«Al no poder todos ser convencidos por el mismo género de
manifestaciones espirituales, se han desarrollado médiums de
diferentes variedades. En Estados Unidos los hay que hacen retratos
de personas desde hace mucho tiempo muertas y que ellos jamás han
conocido; y como el parecido es enseguida constatado, las personas
juiciosas que han atestiguado estos hechos no dejan de convertirse.
El más notable de esos médiums es quizá el Sr. Rogers, que ya
hemos citado (vol. I del Spiritualiste, pág. 239), y que por entonces
vivía en Colombus, donde ejercía su profesión de sastre; debemos
agregar que él no tenía otra educación que la de su situación
profesional.
«A propósito de la teoría espiritualista, hombres instruidos han
dicho y repetido: "Recurrir a los Espíritus es sólo una hipótesis; un
examen atento prueba que no es la más racional, ni la más verosímil". A éstos,
sobre todo, ofrecemos a continuación la traducción que abreviamos
de un artículo escrito el 27 de julio último por el Sr. Lafayette R.
Gridley, de Attica (Indiana), a los editores del Spiritual Age (Era
Espiritual), que lo han presentado por entero en su publicación del
14 de agosto.
«En el mes de mayo pasado, el Sr. E. Rogers, de Cardington
(Ohio), que –como sabéis– es médium pintor y hace retratos de
personas que no están más en este mundo, vino a pasar algunos días
en mi casa. Durante su corta permanencia entró en trance, en el
cual
se manifestó un artista invisible que dijo llamarse Benjamín West y que
pintó algunos bellos retratos de tamaño natural, así como otros
menos satisfactorios.
«He aquí algunas particularidades relativas a dos de esos retratos.
Han sido pintados por el mencionado E. Rogers en una habitación
oscura, en mi casa, en el corto intervalo de una hora y treinta
minutos, de los cuales alrededor de media hora transcurrió sin que el
médium fuese influenciado, y que aproveché para examinar su
trabajo, que todavía no estaba concluido. Rogers entró nuevamente
en trance y terminó esos retratos. Entonces, y sin ninguna indicación
en cuanto a los sujetos así representados, uno de los retratos fue
enseguida reconocido como el de mi abuelo Elisha Gridley; mi
esposa, mi hermana, la señora Chaney, y luego mi padre y mi madre,
todos fueron unánimes en encontrar un gran parecido: es un
facsímile de mi abuelo anciano, con todas las particularidades de su
cabellera, de su cuello de camisa, etc. En cuanto al otro retrato,
ninguno de nosotros lo reconoció; por eso lo colgué en mi negocio, a
la vista de los transeúntes, y allí quedó una semana sin que nadie lo
haya reconocido. Esperábamos que alguien nos dijera que él era un
antiguo habitante de Attica. Y cuando perdía la esperanza de saber a
quién había querido pintar, una noche, habiendo formado un Círculo
espiritualista en mi casa, se manifestó un Espíritu y me dio la
siguiente comunicación:
"Mi nombre es Horace Gridley. Hace más de cinco años que he
dejado mis restos mortales. Viví varios años en Natchez
(Mississippi), donde ocupé el puesto de sheriff. Mi único hijo vive
allí. Soy primo de vuestro padre. Podéis obtener otras informaciones
sobre mí dirigiéndoos a vuestro tío, el Sr. Gridley, de Brownsville
(Tennessee). El retrato que tenéis en vuestro negocio es el mío, en la
época en que yo vivía en la Tierra, poco tiempo antes de pasar a esta
otra existencia más elevada, más feliz y mejor; él se me parece, al
menos tanto como pude retomar mi fisonomía de entonces, porque
esto es indispensable cuando nos pintan; al recordarnos de la misma,
lo hacemos lo mejor que podemos y según lo permitan las
condiciones del momento. El retrato en cuestión no está terminado como yo lo hubiera deseado; hay
algunas ligeras imperfecciones que el Sr. West dijo que provenían
de las condiciones en las que se encontraba el médium. Sin
embargo, enviad este retrato a Natchez para examinarlo; creo que lo
reconocerán".
«Los hechos mencionados en esta comunicación eran
perfectamente ignorados por mí, así como de todos los habitantes de
nuestra localidad. Sin embargo, una vez –hace varios años– yo había
escuchado decir que mi padre había tenido un pariente en algún
lugar de esa parte del valle del Mississippi; pero ninguno de
nosotros sabía el nombre de ese pariente, ni el lugar donde había
vivido, ni incluso si él estaba muerto; solamente después de varios
días es que supe a través de mi padre (que vivía en Delphi, a
cuarenta millas de aquí) cuál había sido el lugar de residencia de su
primo, del que no había escuchado hablar desde hacía casi sesenta
años. De ningún modo habíamos pensado en pedir retratos de
familia; sencillamente yo había puesto delante del médium una nota
escrita que contenía los nombres de una veintena de antiguos
habitantes de Attica que habían partido de este mundo, y decidimos
obtener el retrato de alguno de ellos. Por lo tanto, pienso que todas
las personas razonables han de admitir que ni el retrato, ni la
comunicación de Horace Gridley han podido resultar de una
transmisión de pensamiento de nosotros hacia el médium; además,
es cierto que el Sr. Rogers nunca ha conocido a ninguno de los dos
hombres de los cuales ha hecho los retratos, y muy probablemente
jamás había escuchado hablar de ellos, porque él es inglés de
nacimiento; vino a América hace diez años y nunca ha ido más al
sur que Cincinnati, mientras que Horace Gridley –por lo que sé–
jamás ha venido más al norte que Memphis (Tennessee), en los
últimos treinta o treinta y cinco años de su vida terrestre. Ignoro si
alguna vez ha visitado Inglaterra; pero esto no habría podido ser sino
antes del nacimiento de Rogers, porque éste no tiene más que
veintiocho a treinta años. En cuanto a mi abuelo, muerto hace
aproximadamente diecinueve años, nunca salió de los Estados
Unidos, y de ninguna manera su retrato pudo haber sido hecho.
«Desde que recibí la comunicación que he transcrito
anteriormente, escribí al Sr. Gridley, de Brownsville, y su respuesta
vino a corroborar lo que nos había enseñado la comunicación del
Espíritu; además, encontré el nombre del único hijo de Horace
Gridley que es la Sra. L. M. Patterson, aún residente en Natchez,
donde su padre vivió por mucho tiempo, y que murió –según piensa
mi tío– hace alrededor de seis años, en Houston (Texas).
«Entonces le escribí a la Sra. Patterson –mi prima recientemente
descubierta– y le envié una copia daguerrotipada del retrato que nos
decían ser el de su padre. En la carta a mi tío de Brownsville yo no
había dicho nada del objeto principal de mis averiguaciones, y
tampoco dije nada a la Sra. Patterson: ni por qué yo le enviaba ese retrato, ni cómo lo
había obtenido, ni quién era la persona allí pintada; simplemente le
preguntaba a mi prima si en él reconocía a alguien. Ella respondió
que no podía ciertamente decirme de quién era ese retrato, pero me
aseguraba que se parecía a su padre en la época de su muerte.
Enseguida le escribí que nosotros también lo habíamos tomado
como si fuese el retrato de su padre, pero sin decirle cómo lo
habíamos obtenido. En esencia, la respuesta de mi prima decía que
en la copia daguerrotipada que le había enviado, todos habían
reconocido a su padre antes de que yo le hubiera dicho que era él
que estaba pintado. Mi prima se quedó muy sorprendida de que yo
tuviera un retrato de su padre, cuando ella misma nunca había tenido
alguno, y de que su padre jamás le hubiese dicho que él había
mandado hacer su retrato por quienquiera que fuese. Ella nunca
hubiera creído que existiese alguno. Se mostró muy satisfecha con lo
que le envié, sobre todo por causa de sus hijos, que tienen mucha
veneración por la memoria de su padre.
«Entonces le envié el retrato original, autorizándola a guardarlo si
así lo deseaba; pero aún no le dije cómo lo había obtenido. Los
principales pasajes de la respuesta que me escribió son los
siguientes:
"He recibido vuestra carta, así como el retrato de mi padre que me
permitís guardar; él está bastante parecido, tiene mucha similitud; y
como nunca he tenido un retrato de él, lo guardo, ya que lo
consentís; lo acepto con mucho reconocimiento, aunque me parezca
que mi padre era más bonito, cuando se encontraba con buena
salud".
«Antes de la recepción de las dos últimas cartas de la señora
Patterson, las circunstancias quisieron que el Sr. Hedges –que
actualmente reside en Delphi, pero en otro tiempo morador de
Natchez– y que el Sr. Ewing, llegado recientemente de Vicksburg
(Mississippi), viesen el retrato en cuestión y lo reconocieran como
siendo el de Horace Gridley, con quien ambos habían tenido
relación.
«Pienso que estos hechos tienen mucha significación como para
dejarlos pasar en silencio, y he creído un deber comunicároslos para
ser publicados. Os aseguro que al escribir este artículo he tomado
mucho cuidado para que todo esté correcto en el mismo.»
Nota – Ya conocemos a los médiums dibujantes; además de los
notables dibujos, de los cuales hemos dado una muestra, pero que
nos describen cosas cuya exactitud no podemos verificar, hemos
visto ejecutar ante nuestros ojos –a través de médiums
completamente ajenos a este arte– bocetos muy reconocibles de
personas muertas a las que ellos nunca habían conocido; pero de ahí
a un retrato pintado dentro de las reglas, hay una gran distancia. Esta
facultad se relaciona con un fenómeno muy curioso del cual somos
testigo en este momento, y del que hablaremos próximamente.