EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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1. La iglesia no niega en ningún concepto el hecho de las manifestaciones. Al contrario, las admite todas, como se ha visto en las citas precedentes, pero las atribuye a la intervención exclusiva de los demonios. No hay razón para que algunos invoquen el Evangelio para impedirlas, porque de ellas no habla una palabra. El supremo argumento de que se valen es la prohibición de Moisés. He aquí en qué términos se expresa con este motivo la pastoral citada en los capítulos anteriores:


“No es permitido ponerse en relación con ellos (los espíritus) ya sea inmediatamente, ya sea por intermedio de los que los evocan e interrogan. La ley mosaica castigaba de muerte esas prácticas detestables, en uso entre los gentiles: «No vayáis a encontrar los magos -dice el Libro del Levítico-, y no dirijáis a los adivinos ninguna pregunta por miedo de quedar manchados dirigiéndoos a ellos» (cap. XVI. v.31). «Si un hombre o una mujer tiene un espíritu de Python o de adivinación, que sean castigados a muerte. Serán apedreados y su sangre caerá sobre sus cabezas» (cap. XX, v. 27), y en el Libro del Deuteronomio: «Que no haya nadie entre vosotros que consulte a los adivinos, o que observe los sueños y los augurios, o que use maleficios, sortilegios y encantamientos, o que consulte a los que tienen el espíritu de Python y que practican la adivinación, o que interrogan a los muertos para saber la verdad, porque el Señor tiene en abominación todas estas cosas, y destruirá a vuestra llegada las naciones que cometan estos crímenes» (cap. XVIII, v. l0, 11, 12).”