sin que hayan visto venir al Hijo del hombre en su reino.” (San Mateo, 16:24 a 28.)


44. “Entonces, el sumo sacerdote se levantó en medio de la asamblea, e interrogó a Jesús: ‘¿No respondes nada a lo que estos denuncian contra ti?’ Pero Jesús se mantenía en silencio y no respondió. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: ‘¿Eres tú el Cristo, el Hijo de Dios para siempre bendito?’ Jesús le respondió: ‘Sí, yo soy, y veréis un día al Hijo del hombre sentado a la diestra de la majestad de Dios, viniendo sobre las nubes del cielo’.


”A continuación, el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, le dijo: ‘¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?’” (San Marcos, 14:60 a 63.)


45. Jesús anuncia su segundo advenimiento, pero no dice que regresará a la Tierra con un cuerpo carnal, ni que personificará al Consolador. Afirma que habrá de venir en Espíritu, en la gloria de su Padre, para juzgar el mérito y la falta de mérito, así como para dar a cada uno según sus obras, cuando los tiempos hayan llegado.


Estas palabras: “Algunos de aquellos que aquí se encuentran no sufrirán la muerte sin que hayan visto venir al Hijo del hombre en su reino”, aparentemente encierran una contradicción, pues es indudable que Él no vino durante la vida de ninguno de aquellos que estaban presentes. Sin embargo, Jesús no podía engañarse en una previsión de esa naturaleza, principalmente con respecto a algo contemporáneo que le concernía de modo personal. Se debe averiguar, en primer lugar, si sus palabras han sido siempre reproducidas con fidelidad. Es para dudarlo, si consideramos que Él no escribió nada; que esas palabras recién fueron registradas después de su muerte, y que cada evangelista redactó el mismo discurso casi siempre en términos diferentes, lo que constituye una prueba evidente de que esas no son las expresiones textuales de Jesús. Además, es probable que el sentido haya sufrido alteraciones al pasar por las sucesivas traducciones.


Por otro lado, está fuera de toda duda que, si Jesús hubiese dicho todo lo que tenía para decir, se habría expresado sobre todas las cosas de un modo claro y preciso, como lo hizo en relación con los principios morales, sin que diese lugar a ningún equívoco; mientras que se vio obligado a velar su pensamiento sobre los asuntos que consideró que no era conveniente profundizar. Los apóstoles, convencidos de que la generación de la cual formaban parte debía dar testimonio de lo que Él anunciaba, interpretaron el pensamiento de Jesús de acuerdo con esa suposición. Por consiguiente, redactaron desde el punto de vista del presente lo que el Maestro había dicho, y lo hicieron de una manera más absoluta que aquella en que Él mismo lo hizo. Sea como fuere, el hecho es que los acontecimientos no ocurrieron como ellos supusieron.


46. Un concepto fundamental que Jesús no pudo desarrollar, porque los hombres de su tiempo no estaban suficientemente preparados, tanto para ideas de esa índole como para sus consecuencias, fue la grandiosa ley de la reencarnación. No obstante, asentó el principio de la mencionada ley, así como lo hizo en relación con todo lo demás. Estudiada y puesta en evidencia en nuestros días por el espiritismo, la ley de la reencarnación constituye la clave para la comprensión de muchos de los pasajes del Evangelio, que sin ella parecerían verdaderos despropósitos.


Por medio de esa ley se encuentra la explicación racional de las palabras citadas más arriba, aunque las admitamos como textuales. Dado que esas palabras no pueden aplicarse a la persona de los apóstoles, es evidente que se refieren al futuro reino de Cristo, es decir, a la época en que su doctrina, mejor comprendida, será ley universal. Al expresar que algunos de los allí presentes verían su advenimiento, Él se refería a los que volverían a vivir en esa época. No obstante, los judíos imaginaban que verían todo lo que Jesús anunciaba, y tomaban al pie de la letra sus alegorías.


Por otra parte, algunas de sus profecías se cumplieron en el debido tiempo, tales como la ruina de Jerusalén, las calamidades que ocurrieron a continuación, y la dispersión de los judíos. Pero la visión de Jesús se proyectaba mucho más lejos, de modo que, cuando hablaba del presente, en todos los casos aludía al porvenir.