EL LIBRO DE LOS MÉDIUMS

Allan Kardec

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286. No podría encarecerse bastante la importancia que debe darse al modo de hacer las preguntas, y más aun a la naturaleza de ellas. Dos cosas deben considerarse en las que se dirigen a los Espíritus: la forma y el fondo. Con respecto a la forma deben ser redactadas con claridad y precisión, evitando las preguntas complejas. Pero hay otro punto no menos importante: es el orden que debe presidir para su colocación. Cuando un asunto requiere una serie de preguntas es necesario que se encadenen con método, de manera que dimanen naturalmente las unas de las otras; los Espíritus responden a ellas con mucha más facilidad y con más claridad que cuando se hacen al acaso, pasando sin transición de un objeto al otro. Por esta razón es siempre útil prepararlas con anticipación, sin prejuicio de intercalar durante la sesión las que provengan de las circunstancias. Además de que la redacción debe ser mejor cuando se hace con calma, este trabajo preparatorio es, como lo hemos dicho ya, una especie de evocación anticipada a la que el Espíritu puede haber asistido y disponerse a responder. Se notará que muy a menudo el Espíritu responde anticipadamente a ciertas demandas, lo que prueba que ya tenía de ellas conocimiento anticipado.


El fondo de la cuestión requiere una atención aún más seria, porque la naturaleza de la pregunta provoca a menudo una respuesta justa o falsa; hay algunas a la que los Espíritus no pueden o no deben responder por motivos que nos son desconocidos; es, pues, inútil, insistir; pero lo que se debe evitar, sobre todo, son las preguntas hechas con el fin de poner su perspicacia a prueba. Cuando una cosa existe se dice que deben saberla; pues precisamente porque vosotros conocéis la cosa o que tenéis los medios de comprobarla vosotros mismos, es por lo que no se toman el trabajo de responder; esta sospecha les incomoda y no se obtiene nada satisfactorio. ¿No tenemos todos los días ejemplos entre nosotros? Hombre superiores que tienen conciencia de lo que valen, ¿se ocuparían en contestar a todas las preguntas necias que tuviesen por objeto el someterles a un examen, como a los estudiantes? El deseo de hacer un adepto de tal o cual persona no es un motivo para los Espíritus de satisfacer una vana curiosidad; saben que la convicción llegara pronto o tarde y los medios que ellos emplean para conducirle no son siempre los que nosotros pensamos.


Suponeos un hombre grave ocupado en cosas útiles y formales, incesantemente atormentado por las pueriles demandas de un niño, y tendréis una idea de los que deben pensar los Espíritus superiores de todas las simplezas que se les dice. No se sigue de esto que no pueden obtenerse de parte de los Espíritus noticias útiles y sobre todo muy buenos consejos, pero ellos contestan más o menos bien, según los conocimientos que ellos mismos poseen, el interés que nosotros merecemos de su parte y el afecto que nos tienen y, en fin, según el objeto que se proponen y la utilidad que ellos ven en el asunto; pero si todo nuestro pensamiento se limita a creerles más aptos que a los otros para darnos una reseña útil sobre las cosas de este mundo, no pueden tener por nosotros una profunda simpatía; desde entonces sólo hacen apariciones muy cortas, y a menudo, siguiendo el grado de su imperfección, atestiguan su mal humor por haberles incomodado inútilmente.