EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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13. Se reconoce la cualidad de los espíritus por su lenguaje: el de los espíritus verdaderamente buenos y superiores es siempre digno, noble, lógico, exento de contradicción. Respira sabiduría, benevolencia, modestia y la más pura moral. Es conciso y sin palabras inútiles. Entre los espíritus inferiores, ignorantes u orgullosos, el vacío de las ideas está casi siempre compensado por la abundancia de las palabras. Cualquier pensamiento evidentemente falso, toda máxima contraria a la sana moral, todo consejo ridículo, toda expresión grosera, trivial o simplemente frívola, en fin, todo asomo de malevolencia, de presunción o de arrogancia, son señales incontestables de inferioridad de un espíritu.


Los espíritus superiores no se ocupan sino de comunicaciones inteligentes encaminadas a nuestra instrucción. Las manifestaciones físicas o puramente materiales cuadran más especialmente con los espíritus inferiores, vulgarmente conocidos bajo el nombre de espíritus golpeadores, como entre nosotros los juegos de fuerza son del dominio de los saltimbanquis y no de los sabios. Sería absurdo pensar que los espíritus, por poco elevados que sean, se diviertan representando una farsa (¿Qué es el Espiritismo? Cáp., n.º 37, 38, 39, 40 y 60. Véase también El Libro de los Espíritus, Lib. II, cap. 1, "Diferentes órdenes de espíritus. Escala espiritista"; y El Libro de los Médiums, 2.ª parte, cap. XXIV, “Identidad de los espíritus. Distinción de los buenos y de los malos espíritus”).


¿Qué hombre de buena fe puede ver en estos preceptos un papel indigno atribuido a los espíritus elevados? El Espiritismo no sólo no confunde a los espíritus, sino que, mientras otros atribuyen a los demonios una inteligencia igual a los ángeles, él hace constar por la observación de los hechos que los espíritus inferiores son más o menos ignorantes, que su horizonte moral es limitado, su perspicacia restringida. Que tienen una idea bastante falsa e incompleta de las cosas y son incapaces de resolver ciertas cuestiones, lo que les pone en la imposibilidad de hacer todo lo que se atribuye a los demonios.