MANUAL PRÁCTICO DE LAS MANIFESTACIONES ESPIRITISTAS

Allan Kardec

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Son ignorantes, maliciosos, inconsecuentes y falaces. Se meten en todo, responden a todo, y no se preocupan gran cosa de la verdad. Les gusta causar pequeñas penas y pequeñas alegrías, promover enredos, e inducir maliciosamente a error, por mistificaciones y travesuras. A esta clase pertenecen los Espíritus vulgarmente designados con los nombres de duendes, trasgos, gnomos, diablejos... Están bajo la dependencia de los Espíritus superiores, que los emplean con frecuencia como nosotros empleamos a nuestros sirvientes o peones. Parecen estar, más que otros, apegados a la materia, y ser los agentes principales de las vicisitudes de los elementos del globo, sea que habiten el aire, el agua, el fuego, los cuerpos duros o las entrañas de la tierra. Manifiestan siempre su presencia por efectos sensibles, tales como golpes, movimientos y desplazamiento anormal de objetas o cuerpos sólidos, agitación del aire, etc., lo que les ha valido el nombre de Espíritus golpeadores o perturbadores. Se reconoce que estos fenómenos no son debidos a una causa fortuita y natural, cuando tienen carácter intencional o inteligente. Todos los Espíritus pueden producir estos fenómenos pero los Espíritus elevados, en general, los dejan al cuidado de los Espíritus inferiores, más aptos para las cosas materiales que para las espirituales. En sus comunicaciones con los hombres, su lenguaje es, algunas veces, espiritual y atildado, pero casi siempre sin meollo; usan mucho los equívocos, que emplean en frases mordaces y satíricas. Si se presentan con nombres supuestos, es más por malicia que por maldad.