EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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CAPÍTULO VII - Espíritus endurecidos

La Pommeray
El castigo por la luz

En una de las sesiones de la Sociedad de París, en que se discutió la cuestión de la turbación que sigue generalmente a la muerte, un espíritu al cual nadie había aludido y que no se pensaba evocar se manifestó espontáneamente por medio de la comunicación siguiente. Aunque no se firmó, se reconoció sin esfuerzos a un gran criminal que la justicia humana acababa de ajusticiar.

¿Qué es lo que decís de turbación? ¿Por qué empleáis palabras vanas? Sois unos visionarios y utopistas. Ignoráis completamente aquellas cuestiones de las cuales pretendeis ocuparos. No, señores, la turbación no existe sino en vuestro cerebro. ¡Yo estoy muerto sin ninguna clase de duda, y me veo claro en mí mismo, alrededor de mí y por todas partes!... ¡La vida es una lúgubre comedia! ¡Aquellos que se hacen quitar de la escena antes de caer el telón, son unos torpes!... La muerte es el terror, un castigo o un deseo, según la debilidad o la fuerza de los que la temen, la desafían o la imploran. ¡Para todos es una amarga irrisión!... La luz me deslumbra y penetra como aguda flecha la sutileza de mi ser... Me han castigado con las tinieblas de la cárcel, se han creído castigarme con las tinieblas de la tumba o con las que sueñan los supersticiosos católicos. Y bien, sois vosotros, señores, quienes sufrís la oscuridad, y yo, el desgraciado social, me cierno sobre vosotros... ¡Quiero permanecer yo! Fuerte por el pensamiento, desdeño las advertencias que resuenan a mi alrededor... Veo claro... ¡Un crimen! ¡Es una palabra! El crimen existe por todas partes. Cuando es ejecutado por masas de hombres, se le glorifica. En un particular, es infamado. ¡Absurdo!

“No quiero quejarme..., no pido nada..., me basto y sabré 1uchar contra esta odiosa luz.”
El que ayer era un hombre

Habiéndose analizado esta comunicación en la sesión siguiente. se reconoció en el mismo cinismo del lenguaje una grave enseñanza, y se vio que la situación de este desgraciado es una nueva faz del castigo que espera a los culpables. En efecto, mientras que los unos están hundidos en las tinieblas o en un aislamiento absoluto, otros sufren durante muchos años las angustias de su última hora, o se creen aún de este mundo. La luz brilla para ése.

Este espíritu goza de la plenitud de sus facultades. Sabe perfectamente que está muerto y no se queja de nada, no pide ninguna asistencia y hasta desprecia las leyes divinas y humanas. ¿Puede presumirse que se evadirá del castigo? No, sino que la justicia de Dios se cumple bajo todas las formas, y lo que constituye la alegría de los unos es para los otros un tormento. Esta luz constituye su suplicio, contra el cual se resiste, y a pesar de su orgullo, lo confiesa cuando asevera: “Me basto y sabré luchar contra esta odiosa luz”, y en esta otra frase: “La luz me deslumbra y penetra como una aguda flecha la sutileza de mi ser.” Estas palabras, sutileza de mi ser, son características: reconoce que su cuerpo es fluídico y penetrable a la luz a que no puede escapar, y esta luz le traspasa como una flecha aguda.

Este espíritu se coloca en este lugar, entre los endurecidos, porque tardó mucho en manifestar el menor arrepentimiento. Es un ejemplo de la verdad de que el progreso moral no sigue siempre al progreso intelectual. No obstante, poco a poco se ha enmendado, y más tarde dio comunicaciones sabiamente razonadas e instructivas. Hoy puede colocarse entre los espíritus arrepentidos.

Después de rogar a nuestros guías espirituales para que dijeran su parecer sobre este objeto, dictaron las tres comunicaciones siguientes, que merecen fijemos en ellas una formal atención.

I

Los espíritus, en el estado errante, están, evidentemente, desde el punto de vista de las existencias, inactivos y en expectación. Pero, a pesar de ello, pueden expiar, con tal que su orgullo, la tenacidad formidable y terca de sus errores, no les retenga en el momento de su ascensión progresiva.

Tenéis de esto un ejemplo terrible en la última comunicación de este criminal endurecido, luchando contra la justicia divina que le estrecha después de la de los hombres. En este caso, la expiación, o mejor dicho, el sufrimiento fatal que le oprime, en lugar de aprovecharle y de hacerle sentir la profunda significación de sus penas, le exalta, le subleva, y le hace dar lo que la Escritura, en su poética elocuente, llama rechinamientos de dientes, ¡imagen por excelencia! ¡Signo del sufrimiento abatido! ¡Perdido en el dolor, pero cuya rebelión es todavía lo bastante grande para que se resistan a reconocer la verdad de la pena y la verdad de la recompensa!

Los grandes errores se continúan a menudo, y casi siempre en el mundo de los espíritus, lo mismo que las conciencias muy criminales. Ser él a pesar de todo y hacer alarde ante lo infinito, se parece mucho a la ceguera del hombre que contempla las estrellas y las toma por los arabescos de un techo, tal como lo creían los galos en tiempo de Alejandro.

¡Hay la moral infinita! ¡Miserable, ínfimo es aquel que bajo pretexto de continuar las luchas y las fanfarronadas abyectas de la tierra, no ve más allá, en el otro mundo. que lo que veía en la tierra! Para éste es la ceguera, el desprecio de los otros, la egoísta y mezquina personalidad y la detención del progreso. ¡Oh. hombres! Es una gran verdad que entre la inmortalidad de un nombre puro dejado en la tierra y la inmortalidad que guardan realmente los espíritus en sus pruebas sucesivas, hay un secreto acuerdo.
Lamennais

II

Precipitar a un hombre en las tinieblas o en torrentes de claridad. El resultado, ¿no es el mismo? El uno y el otro no ven nada a su alrededor, y se acostumbrarán con más facilidad a la sombra que a la intensa claridad eléctrica en la cual puede ser sumergido. Por consiguiente, el espíritu que se ha comunicado en la última sesión expresa bien la verdad de su situación cuando exclama: “¡Oh! ¡Yo me libraré de esta odiosa luz!” En efecto, esta luz es tanto más terrible, tanto más espantosa, cuanto más penetra por completo, haciendo visibles y transparentes sus más recónditos pensamientos. Ese es uno de sus castigos espirituales más rudos. Se encuentra, por así expresarlo, dentro de la casa de vidrio que pedía Sócrates. También en esto tenemos una enseñanza, porque lo que hubiera sido la alegría y el consuelo del sabio se vuelve un castigo infamante y continuo del mal, del criminal, del parricida, espantado ante su propia personalidad.

¿Comprendéis, hijos míos. el dolor y el terror que deben oprimir a aquel que, durante una existencia siniestra, se complacía en combinar, en maquinar los más tristes crímenes en el fondo de su ser, donde se refugiaba como una bestia salvaje en su caverna, y que hoy se encuentra echado de su guarida, donde se ocultaba a las miradas y a la investigación de sus contemporáneos? ¡Su máscara de impasibilidad le ha sido ahora arrancada y cada uno de sus pensamientos se refleja sucesivamente en su frente!

Sí, en adelante, ningún reposo, ningún asilo para este formidable criminal. Cada pensamiento malo, y Dios sabe si su alma lo siente, se descubre por fuera y en su interior, como a un choque eléctrico superior. Quiere ocultarse a la multitud, y la luz, odiosa para él, lo presenta continuamente a la vista de todos. ¡Quiere ocultarse, y huye jadeante y desesperado a través de los espacios inconmensurables. y por todas partes la luz! Por todas partes las miradas que lo penetran, y se precipita de nuevo en persecución de la sombra buscando la noche, y la sombra y la noche no existen para él. Llama a la muerte en su ayuda, pero la muerte no es más que una palabra vacía de sentido. ¡El desgraciado huye siempre, marcha a la locura espiritual, castigo terrible! ¡Dolor horroroso! ¿Cómo luchará consigo para desembarazarse de sí mismo? Porque tal es la ley suprema más allá de la Tierra. Es el culpable mismo quien se convierte en el más inexorable castigo de sí mismo.

¿Cuánto tiempo durará? Hasta que su voluntad, por fin, vencida, se doble bajo la opresión punzante del remordimiento, y su frente soberbia se humille ante sus víctimas aplacadas y ante los espíritus de justicia. Y observad, finalmente. la alta lógica de las leyes inmutables. En esto cumplirá también lo que escribía en esta altiva comunicación, tan clara, tan lúcida, y tan tristemente llena de sí mismo, que dio el viernes último, libertándose por un acto de su propia voluntad.
Erasto

III

La justicia humana no hace excepción de la individualidad de los seres que castiga, midiendo el crimen por el mismo crimen. Hiere indistintamente a los que lo han cometido, y la misma pena alcanza al culpable sin distinción de sexo y cualquiera que sea su educación. La justicia divina procede de otra manera. Los castigos corresponden al grado de adelanto de los seres a los cuales son impuestos. La igualdad entre los individuos: dos hombres culpables en el mismo grado pueden estar separados por la distancia de los polos que se hunde, el uno en la opacidad intelectual de los primeros círculos iniciadores, mientras que el otro, habiéndolos pasado, posee la lucidez que libra al espíritu de la turbación. Entonces no son las tinieblas las que castigan sino la agudeza de luz espiritual. Ella traspasa la inteligencia terrestre, y le hace sentir la angustia de una llaga viva.

Los seres desencarnados a quienes persigue la representación material de su crimen sufren el choque de la electricidad física: sufren por los sentidos. Los que están ya desmaterializados, por el espíritu: sienten un dolor muy superior que anonada, en sus amargas agitaciones, el recuerdo de los hechos para no dejar subsistir sino la creencia de sus causas.

El hombre puede, pues, a pesar de la criminalidad de sus acciones, poseer un adelanto inferior, y mientras que las pasiones le hacen obrar como un bruto, avivadas sus facultades, le elevan por encima de la espesa atmósfera de las capas inferiores. La ausencia de ponderación, de equilibrio entre el progreso moral y el progreso intelectual, produce las anomalías muy frecuentes en las épocas de materialismo y de transición.

La luz que tortura al espíritu culpable es, ciertamente, el rayo espiritual que inunda de claridad las moradas secretas de su orgullo, descubriéndole la inutilidad de su ser destrozado. Estos son los primeros síntomas y las primeras angustias de la agonía espiritual, que anuncian la separación o disolución de los elementos intelectuales y materiales que componen la primitiva dualidad humana y deben desaparecer en la gran unidad del ser acabado.
Juan Reynaud

Estas tres comunicaciones, obtenidas simultáneamente, se complementan la una con la otra, y presentan el castigo bajo un nuevo aspecto eminentemente filosófico y racional. Es probable que los espíritus, queriendo tratar esta cuestión presentando un ejemplo, habían provocado, con este objeto, la comunicación espontánea del espíritu culpable.

Al lado de este cuadro tomado sobre un hecho real, pondremos otro de un predicador que predicaba la cuaresma en Montreuil sur-Mer, en 1865, describiendo el infierno, estableciendo de este modo un paralelismo:

“¡El fuego del infierno es millones de veces más intenso que el de la Tierra, y si uno de los cuerpos que arden en él sin consumirse cayese sobre nuestro planeta, lo apestaría de uno a otro extremo! El infierno es una vasta y sombría caverna, erizada de clavos puntiagudos, de hojas de espadas muy aceradas, de hojas de navajas de afeitar muy afiladas, en el cual son precipitadas las almas de los condenados" (véase la Revista Espiritista, julio de 1864, p. 199).

Ángela, nulidad en la Tierra
Burdeos, 1862

Un espíritu se presenta espontáneamente al médium bajo el nombre de Ángela.

1. ¿Os arrepentís de vuestras faltas? R. No. P. ¿Entonces, por qué venís a mí? R. Para probar. P. ¿No sois feliz? R. No. P ¿Sufrís? R. No. P. ¿Qué es, pues, lo que os falta? R. La paz. Ciertos espíritus no consideran como sufrimientos sino los que les recuerdan los dolores físicos, conviniendo en que su estado moral es intolerable.

2. ¿Cómo puede faltaros la paz en la vida espiritual? R. Una pena del pasado. P. La pena del pasado es un remordimiento. ¿Os arrepentís, pues? R. No, es por temor del porvenir. P. ¿Qué teméis, pues? R. Lo desconocido.

3. ¿Queréis referirme lo que habéis hecho en vuestra última existencia? Esto me ayudará quizás a ilustrarnos. R. Nada.

4. ¿Qué posición social ocupabais?. R. Mediana. P. ¿Habéis sido casada? R. Casada y madre. P. ¿Habéis cumplido con celo los deberes de esta doble posición? R. No, mi marido me fastidiaba, y mis hijos también.

5. ¿Cómo se ha pasado vuestra vida? R. Divirtiéndome de joven, fastidiándome de casada. P. ¿Cuáles eran vuestras ocupaciones? Página 192 El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec R. Ninguna. P. ¿Quién, pues, se cuidaba de vuestra casa? R. La sirvienta.

6. ¿No es, pues, en esta inutilidad donde debe buscarse la causa de vuestros pesares y de vuestros temores? R. Puede ser que tengas razón. P. No basta convenir en ello. ¿Queréis reparar esta existencia inútil, ayudar a los espíritus culpables que sufren alrededor vuestro? R. ¿Cómo? P. Ayudándoles a mejorarse con vuestros consejos y vuestras oraciones. R. No sé orar. P. Nosotros lo haremos juntos y aprenderéis, ¿lo queréis? R. No. P. ¿Por qué? R. La fatiga...

Instrucción del guía del médium:

Te damos instrucciones, poniéndote a la vista los diversos grados de sufrimiento y de posición de los espíritus condenados a la expiación a consecuencia de sus faltas.

Ángela era una de estas criaturas sin iniciativa, cuya vida es tan inútil a los otros como a sí misma. No queriendo sino el placer, incapaz de buscar en el estudio y en el cumplimiento de los deberes de la familia y de la sociedad esas satisfacciones del corazón, las únicas que pueden dar encanto a la vida, porque son de todas las edades, no ha podido emplear sus juveniles años sino en distracciones frívolas. Después, cuando han llegado los deberes serios, el mundo había hecho el vacío a su alrededor, porque ella lo había hecho en su corazón. Sin defectos graves, pero sin cualidades buenas, hizo la desgracia de su marido, perdió el porvenir de sus hijos, y arruinó su bienestar por su incuria y negligencia. Falseó su juicio y su corazón, primero con su ejemplo, y después, abandonándoles a los cuidados de los domésticos, que ni siquiera se tomaba el trabajo de elegir. Su vida ha sido inútil al bien, y por esto mismo culpable, porque el mal nace del bien descuidado. comprended bien todos que no basta abstenernos de faltar: es preciso practicar las virtudes que le son opuestas. Estudiad los mandamientos del Señor, meditadlos, y comprended que si os pone una barrera que os detenga al borde del mal camino, os fuerza al mismo tiempo a volver atrás para tomar la ruta opuesta que conduce al bien. El mal es opuesto al bien, luego aquel que quiera evitarlo, debe entrar en el camino opuesto, sin lo que la vida es nula. Sus obras son muertas, y Dios, nuestro padre, no es sino el Dios de los vivos.

P. ¿Puedo preguntaros cuál fue la existencia anterior de Ángela? La última debía ser la consecuencia de aquélla.

R. Había vivido en la pereza beata y en la inutilidad de la vida monástica. Perezosa y egoísta por gusto, ha querido ensayar la vida de familia, pero el espíritu ha progresado muy poco. Siempre rechazó la voz íntima que le mostraba el peligro. La pendiente era dulce y quiso más bien abandonarse a ella que hacer un esfuerzo para detenerse al principio. Hoy también comprende el peligro que hay en mantenerse en esta neutralidad, pero no siente la fuerza de intentar el menor esfuerzo para salir de él. Orad por ella, despertadla. Forzad sus ojos a abrirse a la luz. Es un deber, no despreciéis ningunos de éstos.

El hombre fue creado para la actividad. Actividad de espíritu es su esencia, actividad de cuerpo es su necesidad. Llenad, pues, las condiciones de vuestra existencia, como espíritu destinado a la paz eterna, como cuerpo, destinado al servicio del espíritu. Vuestro cuerpo no es más que una máquina sometida a vuestra inteligencia. Trabajad, cultivad, pues, la inteligencia, a fin de que dé un impulso saludable al instrumento que debe ayudarle a cumplir su tarea. No le dejéis ni reposo ni tregua, y acordaos de que la paz a la cual aspiráis no os será dada sino después del trabajo. Tanto Página 193 El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec El Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el Espiritismo - Allan Kardec tiempo como habréis descuidado el trabajo, tanto más durará para vosotros la ansiedad de la esperanza.

Trabajad, trabajad sin cesar. Cumplid todos vuestros deberes sin excepción. Cumplidlos con celo, con valor, con perseverancia, y vuestra fe os sostendrá. Aquel que cumple a conciencia la tarea más ingrata, más vil en vuestra sociedad, está cien veces más elevado a los ojos del Altísimo que el que impone esta tarea a los otros y descuida la suya. Todos son escalones para subir al cielo. No los rompáis, pues, bajo vuestros pies, y contad con que estáis rodeados de amigos que os tienden la mano y sostienen a aquellos que ponen su esperanza en el Señor.
Monod

Un espíritu aburrido
Burdeos , 1862

Este espíritu se presenta espontáneamente al médium y solicita oraciones.

1. ¿Qué es lo que os induce a pedir oraciones? R. Estoy cansado de errar sin objeto. P. ¿Hace mucho tiempo que estáis en esta posición? R. Unos ciento ochenta años. P. ¿Qué habéis hecho en la Tierra? R. Nada bueno.

2. ¿Cuál es vuestra posición entre los espíritus? R. Estoy entre los aburridos. P. Esto no forma una categoría. R. Todo forma categoría entre nosotros. Cada sensación encuentra a sus semejantes o sus simpáticos, que se reúnen.

3. ¿Por qué, si no estáis condenado al sufrimiento, habéis permanecido tanto tiempo sin progresar? R. Estoy condenado al fastidio: éste es un sufrimiento entre nsotros. Todo lo que no es alegría es dolor. P. ¿Habéis sido forzado a permanecer errante a pesar vuestro? R. Estas son causas muy sutiles para vuestra inteligencia material. P. Tratad de hacérmelas comprender. Éste sería un principio de utilidad para vos. R. No podría, no habiendo término de comparación. Una vida extinguida en la Tierra deja al espíritu que no ha sabido aprovecharse de ella lo que el fuego deja al papel que ha consumido: chispas que recuerdan a las cenizas todavía unidas entre sí lo que han sido y la causa de su nacimiento, o si tú quieres, de la destrucción del papel. Estas chispas son el recuerdo de los lazos terrestres que surcan al espíritu, hasta que haya dispersado las cenizas de su cuerpo. Entonces solamente se encuentra esencia etérea y desea el progreso.

4. ¿Quién puede ocasionaros el fastidio de que os quejáis? R. Continuación de la existencia. El fastidio es hijo de la falta de obras. No supe emplear los muchos años que pasé en la Tierra, y su consecuencia se hizo sentir en nuestro mundo.

5. ¿Los espíritus que como vos están errantes, víctimas del fastidio, pueden hacer cesar este estado cuando lo quieran? R. No, no lo pueden siempre, porque el fastidio paraliza su voluntad. Sufren las consecuencias de su existencia. Han sido inútiles, no han tenido iniciativa, no encuentran ningún auxilio. Están abandonados a sí mismos, hasta que aburridos de este estado neutro desean salir de'''él. Entonces, a la menor voluntad que se despierta en ellos, encuentran apoyo y buenos consejos para ayudarles a perseverar en sus esfuerzos.

6. ¿Podéis explicarme algo sobre vuestra vida terrestre? R. ¡Ah!, muy poca cosa, tú debes comprenderlo. El fastidio, la inutilidad, la falta de acción, provienen de la pereza. La pereza es madre de la ignorancia.

7. ¿Vuestras existencias anteriores no os han hecho progresar? R. Sí, todas, pero muy débilmente, porque todas han sido reflejo las unas de las otras. Siempre hay progreso, pero tan insensible, que es inapreciable para nosotros.

8. Esperando que empecéis otra existencia, ¿quisierais venir más a menudo cerca de mí? R. Llámame para violentarme, me harás un servicio.

9. ¿Podéis decirme por qué cambia muchas veces vuestra escritura? R. Porque preguntas mucho. Esto me fatiga, y necesito ayuda.

El guía del médium:

El trabajo de la inteligencia es lo que le fatiga y lo que nos obliga a prestarle nuestro concurso, para que pueda responder a tus preguntas. Es un ocioso del mundo de los espíritus, como lo ha sido del mundo terrestre. Te lo hemos traído para ver si le podemos sacar de la apatía, de este fastidio que es un verdadero sufrimiento, más penoso a veces que los sufrimientos agudos porque puede prolongarse indefinidamente. ¿Puedes tú figurarte el tormento de la perspectiva de un fastidio sin término? La mayor parte de los espíritus de esta categoría son los que no buscan una existencia terrestre sino por distracción , y por romper la insoportable monotonía de su existencia espiritual. También llegan a ella muchas veces sin resoluciones determinadas para el bien, por esto deben volver a empezar hasta que al fin se haga sentir en ellos el progreso real.

La reina de Uda
Murió en Francia en 1858

1. ¿Qué sensación habéis experimentado dejando la vida terrestre? R. No podría expresarlo, estoy todavía turbada. P. ¿Sois dichosa? R. No. P. ¿Por qué no lo sois? R. Echo de menos la vida.... no sé.... experimento un dolor punzante. La vida me hubiera libertado de éste.... quisiera que mi cuerpo se levantase del sepulcro.

2. ¿Tenéis sentimiento de no haber sido enterrada en vuestro país y de serlo entre los cristianos? R. Sí. la tierra india pesaría menos sobre mi cuerpo. P. ¿Qué pensais de las honras fúnebres hechas a vuestros restos? R. Han sido insignificantes. Era reina, y no todos han doblado las rodillas ante mí... Dejadme... se me fuerza a hablar. No quiero que sepáis lo que soy ahora..., he sido reina, sabedlo.

3. Nosotros respetamos vuestro rango y os suplicamos tengais la bondad de respondernos para nuestra instrucción. ¿Pensáis que vuestro hijo recobrará un día los Estados de su padre? R. Ciertamente, mi sangre reinará. Es digna de ello. P. ¿Dais al reinado de vuestro hijo la misma importancia que en vuestra vida? R. Mi sangre no puede confundirse con la de la muchedumbre.

4. No ha podido inscribirte en vuestra partida de defunción el lugar de vuestro nacimiento. ¿Podrías decirlo ahora? R. He nacido de la más noble sangre de la India. Creo que nací en Delhy.

5. Vos, que habéis vivido en los esplendores del lujo y que habéis estado rodeada de los honores, ¿qué pensáis de ello ahora? R. Se me debían. P. ¿El rango que habéis ocupado en la Tierra, os distingue en el mundo en que estáis hoy? R. ¡Siempre soy reina..., que se me envíen esclavos para servirme!... No sé, parece que aquí no se ocupan de mí..., sin embargo, siempre soy yo.

6. ¿Pertenecéis a la religión musulmana o a una religión india? R. Musulmana, pero era demasiado grande para ocuparme de Dios. P. Para la dicha de la Humanidad, ¿qué diferencia hacéis entre la religión que profesáis y las religión cristiana? R. La religión cristiana es absurda, afirma que todos somos hermanos. P. ¿Cuál es vuestra opinión sobre Mahoma? R. No era hijo de rey. P. ¿Creéis que tuvo una misión divina? R. ¡Qué me importa eso! P. ¿Cuál es vuestra opinión sobre Cristo? R. El hijo del carpintero no es digno de ocupar mi pensamiento.

7. ¿Qué pensáis del uso que sustrae a las mujeres musulmanas de las miradas de los hombres? R. Pienso que las mujeres son hechas para dominar: yo era mujer. P. ¿Habéis envidiado algunas veces la libertad de que gozan las mujeres en Europa? R. No, ¡qué me importa su libertad! ¿Se las sirve de rodillas?

8. ¿Os acordáis de haber tenido otras existencias en la Tierra, antes de la que acabáis de dejar? R. He debido ser siempre reina.

9. ¿Por qué habéis venido tan pronto a nuestro llamamiento? R. No lo he deseado, se me ha forzado a ello... ¿Acaso piensas que me hubiera dignado responder? ¿Qué sois con respecto a mí? P. ¿Quién os ha forzado a venir? R. No lo sé... Sin embargo, no debe haber aquí otro más grande que yo.

10. ¿Bajo qué forma estáis aquí? R. Siempre soy reina..., ¿piensas que he cesado de serlo? ... Sois poco respetuosos..., sabed que se habla de otro modo a las reinas.

11. Si pudiésemos veros, ¿os veríamos con vuestros adornos, vuestras sortijas? R. ¡Ciertamente! P ¿Cómo es que habiendo dejado todo esto, haya conservado vuestro espíritu la apariencia sobre todo de vuestros adornos? R. No me han dejado... soy siempre tan bella como era.... ¡no sé qué idea os formáis de mí! Es verdad que no me habéis visto jamás.

12. ¿Qué impresión experimentáis al encontraros en medio de nosotros? R. Si pudiera, no estaría aquí, ¡me tratáis con tan poco respeto! San Luis: Dejad a la pobre alucinada, tened piedad de su ceguera. Que os sirva de ejemplo, no sabéis cuánto sufre su orgullo.

Evocando esta grandeza caída ahora en la tumba, no esperabamos respuestas de gran profundidad, visto el género de educación de las mujeres de aquel país, pero pensábamos encontrar en este espíritu, si no filosofía, sí al menos un sentimiento más verdadero de la realidad, e ideas más sanas sobre las vanidades y las grandezas de aquí abajo. Lejos de eso, las ideas terrestres han conservado en él toda su fuerza, el orgullo no ha perdido nada de sus ilusiones, que lucha contra su propia debilidad y que debe, en efecto, sufrir mucho por su impotencia.

Xumene
Burdeos, 1862

Bajo este nombre se presenta un espíritu espontáneamente a la médium, habituada a este género de manifestaciones, porque su misión parece ser asistir a espíritus inferiores que le trae su guía espiritual, con el doble objeto de su propia instrucción y de su adelanto.

P. ¿Quién sois? ¿Este nombre es el de un hombre o de una mujer?

R. Hombre, y tan desgraciado como es posible. Sufro todos los horrores del infierno.

P. Si el infierno no existe, ¿cómo podéis sentir los tormentos de éste?

R. Pregunta inútil.

P. Aunque yo lo sepa, otros pueden tener necesidad de explicaciones.

R. ¿A mí, qué me importa? P. El egoísmo, ¿no es una de las causas de vuestros sufrimientos?

R. Puede ser.

P. Si queréis aliviaros, empezad por repudiar vuestros malos pensamientos.

R. A ti nada te importa: éste no es asunto tuyo. Comienza rogando por mí como por los otros, después veremos.

P. Si no me ayudáis con vuestro arrepentimiento, la oración será poco eficaz.

R. Si en lugar de orar continúas hablando, poco harás por mi progreso.

P. ¿Deseáis progresar?

R. Puede ser, uno no lo sabe. Probemos si la oración alivia los sufrimientos, esto es lo esencial.

P. Entonces uníos a mí con la firma voluntad de obtener el alivio.

R. Vamos a ver. (Después de una oración de la médium:)

P. ¿Estáis satisfecho?

R. No tanto como quisiera.

P. Un remedio aplicado por vez primera no puede curar inmediatamente una enfermedad crónica.

R. Esto es posible.

P. ¿Volveréis?

R. Sí. si me llamas.

El guía de la médium:

Hija mía, tendrás trabajo con este espíritu endurecido, pero no habría mucho mérito en salvar a los que no están perdidos. ¡Ánimo! Persevera y lo lograrás. No los hay tan culpables que no puedan conducirse por la persuasión y el ejemplo, porque los espíritus más perversos acaban por enmendarse con el tiempo. Si uno no consigue enseguida traerles a buenos sentimientos, lo que muchas veces es imposible, el trabajo que se ha tomado no se pierde. Las ideas que se han sembrado en ellos les agitan y les hacen reflexionar, a pesar suyo. Son semillas que tarde o temprano darán sus frutos. No se derriba una peña al primer golpe de piqueta.

Lo que te acabo de exponer, hija mía, se aplica también a los encarnados, y tú debes comprender por qué el Espiritismo, aun entre los mismos creyentes, no hace inmediatamente hombres perfectos. La creencia es un primer paso. La fe viene enseguida. Y la transformación vendrá a su vez, pero a muchos les será preciso venir al mundo de los espíritus para refrigerarse.

Entre los endurecidos no hay más que espíritus perversos y malos. Grande es el número de los que, sin hacer el mal, quedan atrasados por orgullo, indiferencia o apatía. Por esto no son menos desgraciados, porque sufren tanto más por su inacción, como que no tienen por compensación las distracciones del mundo. La perspectiva de lo infinito hace su posición intolerable, y sin embargo, no tienen fuerza ni voluntad de salir de ella. Éstos son aquellos que en la reencarnación llevan esas existencias ociosas, inútiles para sí mismos y para los otros, y que a menudo acaban por suicidarse, sin motivos serios, por disgustos de la vida.

Estos espíritus son, en general, más difíciles de conducir al bien que los que son francamente malos, porque en estos últimos hay energía. Una vez ilustrados, son tan ardientes para el bien como lo han sido para el mal. Los otros tendrán sin duda que pasar por muchas existencias, para progresar sensiblemente. Pero poco a poco, vencidos por el fastidio, como otros por el sufrimiento, buscarán una distracción en una ocupación cualquiera que más tarde será para ellos una necesidad.