EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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El espíritu de Castelnaudary

En una casita cerca de Castelnaudary tenían lugar ruidos extraños y diversas manifestaciones, que la hacían considerar como frecuentada por algunos malos genios. Por este motivo fue exorcizada sin resultado alguno en 1848. El propietario, M.D..., habiendo querido habitarla, murió repentinamente algunos años después. Su hijo, que quiso habitarla enseguida, recibió un día, entrando en una habitación, un fuerte bofetón dado por una mano desconocida. Como se hallaba enteramente solo, no pudo dudar de que el bofetón viniera de algún origen oculto, por lo que resolvió dejarla definitivamente. Hay una tradición en el país, según la cual debía de haberse cometido un gran crimen en aquella casa.


El espíritu que dio el bofetón, habiendo sido evocado en la Sociedad de París en 1859, se manifestó con señales violentas. Todos los esfuerzos para calmarle fueron impotentes. Interrogado san Luis con este objeto, respondió:


R. Es un espíritu de la peor especie, un verdadero monstruo. Le hemos hecho venir, pero no hemos podido obligarle a escribir, a pesar de cuanto se le ha dicho. Tiene su libre albedrío, y el desgraciado hace de él un triste uso.


P. ¿Este espíritu es susceptible de mejora?


R. ¿Por qué no? ¿No lo son todos, tanto éste como los demás? Es preciso, sin embargo, contar con las dificultades, pero por perverso que sea, volviéndole bien por mal acabará por conmoverse. Que se ruegue desde luego y que se le evoque dentro de un mes, y podréis juzgar el cambio que se habrá operado en él.


Evocado el espíritu nuevamente más tarde, se mostró más tratable, después poco a poco sumiso y arrepentido. De las explicaciones dadas por él, por otros espíritus, resulta que en 1608 habitaba la referida casa, donde había asesinado a su hermano por sospechas de celosa rivalidad, hiriéndole en la garganta mientras dormía, y algunos años después mató también a la que tomó por mujer después de la muerte de su hermano.


Murió en 1659 a la edad de 80 años, sin que se le persiguiera por estos asesinatos, de los que se hacía poco caso en aquellos tiempos de confusión. Después de su muerte no dejó de hacer mal y provocó muchos accidentes ocurridos en aquella casa. Un médium vidente, que asistió a la primera evocación, le vio en el momento en que se le quiso hacer escribir. Sacudía fuertemente el brazo del médium; su aspecto era espantoso, estaba vestido con una camisa cubierta de sangre y tenía un puñal en la mano.


Al espíritu de san Luis:


1. ¿Queréis describirnos el género de suplicio de ese espíritu? su pensamiento sobre otro asunto sino sobre ese crimen, que siempre tiene ante sus ojos, y se cree condenado eternamente en el tormento. Se ve constantemente en el momento en que cometió su crimen. No puede tener ningún otro recuerdo ni comunicarse con otro espíritu. No puede estar más que en esa casa, y si está en el espacio, se halla en las tinieblas y en la soledad.


2. ¿Qué medio podríamos adoptar para hacerle desocupar la casa? R. Si uno quiere desembarazarse de las obsesiones de semejantes espíritus, es fácil: orando por ellos, y esto es lo que no siempre se hace. Se prefiere asustarles con las fórmulas del exorcismo, que les divierten mucho.


3. Dando a personas interesadas la idea de rogar por él y haciéndolo nosotros mismos, ¿se le haría desocupar? R. Sí, pero notad que he dicho orar, y no hacer orar.


4. Hace dos siglos que está en esta situación. ¿Aprecia él este tiempo, como lo hubiera hecho en su vida, esto es, el tiempo le parece tan largo o menos largo que si viviese? R. Le parece más largo, el sueño no existe para él.


5. Se nos ha dicho que para los espíritus el tiempo no existe, y que para ellos un siglo es un punto en la eternidad. ¿Acaso no sucede lo mismo para todos? R. No ciertamente, eso es para los espíritus que han llegado a un grado muy elevado de adelanto. Pero para los espíritus inferiores, el tiempo es algunas veces muy largo, sobre todo cuando sufren.


6. ¿Cuál era la procedencia de este espíritu antes de su encarnación? R. Había tenido una existencia en las poblaciones más feroces y más salvajes, y anteriormente aún, vino de un planeta inferior a la Tierra.


7. Este espíritu es castigado muy severamente por el crimen cometido. Si vivió en poblaciones bárbaras, pudo cometer actos no menos atroces que el último. ¿Fue castigado del mismo modo por ellos? R. Fue menos castigado, porque como era más ignorante, comprendía menos lo que hacía.


8. El estado en que se encuentra este espíritu, ¿es el de los seres vulgarmente llamados condenados? R. Precisamente, los hay mucho más horribles todavía. Los sufrimientos están lejos de ser los mismos para todos, incluso para crímenes semejantes, porque varían según cl culpable es más o menos accesible al arrepentimiento. Para éste, la casa en que cometió su crimen es un infierno. Otros lo tienen en sí mismos, por las pasiones que les atormentan y que no pueden dominar.


9. Este espíritu, a pesar de su inferioridad, siente los buenos efectos de la oración. Hemos visto lo mismo en otros espíritus igualmente perversos y de naturaleza muy brutal. ¿Cómo es que espíritus más ilustrados, de una inteligencia más desarrollada, demuestran una ausencia completa de buenos sentimientos, que se ríen de todo lo que hay de más sagrado, en una palabra, que nada les conmueve, y que su cinismo no tiene ninguna tregua? R. La oración sólo produce efecto en favor del espíritu que se arrepiente. Con aquel que seducido por el orgullo se rebela contra Dios y persiste en sus extravíos e incluso los exagera, como lo hacen los espíritus desgraciados, la oración no puede nada, y no podrá nada hasta el día en que una luz de arrepentimiento los envuelva. La ineficacia de la oración es también para ellos un castigo. No alivia más que a aquellos que no están del todo endurecidos.


10. Cuando se ve a un espíritu inaccesible a los buenos efectos de la oración, ¿es ésta una razón para abstenerse de rogar por él? R. No, sin duda, porque tarde o temprano podrá triunfar de su endurecimiento, y hacer germinar en él pensamientos saludables.


Lo mismo puede referirse de ciertos enfermos, sobre los cuales no obran los remedios sino a largo plazo. El efecto de éstos no es apreciable por el momento. Al contrario, sobre otros obran prontamente. Si nos penetramos de la verdad de que todos los espíritus son perfectibles y de que ninguno está eterna y fatalmente destinado al mal, se comprenderá que tarde o temprano, la oración hará su efecto, y que la que parece ineficaz al principio, no deposita menos gérmenes saludables que predisponen al espíritu al bien, si no le toca inmediatamente. Así, pues, obraríamos mal si por no conseguirlo al instante nos desanimásemos.


11. Si este espíritu reencarnase, ¿en qué categoría de individuos se encontraría? R. Eso dependerá de él y del arrepentimiento que experimentará. (Muchas conversaciones con este espíritu produjeron en él un cambio notable en su estado moral. He aquí algunas de sus respuestas:)


Al espíritu:


12. ¿Por qué no pudisteis escribir la primera vez que os llamamos? R. No lo quería. P. ¿Por qué no lo queríais? R. Ignorancia y embrutecimiento.


13. ¿Podéis dejar ahora, cuando lo queréis, la casa de Castelnaudary? R. Se me permite dejarla, porque me aprovecho de vuestros consejos. P. ¿Experimentáis por esto alivio? R. Empiezo a esperar.


14. Si pudiésemos veros, ¿bajo qué apariencia os veríamos? R. Me veríais en camisa sin puñal. P. ¿Por qué no tenéis vuestro puñal? ¿Qué habéis hecho de él? R. Lo maldigo. Dios me ha ahorrado su vista.


15. ¿Si M.D..., hijo (el que recibió el bofetón) volviese a la le haríais daño? R. No. porque estoy arrepentido. P. ¿Y si os insultase? R. ¡Oh! ¡No me preguntéis eso! No podría dominarme, sería superior a mis fuerzas..., porque no soy más que un miserable.


16. ¿Entrevéis el fin de vuestras penas? R. ¡Oh! Todavía no. Es ya mucho más de lo que merezco el saber, gracias a vuestra intercesión, que no durarán siempre.


17. ¿Queréis describirnos la situación en que estabais antes de que os hayamos llamado por vez primera? ¿Comprendéis que os preguntamos esto para tener un medio de seros útil y no por un motivo de curiosidad? R. Os lo he dicho, no tenía conciencia de nada en el mundo sino de mi crimen, y no podía dejar la casa en que lo cometí más que para elevarme en el espacio, donde todo a mi alrededor estaba solitario y oscuro. No podría daros una idea, ni he comprendido jamás nada. Desde el momento en que me elevaba en el espacio, todo era negro y vacío para mí, no sabía lo que me pasaba. Hoy experimento muchos más remordimientos y no estoy obligado a permanecer en esa casa fatal. Se me permite errar por la Tierra y procurar ilustrarme con mis observaciones, mas en este caso comprendo mejor la enormidad de mis maldades, y si sufro menos por un lado, por el otro aumentan mis tormentos con los remordimientos, pero al menos tengo una esperanza.


18. Si debieseis volver a tomar una existencia corporal, ¿cuál eligiríais? R. Todavía no he pensado ni reflexionado lo bastante para saberlo.


19. ¿Durante vuestro largo aislamiento, y se puede decir vuestra cautividad habéis tenido remordimiento? R. Ni el menor, y por esto sufrí tanto tiempo. Cuando empecé a experimentarlos fue cuando, sin yo saberlo, se provocaron las circunstancias que motivaron mi evocación, a la cual debo el principio de mi libertad. Gracias, pues, a vosotros, que habéis tenido piedad de mí y me habéis ilustrado.


En efecto, hemos visto a los avaros sufrir a la vista del oro, que para ellos era una verdadera quimera. A los orgullosos, atormentados por la envidia de los honores que se hacían a los otros sin hacer caso de ellos. A los hombres que gobernaron en la Tierra, humillados por el poder invisible que les obligaba a obedecer, y por la presencia de sus subordinados que ya no se doblaban ante ellos. A los ateos, sufrir las agonías de la incertidumbre, encontrándose en un aislamiento absoluto en medio de la inmensidad, sin encontrar ningún ser que pudiera ilustrarles. En cl mundo de los espíritus, si bien hay goces para todas las virtudes, también hay castigos para todas las faltas, y aquellas a las que no alcanza la ley de los hombres, son azotadas por la ley de Dios.


Por lo demás, es notable que las mismas faltas, aunque cometidas en condiciones idénticas, son castigadas con penas muy diferentes, según el grado de adelanto del espíritu. A los espíritus más atrasados y en una naturaleza brutal, como el que nos ocupa, se les imponen penas en cierto modo más materiales que morales, mientras que sucede lo contrario en aquellos cuya inteligencia y sensibilidad estén en mayor desarrollo. A los primeros les conviene un castigo apropiado a la rudeza de su envoltura, para hacerles comprender los inconvenientes de su posición, inspirándoles el deseo de salir de ella. Así es que sólo la vergüenza, por ejemplo, que les haría poca o ninguna impresión a sus ojos, será intolerable para los demás.


En este código penal divino, la prudencia, la bondad y la previsión de Dios para sus criaturas se revelan hasta en las cuestiones más pequeñas. Todo es proporcional, todo está combinado con admirable solicitud para facilitar a los culpables los medios de rehabilitarse. Se les toman en cuenta las menores aspiraciones del alma. Según los dogmas de las penas eternas, por el contrario, en el infierno se confunden los pequeños con los grandes culpables, los que faltaron una sola vez, los que fueron cien veces reincidentes endurecidos, y los arrepentidos. Todo está calculado para retenerlos en el fondo del abismo. No se les ofrece ninguna tabla de salvación, una sola falta puede precipitar en él para siempre jamás, sin que se tome en cuenta el bien que se ha hecho. ¿De qué parte están la verdadera justicia y la verdadera bondad?


Así pues, esta evocación no ha sido casual. Como debía ser útil para este desgraciado, los espíritus que velaban por él, viendo que empezaba a comprender sus enormes crímenes, han juzgado el momento oportuno para proporcionarle un eficaz socorro aprovechando todas las circunstancias propicias. Este es un hecho que vemos repetirse muchas veces.


Con este motivo se nos ha preguntado lo que hubiera sido de él si no se le hubiese podido evocar, lo mismo que de los demás espíritus que, encontrándose en igual caso, tampoco pueden ser evocados o que nadie piensa en ellos. A lo que hemos contestado que los caminos de Dios para la salvación de sus criaturas son innumerables. La evocación es uno de los medios para acudir en su socorro, pero ciertamente no es el único, y Dios no relega a nadie al olvido. Ademas, las oraciones colectivas deben tener su influencia sobre los espíritus accesibles al arrepentimiento.


Dios no podía subordinar la suerte de los espíritus en sufrimiento a los conocimientos y a la buena voluntad de los hombres. Desde que éstos pudieron establecer y regularizar sus relaciones con el mundo invisible, uno de los primeros resultados del Espiritismo fue enseñarles los servicios que con el auxilio de estas relaciones, podían prestar a sus hermanos desencarnados. Dios quiso, por este medio, probarles la solidaridad que existe entre todos los seres del Universo y darnos una ley natural que sirviera de base al principio de la fraternidad.


Abriendo este nuevo campo al ejercicio de la caridad, les enseña el lado verdaderamente útil y formal de las evocaciones, desviadas hasta entonces de su objeto providencial por la ignorancia y la superstición. Así pues, a los espíritus en sufrimiento en ninguna época les ha faltado socorro, y si las evocaciones les abren un nuevo camino para su salvación, quizá los encarnados ganan en ello mucho más, porque para ellos son nuevas ocasiones para hacer bien, instruyéndose al propio tiempo sobre el verdadero estado de la vida futura.