EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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14. Según esta doctrina, sólo una parte de los demonios está en el infierno. La otra anda errante, con libertad, mezclándose en todo lo que pasa en la Tierra, complaciéndose en hacer mal, y esto hasta el fin del mundo, cuya época indeterminada no tendrá probablemente lugar tan pronto. ¿Por qué, pues, esta diferencia? ¿Son menos culpables? Seguramente que no. A menos que salgan de allí por turno, lo que parece resultar de este pasaje: “Mientras los unos están en su morada tenebrosa y sirven en ella de instrumentos a la justicia divina contra las almas infortunadas que han seducido.”


Sus funciones consisten, pues, en atormentar a las almas que han seducido. De esto se desprende que no están encargados de castigar a las que son culpables de faltas libre y voluntariamente cometidas, sino de aquellas que ellos han provocado. Son a la vez la causa de la falta y el instrumento del castigo. La justicia humana, con ser imperfecta, no admitiría que la víctima que sucumbe por debilidad, cuando se la hace nacer para tentarla, fuera castigada tan severamente como el agente provocador, que emplea el engaño y la astucia, con más severidad aún, porque va al infierno, al dejar la Tierra, para no salir jamás de él, y a sufrir sin tregua ni gracia durante la eternidad, mientras que aquel que es la causa primera de su falta goza de tregua y de la libertad hasta el fin del mundo. ¿La justicia de Dios, acaso, no es más perfecta que la de los hombres?