El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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CONOCIMIENTO DEL PORVENIR

868. ¿Puede ser revelado el porvenir al hombre?

«En principio el porvenir está oculto para él, y sólo en casos raros y excepcionales Dios permite su revelación».

869. ¿Con qué objeto se le oculta el porvenir al hombre?

«Si el hombre conociese el porvenir, descuidaría la idea y no obraría con la libertad actual; porque le dominaría la idea de que. si una cosa ha de suceder, no debe ocuparse de ella, o bien procuraría estorbarla. Dios no ha querido que así fuese, con el fin de que cada uno contribuyese a la realización de las cosas, aun de aquellas a que quisiera oponerse. Así, pues, tú preparas con frecuencia, y sin sospecharlo, los acontecimientos que tendrán lugar durante el curso de tu vida».

870. Puesto que es útil que esté oculto el porvenir, ¿por qué permite Dios su revelación en ciertas ocasiones?

«Sucede eso cuando semejante conocimiento anticipado debe facilitar, en vez de estorbar, el cumplimiento de la cosa, induciendo a obrar de modo distinto que no se hubiese obrado sin tener aquel conocimiento. Con frecuencia, además, es una prueba. La perspectiva de un suceso puede sugerir pensamientos más o menos buenos. Si un hombre debe saber, por ejemplo, que recibirá una herencia con que no contaba, podrá ser solicitado por el sentimiento de codicia, por el placer de aumentar sus goces terrestres, por el deseo de poseer antes, anhelando acaso la muerte de aquel que ha de legarle la fortuna, o bien semejante perspectiva le despertará buenos sentimientos y pensamientos generosos. Si la predicción no se cumple, es otra prueba, la del modo cómo sobrellevará el desengafio; pero no dejará por eso de tener el mérito o demérito de los pensamientos buenos o malos, que la creerícia en el acontecimiento le ha sugerido».

871. Puesto que Dios lo sabe todo, sabe igualmente si un hombre sucumbirá o no en una prueba determinada. ¿Cuál es entonces la necesidad de esa prueba, puesto que respecto de tal hombre, nada puede enseñarle a Dios que ya no sepa?

«Tanto valdría preguntar por qué Dios no ha creado al hombre perfecto y completo (119); por qué el hombre pasa por la infancia antes de llegar a ser adulto. (379) El objeto de la prueba no es el de instruir a Dios sobre el tal hombre; porque Dios sabe perfectamente lo que vale aquél, sino el de dejarle toda la responsabilidad de su acción, puesto que es libre de ejecutarla o no ejecutarla. Pudiendo el hombre elegir entre el bien y el mal, la prueba produce el efecto de ponerle en lucha con la tentación del mal, dejándole todo el mérito de la resistencia. Luego, aunque Dios sepa muy bien de antemano si triunfará o no, no puede en su justicia, ni castigarle ni recompensarle por un acto no realizado aún». (258)

Lo mismo sucede entre los hombres. Por capaz que sea un aspirante, cualquiera que sea la certeza que se tenga de que triunfará, no se le confiere grado alguno sin examen, es decir, sin prueba. De igual manera el juez no condena al acusado sino en virtud de un hecho consumado, y no por previsión de que puede o dehe consumarlo.

Mientras más se reflexiona sobre las consecuencias que resultarian para el hombre del conocimiento del porvenir, más se comprende lo sabia que ha sido la Providencia en ocultárselo. La certeza de un acontecimiento feliz le sumiría en la inacción; en el abatimiento la de uno desgraciado, y en ambos casos quedarían paralizadas sus fuerzas. He aquí por qué el porvenir no le es revelado al hombre más que como un fin que debe alcanzar con sus esfuerzos; pero ignorando la serie de peripecias porque ha de pasar para lograrlo. El conocimiento de todos los accidentes del camino le privaría de iniciativa y del uso de su libre albedrío, y se dejaría deslizar por la pendiente fatal de los sucesos, sin ejercer sus facultades. Seguros del éxito de una cosa, no nos ocupamos más de ella.