EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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3. Si nos referimos a estos últimos, les vemos más exclusivamente preocupados en la satisfacción de las necesidades materiales. Lo que sirve para la satisfacción de las mismas, y lo que puede dañarlas, resume para ellos el bien y el mal en este mundo. Creen en una potencia extrahumana, pero como lo que les causa un perjuicio material es lo que más les afecta, lo atribuyen a esta potencia, de la que, por otra parte, se forman una idea muy vaga. No pudiendo todavía concebir nada fuera del mundo visible y tangible, se la figuran residiendo en los seres y cosas que les son nocivos. Los animales dañinos son, pues, para ellos, los representantes naturales y directos de aquélla. Por la misma razón han visto la personificación del bien en las cosas útiles, de ahí el culto tributado a ciertos animales, a ciertas plantas, y aun a objetos inanimados. Pero el hombre es generalmente más sensible al mal que al bien. El bien le parece natural, mientras que el mal le afecta más. Esta es la causa de que en todos los cultos primitivos las ceremonias en honor de la potencia maléfica fueran más numerosas. El miedo domina a la gratitud.


Durante largo tiempo, el hombre sólo comprendió el bien y el mal físicos. El sentimiento del bien y del mal moral marca un progreso en la inteligencia humana. Sólo entonces el hombre entrevé la espiritualidad y comprende que la potencia sobrehumana está fuera del mundo visible y no en las cuestiones materiales. Esta fue la obra de algunas inteligencias escogidas, pero que no pudieron, sin embargo, salvar ciertos límites.