El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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CAPÍTULO VII
REGRESO A LA VIDA CORPORAL

Preludios del regreso. —Unión del alma y del cuerpo. Aborto. —Facultades morales e intelectuales del hombre.
—Influencia del organismo. —Idiotismo, locura. —De la infancia. —Simpatías y antipatías terrestres.
—Olvido del pasado.


Preludios del regreso.

330. ¿Los espíritus conocen la época en que se reencarnarán?

«La presienten, como el ciego siente el fuego a que se aproxima. Saben que han de volver a tomar cuerpo, como sabéis vosotros que habéis de morir un dia, sin saber cuándo sucederá». (166.)

—¿Es, pues, la reencarnación una necesidad de la vida espiritista, como la muerte lo es de la vidá corporal?

«Justamente es así».

331. ¿Todos los espíritus se ocupan de su reencarnación?

«Los hay que ni siquiera piensan en ella, ni la comprenden, lo que depende de su naturaleza más o menos adelantada. Para algunos es un castigo la incertidumbre en que están de su porvenir».

332. ¿Puede el espíritu apresurar o retardar el momento de su encarnación?

«Puede apresurarlo, solicitándolo con sus oraciones y puede también retardarlo, si retrocede ante la prueba; porque entre los espíritus los hay cobardes e indiferentes; pero no lo hace impunemente, pues sufre en consecuencia, como el que retrocede ante un remedio saludable que puede curarle».

333. Si un espíritu se considerase bastante feliz en una condición mediana entre los espíritus errantes, y si no ambicionase elevarse más, ¿podría prolongar indefinidamente semejante estado?

«Indefinidamente no, pues el progreso es una necesidad que tarde o temprano experimenta el espíritu. Todos deben ascender; este es su destino».

334. La unión del alma a tal o cual cuerpo, ¿está predestinada, o sólo en el último instante se hace la elección?

«El espíritu está destinado con antelación. Escogiendo la prueba que quiere sufrir, el espíritu solicita encarnarse, y Dios, que lo sabe y ve todo, ha sabido anticipadamente que tal alma se unirá a tal cuerpo».

335. ¿Tiene el espíritu la elección del cuerpo en que ha de entrar, o solamente la del género de vida que le ha de servir de prueba?

«Puede elegir también el cuerpo; porque las imperfecciones de éste son pruebas que favorecen su progreso, si vence los obstáculos que en él encuentra; pero no siempre depende de él la elección. Puede pedirla».

—¿Podría desistir el espíritu, en el último momento de entrar en el cuerpo elegido por él?

«Si desistiese sufriría por ello mucho más que aquel que ninguna prueba hubiese intentado».

336. ¿Podría suceder que un niño que hubiera de nacer, no encontrase espíritu que quisiese encarnarse en él?

«Dios proveería entonces. Cuando el niño ha de nacer viable. está siempre predestinado a tener un alma, pues nada ha sido creado sin propósito».

337. ¿Puede ser impuesta por Dios la unión del espíritu a un cuerpo determinado?

«Puede ser impuesta lo mismo que las otras pruebas, so bre todo, cuando el espíritu no es apto aún para elegir con conocimiento de causa. Por vía de expiación, el espíritu puede ser obligado a unirse al cuerpo de un niño que, por su nacimiento y la posición que ocupará en el mundo, podrá ser objeto de castigo».

338. Si aconteciese que muchos espíritus se presentasen para el mismo cuerpo que ha de nacer, ¿qué decidirían entre ellos?

«Muchos pueden pedirlo, y Dios juzga en semejante caso el que es más capaz de cumplir la misión a que está destinado el niño; pero, te digo, que el espíritu está designado antes del momento de unirse al cuerpo».

339. ¿Acompaña al momento de la encarnación una turbación semejante a la que tiene lugar a la salida del cuerpo?

«Mucho mayor y sobre todo más prolongada. Al morir el espíritu sale de la esclavitud, al nacer entra en ella».

340. ¿El instante en que un espíritu ha de encarnarse es solamente para él? ¿Realiza este acto como cosa grave e importante?

«Viene a ser como un viajero que se embarca para una travesía peligrosa, y que ignora si hallará la muerte en medio de las olas que desafía».

El viajero que se embarca sabe a qué peligros se expone; pero ignora si naufragará. Así sucede al espíritu, conoce la clase de pruebas a que se somete; pero ignora si sucumbirá.

Del mismo modo que la muerte del cuerpo es una especie de renacimiento para el espíritu, la reencarnación es para éste una especie de muerte, o mejor de destierro o clausura. Abandona el mundo de los espíritus por el corporal, como el hombre abandona el mundo corporal por el de los espíritus. El espíritu sabe que se reencarnará, como el hombre que morirá; pero como este último, aquél no tiene conciencia de ello hasta el postrer instante, cuando llega el tiempo deseado. Entonces, en aquel momento supremo, se apodera de él la turbación como del hombre que agoníza, turbación que dura hasta que la nueva existencia está completamente formada. Los preludios de la reencarnación son una especie de agonía para el espíritu.

341. La incertidumbre del espíritu sobre la eventualidad del éxito de las pruebas que va a sufrir en la vida, ¿es causa de ansiedad antes de la encarnación?

«Ansiedad muy grande, puesto que las pruebas de la existencia no adelantarán o retardarán, según las soporte bien o mal».

342. En el momento de la reencarnación, ¿está acompañado el espíritu de otros espíritus amigos que asisten a su partida del mundo espiritista, como salen a su encuentro cuando regresa?

«Depende de la esfera en que habita el espíritu. Si se encuentra en la esfera donde reina el afecto, los espíritus que le aman le acompañan hasta el último momento, le animan y a veces hasta le siguen en la vida».

343. Los espíritus amigos que nos siguen en la.vida, ¿son los que a veces vemos en sueños, que nos demuestran afecto y que se nos presentan bajo formas desconocidas?

«A menudo son ellos que vienen a visitarnos como vosotros, vais a ver al prisionero».

Unión del alma y del cuerpo. Aborto.

344. ¿En qué momento se une el alma al cuerpo?

«La unión empieza en la concepción; pero no es completa hasta el momento del nacimiento. Desde el instante de la concepción, el espíritu designado para habitar en un cuerpo determinado se une a él por un lazo fluídico, que se va estrechando poco a poco, hasta que el niño sale a luz. El grito que lanza entonces anuncia que pertenece al número de los vivientes y servidores de Dios».

345. ¿La unión del espíritu y del cuerpo es definitiva desde el momento de la concepción? Durante este primer período, ¿podría el espíritu renunciar a habitar en aquel cuerpo?

«La unión es definitiva en el sentido de que otro espíricu no podría reemplazar al designado para aquel cuerpo; pero, como los lazos que a él le unen son muy débiles, fácilmente se rompen y pueden serlo por la voluntad del espíritu que retrocede ante la prueba que ha elegido; pero entonces no vive el niño».

346. ¿Qué sucede al espíritu, si el cuerpo que ha escogido muere antes de nacer?

«Escoge otro».

—¿Qué utilidad pueden tener esas muertes prematuras?

«Las imperfecciones de la materia son las más frecuentes causas de semejantes muertes».

347. ¿Qué utilidad puede tener para el espíritu su encarnación en un cuerpo, que muere pocos días después del nacimiento?

«El ser no tiene conciencia bastante desarrollada de su existencia; la importancia de la muerte es casi nula, y como hemos dicho, es con frecuencia una prueba. para los padres».

348. ¿Sabe anticipadamente el espíritu que el cuerpo elegido no tiene probabilidades de vida?

«Lo sabe a veces; pero si por este motivo lo escoge, retrocede ante la prueba».

349. Cuando una encarnación es improductiva para el espíritu, por una causa cualquiera, ¿es suplida inmediata-mente por otra existencia?

«No siempre inmediatamente, pues el espíritu necesita tiempo para escoger de nuevo, a menos que la reencarnación instantánea no provenga de una determinación anterior».

350. Unido el espíritu al cuerpo del niño y no pudiendo ya desistir, ¿siente a veces la elección que ha hecho?

«¿Quieres decir si se queja como hombre de su vida? ¿Si la cambiaría por otra? Si ¿Quieres decir si siente la elección que ha hecho? No, puesto que ignora que la haya elegido. Encarnado el espíritu, no puede sentir una elección de la que no tiene conciencia; pero puede encontrar muy pesada la carga, y si la cree superior a sus fuerzas, entonces acude al suicidio».

351. En el intervalo de la concepción al nacimiento, ¿disfruta el espíritu de todas sus facultades?

«Más o menos según la época; porque no está aún encarnado, sino ligado. Desde el momento de la concepción, la turbación empieza a apoderarse del espíritu, advirtiéndo sele de este modo que ha llegado el momento de tomar una nueva existencia. La turbación va aumentando hasta el nacimiento, y en este intervalo su estado es poco más o menos el de un espíritu encarnado, durante el sueño del cuerpo. A medida que se aproxima el acto del nacimiento, bórranse sus ideas y el recuerdo del pasado, del cual cesa, como hombre, de tener conciencia así que entra en la vida; pero este re-cuerdo lo recobra poco a poco en su estado de espíritu».

352. En el acto del nacimiento, ¿recobra inmediatamente el espíritu la plenitud de sus facultades?

«No, se desarrolla gradualmente con los órganos. Se trata de una nueva existencia y es preciso que aprenda a servirse de sus instrumentos. Las ideas le acuden poco a poco, como sucede al hombre que se despierta y que se encuentra en distinta posición de la que tenía antes de dormirse».

353. No consumándose completa y definitivamente, hasta después del nacimiento, la unión del espíritu y del cuerpo, ¿puede considerarse al feto como dotado de alma?

«El espíritu que debe animarlo existe en cierto modo fuera de él y propiamente hablando, no tiene, pues, un alma, puesto que la encarnación está sólo en vías de operarse; pero está ligado a la que ha de escoger».

354. ¿Cómo se explica la vida intrauterina?

«Es la vida de la planta que vegeta. El niño vive la vida animal. El hombre reúne en si la vida animal y la vegetal que completa, al nacer, con la espiritual».

355. ¿Existen, según indica la ciencia, ninos que, desde el seno de la madre, no han nacido viables? ¿Con qué objeto sucede así?

«Sucede a menudo, y Dios lo permite como prueba, ya para los padres, ya para el espíritu destinado a aquel cuerpo».

356. ¿Hay niños que nacen muertos y que no han sido destinados a la encarnación de ningún espíritu?

«Sí, los hay que nunca han tenido un espíritu destinado para su cuerpo, pues nada debía realizarse respecto de ellos. Semejante niño viene únicamente para expiación de sus padres».

—Un ser de esta naturaleza, ¿puede llegar al tiempo normal?

«A veces si pero entonces no vive».

—Todo niño que sobrevive, pues, al nacimiento, ¿tiene necesidad de un espíritu encarnado?

«¿Qué sería si no lo tuviese? No sería un ser humano».

357. ¿Qué consecuencias tiene el aborto para el espíritu? «Es una existencia nula que debe volverse a empezar».

358. ¿Es un crimen el aborto provocado, cualquiera que sea la época de la concepción?

«Desde el momento que violáis la ley de Dios, existe crimen. La madre u otro cualquiera que sea, comete siempre un crimen, quitando la vida al niño antes del nacimiento; porque impide al alma soportar las pruebas, cuyo instrumento había de ser el cuerpo».

359. En el caso de que corriese peligro la vida de la madre a consecuencia del nacimiento del niño, ¿es un crimen sacrificar a éste para salvar a aquélla?

«Es preferible sacrificar al ser que no existe que no al que existe».

360. ¿Es racional guardar al feto las mismas consideraciones que al cuerpo de un niño, que hubiese vívido?

«En todo ved la voluntad de Dios y su obra, y no tratéis, pues, con ligereza cosas que debéis respetar. ¿Por qué no se han de respetar las obras de la creación, incompletas a veces por voluntad del Creador? Esto entra en sus designios, y a juzgar de ellos no está llamado nadie».

Facultades morales e intelectuales del hombre.

361. ¿De dónde vienen al hombre las buenas o malas cualidades morales?

«Son las del espíritu que en él está encarnado. Mientras más puro es, más dado al bien es el hombre».

—¿Parece que resulta de esto que el hombre de bien es la encarnación de un espíritu bueno, y la de uno malo el hombre vicioso?

«Sí; pero di mejor un espíritu imperfecto, pues de otro modo podría creerse en espíritus que son siempre malos, a los que vosotros llamáis demonios».

362. ¿Cuál es el carácter de los individuos en los cuales se encarnan los espíritus duendes ligeros?

«Atolondrados, traviesos y a veces malhechores».

363. ¿Los espíritus tienen otras pasiones además de las de la humanidad?

«No, pues de otro modo os las hubieran comunicado».

364. ¿Es uno mismo el espíritu que da al hombre las cualidades morales y las intelectuales?

«Ciertamente es el mismo, y las da en proporción al grado a donde ha llegado. El hombre no tiene dos espíritus».

365. ¿Por qué los hombres muy inteligentes, los que revelan tener un espíritu superior, a veces son al mismo tiempo los más radicalmente viciosos?

«Depende de que el espíritu encarnado no es bastante puro, y el hombre cede a la influencia de otros espíritus más malos aún. El espíritu progresa ascendiendo insensiblemente; pero el progreso no tiene lugar simultáneamente en todos sentidos, y en un período puede adelantar científicamente, y en otro moralmente».

366. ¿Qué debe pensarse de la opinión, según la cual las diferentes facultades intelectuales y morales del hombre son producto de otros tantos espíritus diversos en él encarnados, cada uno de los cuales tiene una aptitud especial?

«Reflexionando, se comprende que es absurda. El espíritu debe tener todas las aptitudes, y para poder progresar, le es precisa una voluntad única. Si el hombre fuese una amalgama de espíritus, aquella voluntad no existiría, y no tendría individualidad; porque a su muerte, los espíritus componentes vendrían a ser como un vuelo de pájaros escapados de la jaula. A menudo se queja el hombre de comprender ciertas cosas, y es curioso el ver cómo multiplica las dificultades, cuando tiene a mano una explicación completamente sencilla y natural. También se toma aquí el efecto por la causa, y se hace con el hombre lo que los paganos con Dios. Creían en tantos dioses cuantos fenómenos hay en el universo: pero entre ellos las gentes sensatas no veían en tales fenómenos más que efectos, cuya causa única era un solo Dios».

El mundo fisico y el mundo moral nos ofrecen, bajo este aspecto, numerosos puntos de comparación. Mientras los hombres se han fijado en la apariencia de los fenómenos, se ha creído en la existencia múltiple de la materia; pero hoy se comprende que esos tan variados fenómenos pueden ser muy bien modificaciones únicamente de una sola materia elemental. Las diversas facultades son manifestaciones de una misma causa que es el alma, o espíritu encarnado, y no de muchas almas, como los diferentes sonidos del órgano son producto de una misma especie de aíre, y no de tantas cuantos son los sonidos. Resultaría de este sistema que, cuando el hombre pierde o adquiere ciertas aptitudes e inclinaciones, provendría de la venida o marcha de otros tantos espíritus, lo que haria del hombre un ser múltiple sin individualidad e irresponsable, por lo tanto. Lo contradicen, por otra parte, los numerosos ejemplos de manifestaciones por las cuales prueban los espíritus su personalidad e identidad.

Influencia del organismo.

367. El espíritu, uniéndose al cuerpo, ¿se identifica con la materia?

«La materia no es más que la envoltura del espíritu, como el vestido lo es del cuerpo. El espíritu, uniéndose al cuerpo, conserva los atributos de la naturaleza espiritual».

368. Después de su unión con el cuerpo, ¿el espíritu ejerce con toda su libertad sus facultades?

«La existencia de las facultades depende de los órganos que le sirven de instrumento, y están debilitadas por la rudeza de la materia».

—Según esto, la envoltura material, ¿es un obstáculo a la libre manifestación de las facultades del espíritu, como un vidrio opaco se opone a la libre emisión de la luz?

«Sí, muy opaco».

Puede compararse también la acción de la materia grosera del cuerpo sobre el espíritu, a la de un agua cenagosa que priva de libertad en los movimientos al cuerpo, que en ella está sumergido.

369. El libre ejercicio de las facultades del alma, ¿está subordinado al desarrollo de los órganos?

«Los órganos son los instrumentos de manifestación de las facultades del alma, y la manifestación está subordinada al desarrollo y al grado de perfección de los mismos órganos, como la excelencia de un trabajo, a la de la herramienta».

370. ¿De la influencia de los órganos puede inducirse una analogía entre el desarrollo de los órganos cerebrales y el de las facultades morales e intelectuales?

«No confundáis el efecto con la causa. El espíritu tiene siempre las facultades que le son propias, y no son los órganos los que producen las facultades, sino que éstas determinan el desarrollo de los órganos».

—Según esto, ¿la diversidad de aptitudes en el hombre depende únicamente del estado del espíritu?

«Únicamente no es del todo exacto. Las cualidades del espíritu que puede ser más o menos adelantado, constituyen el principio; pero es preciso tener en cuenta la influencia de la materia, que dificulta el ejercicio de las facultades».

Al encarnarse, el espíritu trae consigo ciertas predisposiciones, y si para cada una de ellas se admite un órgano correspondiente en el cerebro, el desarrollo de los órganos será un efecto y no una causa. Si las facultades tuviesen su principio en los órganos, el hombre seria una máquina sin libre albedrío e irresponsable de sus actos. Sería preciso admitir que los más grandes genios, los sabios, poetas, artistas, no son tales genios sino porque la casualidad les ha dado órganos especiales; de donde se sigue que, sin ellos, no hubieran sido genios, y que el mayor de los imbéciles hubiera podido ser un Newton, un Virgilio o un Rafael, si hubiese estado dotado de ciertos órganos, suposición más absurda aún, cuando se aplica a las cualidades morales. Según este sistema, San Vicente de Paúl, dotado por la naturaleza de tal o cual órgano, hubiera podido ser un malvado, y al mayor de los facinerosos no le faltaría más que un órgano para ser un San Vicente de Paúl. Admitid, por el contrario, que los órganos especiales, si existen. son consecutivos, que se desarrollan con el ejercicio de la facultad. como los músculos con el movimiento, y nada irracional encontraréis. Tomemos una comparación trivial a fuerza de ser exacta. Por ciertas señales fisiognomónicas se conoce el nombre dado a la bebida; pero ¿son aquéllas las que le caracterizan de borracho, o la borrachera la que origina tales señales? Puede decirse que los órganos reciben el sello de las facultades.

Idiotismo, locura.

371. ¿Es fundada la opinión según la cual los cretinos e idiotas tienen un alma de naturaleza inferior?

«No, tienen un alma humana, con frecuencia más inteligente de lo que creéis, y que sufre por la insuficiencia de los medios que tiene para comunicarse, como sufre el mudo: porque no puede hablar».

372. ¿Qué objeto tiene la Providencia, creando seres desgraciados como los cretinos e idiotas?

«Los espíritus que viven en los cuerpos de los idiotas sufren un castigo. Estos espíritus padecen a consecuencia de la contrariedad que experimentan, y por su impotencia en manifestarse por medio de órganos no desarrollados e imperfectos».

—¿No es, pues, exacto decir que los órganos no influyen en las facultades?

«Jamás hemos dicho que los órganos no influyen; influyen, y mucho, en la manifestación de las facultades: pero no las originan. He aquí la diferencia. Un buen músico con un instrumento malo no ejecutará bien, lo cual, sin embargo, no le privará de ser un buen músico».

Es preciso distinguir el estado normal del patológico. En estado normal, la parte moral se sobrepone al obstáculo que le opone la materia; pero hay casos en que la materia ofrece tal resistencia, que las manifestaciones se ven estorbadas o desnaturalizadas, como en el idiotismo y la locura. Estos son casos patológicos, y disfrutando en este estado de toda su libertad el alma, hasta la ley humana releva al hombre de la responsabilidad de sus actos.

373. ¿Qué mérito puede tener la existencia de seres que, no pudiendo hacer ni mal ni bien, como los idiotas y los cretinos, no pueden progresar?

«Es una expiación impuesta al abuso que hayan podido hacer de ciertas facultades; es un tiempo de espera».

—Así, pues, el cuerpo de un idiota, ¿puede contener un espíritu que haya animado a un hombre de genio, en una existencia precedente?

«Sí, el genio se convierte a veces en calamidad. cuando de él se abusa».

La superioridad moral no siempre está en proporción de la intelectual, y los más grandes genios pueden tener mucho que expiar. De aquí procede a menudo que tengan que sobrellevar una existencia Inferior a la que ya han vivido, y también la causa de sus sufrimientos. Las trabas que encuentra el espíritu para sus manifestaciones son como cadenas, que dificultan los movimientos al hombre vigoroso. Puede decirse que el cretino y el idiota están lisiados del cerebro, como el cojo de las piernas y el ciego de los ojos.

374. ¿El idiota tiene en estado de espíritu conciencia de su estado mental?

«Sí, muy a menudo. Comprende que las cadenas que dificultan su vuelo son una prueba y una expiación».

375. ¿Cuál es la situación del espíritu en la locura?

«El espíritu en estado de libertad, recibe directamente sus impresiones y directamente ejerce su acción en la materia; pero encarnado se encuentra en condiciones muy diferentes, y en la necesidad de hacerlo siempre con la ayuda de los órganos especiales. Si una parte o el conjunto de esos órganos está alterado, su acción o sus impresiones, respecto de aquellos órganos, están interrumpidas. Si pierde los ojos, se queda ciego, si el oído, sordo, etcétera. Imagina ahora que el órgano que preside los efectos de la inteligencia y de la voluittad está parcial o completamente atacado o modificado, y te será fácil el comprender que, no teniendo a su disposición el espíritu más órganos incompletos o desnaturalizados, debe resultar una perturbación de la que el espíritu por si mismo, y en su fuero interno, tiene conciencia perfecta; pero cuyo curso no puede por si mismo detener».

—Entonces el que está desorganizado, ¿es siempre el cuerpo y no el espíritu?

«Sí; pero es preciso no perder de vista que, del mismo modo que el espíritu obra en la materia, ésta reacciona sobre aquél hasta cierto punto, y que el espíritu puede encontrarse impresionado momentáneamente por la alteración de los órganos por cuyo medio se manifiesta y recibe sus impresiones. Puede suceder que a la larga, cuando ha durado mucho la locura, la repetición de 198 mismos actos concluya por tener en el espíritu una influencia, de la que no se libra hasta su completa separación de toda impresión material».

376. ¿De dónde procede que la locura arrastra a veces al suicidio?

«El espíritu sufre por la violencia que experimenta y por su impotencia para manifestarse libremente, y por esta razón busca en la muerte un medio de romper sus ligaduras».

377. El espíritu del alienado, ¿se resiente, después de la muerte, del desarreglo de sus facultades?

«Puede resentirse algún tiempo después de la muerte, hasta que esté completamente desprendido de la materia, como el hombre que se despierta se resiente algún tiempo de la turbación en que le tenía el sueño».

378. ¿Cómo puede la alteración del cerebro reaccionar sobre el espíritu, después de la muerte?

«Es un recuerdo. Un peso gravita sobre el espíritu, y como no ha tenido inteligencia de todo lo ocurrido durante su locura, le es preciso siempre cierto tiempo para ponerse al corriente. Por esto, mientras más ha durado la locura, durante la vida, más dura la molestia, la violencia después de la muerte. El espíritu desprendido del cuerpo, se resiente algún tiempo de la impresión de sus ataduras».

De la infancia.

379. El espíritu que anima el cuerpo de un niño, ¿está tan desarrollado como el de un adulto

«Puede estarlo más, si más ha progresado, y sólo la imperfección de los órganos le impide manifestarse. Obra en proporción al instrumento con cuya ayuda puede producirse».

380. En un niño de poca edad el espíritu, fuera del obstáculo que la imperfección de los órganos opone a su libre manifestación, ¿piensa como un niño, o como un adulto?

«Cuando es niño; natural es que, no estando desarrollados los órganos de la inteligencia, no puedan darle toda la intuición de un adulto, y tiene, en efecto, la inteligencia muy limitada, ínterin la razón es madurada por la edad. La turbación que acompaña a la encarnación, no cesa súbitamente en el acto del nacimiento y sólo gradualmente se disipa el desarrollo de los órganos».

Una observación viene en apoyo de esta respuesta, y es la de que los sueños de un niño no tienen el carácter de los de un adulto. Su objeto es casi siempre pueril, indicio de la naturaleza de las preocupaciones del espíritu.

381. A la muerte del niño, ¿recobra el espíritu inmediatamente su vigor primitivo?

«Debe ser así, puesto que está desprendido de su envoltura corporal. No recobra sin embargo, su lucidez primitiva, hasta que la separación es completa, es decir cuando ya no existe lazo alguno entre el espíritu y el cuerpo».

382. ¿El espíritu encarnado sufre, durante la infancia, por la violencia que le hace la imperfección de sus órganos?

«No; este estado es una necesidad, es natural y conforme con las miras de la Providencia. Es un tiempo de descanso para el espíritu».

383. ¿Qué utilidad reporta al espíritu de pasar por el estado de la infancia?

«Encarnándose el espíritu con la mira de perfeccionarse, es más accesible, durante aquel tiempo, a las impresiones que recibe y que pueden favorecer su progreso, al que deben contribuir los que están encargados de su educación».

384. ¿Por qué el llanto es el primer grito del niño?

«Para excitar el interés de la madre y provocar los cuidados que le son necesarios. ¿No comprendes que, si sólo gritase de alegría, nadie se inqúietaría por lo que necesita, cuando no sabe hablar aún? Admirad, pues, en todo la sabiduría de la Providencia».

385. ¿De dónde procede el cambio que se opera en el carácter a cierta edad, particularmente al salir de la adolescencia? ¿Es el espíritu el que se modifica?

«Es el espíritu que recupera su naturaleza y se muestra como era.

»Vosotros no sabéis el secreto que en su inocencia ocultan los niños; no sabéis lo que son, lo que han sido, lo que serán, y los amáis sin embargo, los queréis como si fuesen parte de vosotros mismos, de modo que el amor de una madre hacia sus hijos se reputa como el mayor que puede un ser sentir por otro ser. ¿De dónde procede tan dulce afecto, esa tierna benevolencia que hasta los mismos extraños experimentan respecto del niño? ¿Lo sabéis? No. Yo voy a explicároslo.

»Los niños son seres que Dios envía a nuevas existencias, y para que no puedan acusarle de severidad demasiado grande, les concede todas las apariencias de la inocencia. Hasta en un niño de mala índole, se cubren sus maldades con la inocencia de sus actos. Semejante inocencia no es una superioridad real sobre lo que era antes, no; es la imagen de lo que debiera ser, y si no lo son, sobre ellos únicamente recae la culpa.

»Pero no solamente por ellos les da Dios este aspecto, dáselo también, y sobre todo, por sus padres, cuyo amor es necesario a la debilidad de aquéllos, amor que se amenguaría notablemente a la vista de un carácter áspero y acerbo, al paso que, creyendo a sus hijos buenos y afables, les profesan todo su afecto y les rodean de los más exquisitos cuidados.

»Pero cuando los hijos no han menester ya de esta protección, de esta asistencia que se les ha otorgado, durante quince o veinte años, aparece su carácter real e individual en toda su desnudez, y continúa siendo bueno, si esencialmente era bueno; pero se matiza siempre de los colores que estaban ocultos por la primera infancia.

»Ya veis que las miras de Dios son siempre las mejores. y que cuando se tiene un corazón puro, la explicación es fácil de concebir.

»Figuraos, en efecto, que el espíritu de los niños que nacen entre vosotros, puede venir de un mundo donde ha tomado hábitos diferentes, ¿cómo queréis que existiese en medio de vosotros ese nuevo ser, que viene con pasiones esencialmente distintas de las que tenéis vosotros, con inclinaciones y gustos enteramente opuestos a los vuestros, cómo queréis que se uniese a vuestras filas de otro modo que como Dios lo ha querido, es decir, por el tamiz de la infancia? En ella se confunden todos los pensamientos, todos los caracteres y las variedades de seres engendrados por esa multitud de mundos en los que crecen las criaturas. Y vosotros mismos, al morir, os encontráis en una especie de infancia en medio de nuevos hermanos, y en vuestra nueva existencia no terrestre, ignoráis los hábitos, las costumbres y las reladones de ese mundo nuevo para vosotros, y hablaríais con dificultad una lengua que no estáis acostumbrados a hablar, lengua más viva aún que vuestro pensamiento actual. (319.)

»La infancia tiene otra utilidad. Sólo entran los espíritus en la vida corporal para perfeccionarse, para mejorarse, y la debilidad de la edad primera les hace flexibles, accesibles a los consejos la experiencia y de los que deben hacerles progresar. Entonces es cuando puede reformarse su carácter y reprimir sus malas inclinaciones, y esta es la misión que Dios ha confiado a los padres, misión sagrada de la que habrán de rendir cuentas.

»Así es como la infancia es no sólo útil, necesaria e indispensable, sino que también consecuencia natural de las leyes que Dios ha establecido y que rigen el universo».

Simpatías y antipatías terrestres.

386. Dos seres que se han conocido y amado, ¿pueden volverse a encontrar en una nueva existencia corporal y reconocerse?

«Reconocerse, no, pero sentirse at?aídos el uno al otro, si y a menudo las relaciones íntimas, fundadas en un afecto sincero, no reconocen otra causa. Dos seres son aproximados por circunstancias fortuitas en apariencia; pero que se deben a la atracción de dos espíritus que se buscan por entre la multitud».

—¿No les sería más agradable reconocerse?

«No siempre. El recuerdo de las existencias pasadas tendría inconvenientes más grandes de lo que creéis. Después de la muerte se reconocerán y sabrán el tiempo que han pasado juntos». (392.)

387. ¿La simpatía tiene siempre por principio un conocimiento anterior?

«No. Dos espíritus que se comprenden se buscan naturalmente, sin que como hombres se hayan conocido».

388. Los encuentros que a veces tenemos con ciertas personas, y que se atribuyen a la casualidad, ¿no son efecto de una especie de relaciones simpáticas?

«Existen entre los seres pensadores lazos que vosotros no conocéis aún. El magnetismo es la brújula de esta ciencia que comprenderéis mejor más tarde».

389. ¿De dónde procede la repulsión instintiva que sen-timos por ciertas personas a primera vista?

«Espíritus antipáticos que se comprenden y reconocen sin hablarse».

390. La antipatía instintiva, ¿es siempre una señal de mala índole?

«Dos espíritus no son necesariamente malos; porque no sean simpáticos. La antipatía puede resultar de falta de semejanza en el pensamiento; pero a medida que los espíritus se elevan, se borran las diferencias y desaparece la antipatía».

391. La antipatía entre dos personas, ¿nace primero en aquella cuyo espíritu es más malo, o en la que lo tiene mejor?

«En la una y en la otra; pero las causas y los efectos son diferentes. Un espíritu malo siente antipatía hacia cualquiera que puede juzgarle y descubrirle. Al ver por vez primera una persona, sabe que va a ser contrariado por ella, su desapego se trueca en odio, en celos y le inspira deseos de hacerle mal. El espíritu bueno siente repulsión hacia el malo; porque sabe que no será comprendido y que no participa de los mismos sentimientos. Por fuerte que sea su superioridad, no siente por el otro ni odio ni celos. Se contenta con esquivarlo y compadecerlo».

Olvido del pasado.

392. ¿Por qué pierde el espíritu encarnado el recuerdo de su pasado?

«El hombre no puede ni debe saberlo todo, y así lo quiere Dios en su sabiduría. A no ser por el velo que le oculta ciertas cosas, el hombre sería deslumbrado, como el que pasa sin transición de la oscuridad a la luz. Gracias al olvido del pasado, es más el mismo».

393. ¿Cómo puede ser responsable el hombre de actos y redimir faltas de cuyo recuerdo carece? ¿Cómo puede servirse de la experiencia adquirida en existencias olvidadas? Se concebiría que las tribulaciones de la vida le sirviesen de lección, si recordase lo que pudo inducirle a ellas; pero desde el momento que no lo recuerda, cada existencia le viene a ser como la primera, lo que equivale a tener que empezar siempre. ¿Cómo se concilia esto con la justicia de Dios?

«En cada nueva existencia, el hombre tiene más inteligencia y puede distinguir mejor el bien del mal. ¿Dónde estaría el mérito, si recordase el pasado? Cuando el espíritu regresa a su vida primitiva (la espiritista», toda su vida pasada se descorre ante él; ve las faltas que ha cometido y que son causa de su sufrimiento, y lo que hubiera impe dido cometerlas; comprende que la posición que se le ha señalado es justa, e inquiere entonces la existencia que podría reparar la que acaba de transcurrir. Busca pruebas análogas a aquellas porque ya ha pasado o aquellas luchas que cree propicias a su progreso, y suplica a los espíritus superiores a él que le ayuden en la nueva tarea que emprende; porque sabe que el espíritu que le será dado como guía en la nueva existencia, procurará hacerle reparar sus faltas, proporcionándole una especie de intuición de las que ha cometido. Esta intuición es el pensamiento, el deseo criminal que con frecuencia os asalta y al cual os oponéis instintivamente, atribuyendo la mayor parte de las veces vuestra oposición a los principios que de vuestros padres habéis recibido, siendo así que es la voz de la conciencia que os habla, voz que es el recuerdo del pasado, y que os previene para que no volváis a caer en las faltas que ya habéis cometido. Ya en su nueva existencia el espíritu sufre, si sufre con resignación las pruebas y resiste a ellas, se eleva y asciende en la jerarquía de los espíritus, cuando vuelve a encontrarse entre ellos».

Si no tenemos, durante la vida corporal, un recuerdo exacto de lo que hemos sido y de¡ bien o mal que hemos hecho, en nuestras anteriores existencias, tenemos sí, la intuición, y nuestras tendencias instintivas son una reminiscencia de nuestro pasado, a las cuales nuestra conciencia, que es el deseo que hemos concebido de no cometer las mismas faltas, nos previene que resistamos.

394. En los mundos más adelantados que el nuestro, donde no se vive sujeto a nuestras necesidades físicas y a nuestras enfermedades, ¿comprenden los hombres que son más dichosos que nosotros? La dicha en general es relativa y se la aprecia por comparación con un estado menos feliz. Como en definitiva algunos de esos mundos, aunque mejores que el nuestro, no han llegado a la perfección, los hombres que en ellos habitan deben tener causas especiales de malestar. Entre nosotros, por más que el rÍco no sienta las angustias de las necesidades materiales como el pobre, no deja de tener tribulaciones que amargan su vida. Pues bien, yo pregunto si en su posición los habitantes de esos mundos se creen tan desgraciados como nosotros, y no se quejan de su suerte, no teniendo el recuerdo de una existencia inferior para término de comparación.

«De dos modos diferentes debe responderse a esta pregunta. Hay mundos, entre esos de que tú hablas, cuyos habitantes tienen un recuerdo muy claro y exacto de sus existencias pasadas y como comprenderás, pueden y saben apreciar la dicha que Dios les permite saborear. Pero otros hay, cuyos habitantes, aunque colocados, como tú dices, en mejores condiciones que vosotros, no dejan de tener tan grandes incomodidades y hasta desgracias, y no aprecian su dicha por lo mismo que no recuerdan un estado más infeliz aún. Pero, si como hombres no la aprecian, la aprecian como espíritus».

¿No se ve en el olvido de las existencias pasadas, sobre todo cuando han sido penosas, algo de providencial donde se revela la divina sabiduría? En los mundos superiores, cuando el recuerdo de las existencias desgraciadas no pasa de ser un mal sueño, es donde se presentan a la memoria. ¿Acaso, en los mundos inferiores el recuerdo de las desgracias sufridas no aumentaría las actuales? Concluyamos, pues, de esto, que bien hecho está todo lo que Dios ha hecho, y que no nos incumbe el criticar sus obras y decir el modo cómo debiera haber arreglado el universo.

El recuerdo de nuestras anteriores individualidades traería graves inconvenientes, pues podria, en ciertos casos, humillarnos extraordinariamente, y en otros, exaltar nuestro orgullo y esclavizar por lo mismo nuestro libre albedrío. Para mejorarnos, nos ha dado Dios precisamente lo que nos es necesario y bastante: la voz de la conciencia y las tendencias instintivas, y nos priva de lo que podría perjudicarnos. Añada mos ademá que si conservásemos el recuerdo de nuestros actos personales anteriores, conservaríamos igualmente el de los actos de los otros, conocimiento que podría originar las más desagradables consecuencias en las relaciones sociales. No pudiendo gloriamos siempre de nuestro pasado, es una dicha muy a menudo el que sobre él se haya corrido un velo. Esto concuerda perfectamente con la doctrina de los espíritus sobre los mundos superiores al nuestro. En ellos donde el bien impera, nada penoso es el recuerdo del pasado, y por eso allí se recuerda la existencia precedente, como recordamos nosotros lo que hemos hecho el día anterior. En cuanto a la permanencia en los mundos inferiores, no pasa de ser el recordarla más que un mal sueño, según hemos dicho.


395. ¿Podemos tener revelaciones sobre nuestras existencias anteriores?

«No siempre. Muchos saben, sin embargo, lo que eran y lo que hacían, y si les fuera permitido decirlo públicamente, harían extrañas revelaciones acerca del pasado».

396. Ciertas personas creen tener un vago recuerdo de un pasado desconocido, que se les presenta como la imagen fugitiva de un sueño, que en vano se procura precisar. Esta idea, ¿no es más que una ilusión?

«A veces es real; pero a menudo es una ilusión contra la cual es preciso prevenirse; porque puede ser efecto de una imaginación sobreexcitada».

397. En las existencias corporales de naturaleza más elevada que la nuestra, ¿el recuerdo de las existencias anteriores es más claro?

«Sí; pues a medida que el cuerpo es menos material se recuerda mejor. El recuerdo del pasado es más claro para los que habitan en mundos de orden superior».

398. Siendo una reminiscencia del pasado las tendencias instintivas del hombre, ¿se deduce que por medio del estudio de esas tendencias, puede conocer las faltas que ha cometido?

«Indudablemente hasta cierto punto; pero es preciso tener en cuenta el mejoramiento que ha podido operarse en el espíritu, y las resoluciones que ha tomado en estado errante, pues la existencia actual puede ser mucho mejor que la precedente».

—¿Puede ser más mala, es decir, puede cometer el hombre en una existencia faltas que no ha cometido en la precedente?

«Depende de su adelanto. Si no sabe resistir las pruebas, puede ser arrastrado a nuevas faltas que son consecuencia de la posición que ha elegido; pero en general semejantes faltas acusan un estado antes estacionario que retrógrado; porque el espíritu puede adelantar o detenerse, pero no retroceder».

399. Siendo las vicisitudes de la vida corporal una expiación de las faltas pasadas y a la vez pruebas para el porvenir, ¿se deduce que de la naturaleza de las vicisitudes puede inducirse el género de la existencia anterior?

«Con mucha frecuencia, puesto que cada uno es castigado por donde ha pecado. Sin embargo, no debe admitirse el principio como regla absoluta. Las tendencias instintivas son un indicio más cierto; porque las pruebas que sufre el espíritu son tanto para el porvenir, como para el pasado».

Llegado el término que señaló la Providencia a la vida errante, el espíritu elige por si mismo las pruebas a que quiere someterse para apresurar su adelanto, es decir, el género de vida que cree que mejor le proporcionará los medios conducentes, pruebas que siempre guardan proporción con las faltas que debe expiar. Si triunfa de ellas, se eleva, si sucumbe, le toca volver a empezar.

El espíritu goza siempre de su libre albedrío, y en virtud de esta libertad elige en estado de espíritu las pruebas de la vida corporal, y en el de encarnación, delibera si hará o dejará de hacer, y escoge entre el bien y el mal. Negar al hombre el libre albedrío, equivaldría a reducirle a una máquina.

Vuelto a la vida corporal, el espíritu pierde momentáneamente el recuerdo de sus existencias anteriores, como si se las ocultase un velo. A veces tiene empero. una conciencia vaga, y hasta pueden serle reveladas en ciertas circunstancias; pero sólo por voluntad de los espíritus superiores que lo hacen espontáneamente, con un fin útil, y nunca para satisfacer vanas curiosidades.

En ningún caso pueden ser reveladas las existencias futuras; porque dependen del modo cómo se viva la éxistencía presente, y de la elección ulterior del espíritu.

El olvido de las faltas cometidas no es un obstáculo al mejoramiento del espíritu; porque, si no tiene un recuerdo exacto, el conocimiento que de ellas tenía en estado errante y el deseo que ha concebido de repararlas, le guían por medio de la intuición y le sugieren el pensamiento de resistir al mal. Este pensamiento es la voz de la conciencia, secundada por los espíritus que le asisten, sI escucha las buenas inspiraciones que le sugieren.

Si el hombre no conoce los mismos actos que realizó en sus anteriores existencias, puede saber siempre la clase de faltas de que se hizo culpable y cuál era su carácter dominante. Bástale estudiarse a si mismo, y puede juzgar de quien ha sido no por ser quien es, sino por sus tendencias.

Las vicisitudes de la vida corporal son a la vez una expiación de las faltas pasadas y pruebas para el porvenir. Nos purifican y nos elevan, si las sufrimos con resignación y sin quejarnos.
La naturaleza de las vicisitudes y de las pruebas que sufrimos puede ilustrarnos también acerca de lo que hemos sido y de lo que hemos hecho, como en la tierra juzgamos los actos del culpable por el castigo que le impone la ley. Asi, pues, tal será castigado en su orgullo por la humillación de una existencia subalterna; el mal rico y el avaro por la miseria, el que ha sido duro para con los otros por las durezas que sufrirá; el tirano, por la excíavitud; el hilo malo por la ingratitud de sus hijos; el perezoso, por el trabajo obligatorio, etcétera.