EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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18. El pasaje que dice: “El Señor se paseaba por el paraíso, a la tarde, cuando se levanta una brisa suave”, resulta una imagen ingenua y un tanto pueril, que la crítica no dejó de resaltar; pero no tiene nada que deba sorprender, si nos remitimos a la idea que los hebreos de los tiempos primitivos se hacían de la Divinidad. Para esas inteligencias limitadas, incapaces de concebir abstracciones, Dios debía tener una forma concreta, y ellos referían todo a la humanidad, como el único punto conocido. Por eso Moisés les hablaba como a niños, mediante imágenes concretas. En este caso, se trata de la personificación del poder soberano, como los paganos personificaban mediante figuras alegóricas las virtudes, los vicios y las ideas abstractas. Más tarde, los hombres despojaron a la idea de la forma, a semejanza del niño que al convertirse en adulto busca el sentido moral de los cuentos con que lo acunaron. Por lo tanto, debemos considerar ese pasaje como una alegoría que representa a la Divinidad protegiendo en persona a los objetos de su creación. El gran rabino Wogue lo tradujo de la siguiente manera: “Oyeron la voz del Eterno Dios, que recorría el jardín del lado de donde viene el día”.