Revista espírita — Periódico de estudios psicológicos — 1858

Allan Kardec

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Uno de nuestros suscriptores, el Sr. Ch. Renard, de Rambouillet, nos ha dirigido la siguiente carta:


«Señor y digno hermano en Espiritismo: leo o, mejor dicho, devoro con un placer indecible los números de vuestra Revista, a medida que los recibo. Esto no es sorprendente de mi parte, considerando que mis padres eran adivinos de generación en generación. Una de mis tías abuelas había incluso sido condenada a la hoguera por contumaz en el crimen de Vauldrie y por asistente al sabat; ella sólo evitó la hoguera refugiándose en la casa de una de sus hermanas, abadesa de religiosas de clausura. Esto hizo que yo heredase algunas migajas de Ciencias ocultas, lo que no me ha impedido de pasar por la creencia en el materialismo –si es que ahí existe fe– y por el escepticismo. En fin, cansado, enfermo de negación, las obras del célebre extático Swedenborg me condujeron a la verdad y al bien; al volverme también extático, me aseguré ad vivum de las verdades que los Espíritus materializados de nuestro globo no pueden comprender. He tenido comunicaciones de toda especie: hechos de visibilidad, de tangibilidad, de aportes de objetos perdidos, etc. Buen hermano, ¿tendríais la bondad de insertar la siguiente nota en uno de vuestros números? Ciertamente no es por amor propio, sino debido a mi condición de francés.


«Las pequeñas causas producen a veces grandes efectos. Aproximadamente en 1840 conocí al Sr. Cahagnet, tornero ebanista, que había venido a Rambouillet por razones de salud. En mi aprecio a este obrero –fuera de lo común por su inteligencia–, lo inicié en el magnetismo humano; un día le dije: Tengo casi la certeza de que un sonámbulo lúcido está apto para ver las almas de los que han fallecido y con ellas entablar conversación; él se quedó sorprendido. Lo estimulé a que hiciera esta experiencia cuando encontrase un sonámbulo lúcido; tuvo éxitos y publicó un primer volumen de experiencias de necromancia, seguido de otros volúmenes y opúsculos que en América han sido traducidos con el título de Telégrafo Celestial (Télégraphe céleste). Después el extático Davis publicó sus visiones y averiguaciones sobre el mundo espírita. Franklin hizo investigaciones que desembocaron en manifestaciones y en comunicaciones más fáciles que en otros tiempos. En los Estados Unidos, las primeras personas de las que él se sirvió como mediadoras fueron la señora viuda de Fox y sus dos hijas. Hay una coincidencia demasiado singular entre este nombre y el mío, ya que la palabra inglesa fox significa en francés renard (zorro).


«Hace mucho tiempo que los Espíritus me habían dicho que era posible comunicarse con los Espíritus de otros globos y recibir de ellos dibujos y descripciones. Expuse esto al Sr. Cahagnet, pero él no fue más lejos que nuestro satélite.


«Estoy a vuestra disposición, etc.»


CH. RENARD

Nota – La cuestión de prioridad en materia de Espiritismo es, indiscutiblemente, una cuestión secundaria; pero no es menos notable que desde la importación de los fenómenos americanos, una multitud de hechos auténticos –ignorados por el público– han revelado la producción de fenómenos semejantes, tanto en Francia como en otros países de Europa, en una época contemporánea o anterior. Es de nuestro conocimiento que muchas personas se ocupaban de comunicaciones espíritas bien antes de que fuera tratada la cuestión de las mesas giratorias, y nosotros tenemos prueba de esto con fechas precisas. El Sr. Renard parece ser de este número, y según él sus ensayos no habrían sido ajenos a los que han sido hechos en América. Registramos su observación como interesante para la historia del Espiritismo y a fin de probar, una vez más, que esta ciencia tiene sus raíces en el mundo entero, lo que quita toda posibilidad de éxito a los que desearían oponerle una barrera. Si la sofocan en un punto, renacerá más vivaz en otros cien, hasta el momento en que –ya no siendo más posible la duda– ha de ocupar su lugar entre las creencias usuales; entonces, será realmente preciso que sus adversarios, quiéranlo o no, se resignen.

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