El Libro de los Espíritus

Allan Kardec

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385. ¿De dónde procede el cambio que se opera en el carácter a cierta edad, particularmente al salir de la adolescencia? ¿Es el espíritu el que se modifica?

«Es el espíritu que recupera su naturaleza y se muestra como era.

»Vosotros no sabéis el secreto que en su inocencia ocultan los niños; no sabéis lo que son, lo que han sido, lo que serán, y los amáis sin embargo, los queréis como si fuesen parte de vosotros mismos, de modo que el amor de una madre hacia sus hijos se reputa como el mayor que puede un ser sentir por otro ser. ¿De dónde procede tan dulce afecto, esa tierna benevolencia que hasta los mismos extraños experimentan respecto del niño? ¿Lo sabéis? No. Yo voy a explicároslo.

»Los niños son seres que Dios envía a nuevas existencias, y para que no puedan acusarle de severidad demasiado grande, les concede todas las apariencias de la inocencia. Hasta en un niño de mala índole, se cubren sus maldades con la inocencia de sus actos. Semejante inocencia no es una superioridad real sobre lo que era antes, no; es la imagen de lo que debiera ser, y si no lo son, sobre ellos únicamente recae la culpa.

»Pero no solamente por ellos les da Dios este aspecto, dáselo también, y sobre todo, por sus padres, cuyo amor es necesario a la debilidad de aquéllos, amor que se amenguaría notablemente a la vista de un carácter áspero y acerbo, al paso que, creyendo a sus hijos buenos y afables, les profesan todo su afecto y les rodean de los más exquisitos cuidados.

»Pero cuando los hijos no han menester ya de esta protección, de esta asistencia que se les ha otorgado, durante quince o veinte años, aparece su carácter real e individual en toda su desnudez, y continúa siendo bueno, si esencialmente era bueno; pero se matiza siempre de los colores que estaban ocultos por la primera infancia.

»Ya veis que las miras de Dios son siempre las mejores. y que cuando se tiene un corazón puro, la explicación es fácil de concebir.

»Figuraos, en efecto, que el espíritu de los niños que nacen entre vosotros, puede venir de un mundo donde ha tomado hábitos diferentes, ¿cómo queréis que existiese en medio de vosotros ese nuevo ser, que viene con pasiones esencialmente distintas de las que tenéis vosotros, con inclinaciones y gustos enteramente opuestos a los vuestros, cómo queréis que se uniese a vuestras filas de otro modo que como Dios lo ha querido, es decir, por el tamiz de la infancia? En ella se confunden todos los pensamientos, todos los caracteres y las variedades de seres engendrados por esa multitud de mundos en los que crecen las criaturas. Y vosotros mismos, al morir, os encontráis en una especie de infancia en medio de nuevos hermanos, y en vuestra nueva existencia no terrestre, ignoráis los hábitos, las costumbres y las reladones de ese mundo nuevo para vosotros, y hablaríais con dificultad una lengua que no estáis acostumbrados a hablar, lengua más viva aún que vuestro pensamiento actual. (319).

»La infancia tiene otra utilidad. Sólo entran los espíritus en la vida corporal para perfeccionarse, para mejorarse, y la debilidad de la edad primera les hace flexibles, accesibles a los consejos la experiencia y de los que deben hacerles progresar. Entonces es cuando puede reformarse su carácter y reprimir sus malas inclinaciones, y esta es la misión que Dios ha confiado a los padres, misión sagrada de la que habrán de rendir cuentas.

»Así es como la infancia es no sólo útil, necesaria e indispensable, sino que también consecuencia natural de las leyes que Dios ha establecido y que rigen el universo».