EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo

Allan Kardec

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18. Dios, que envió a Cristo para salvar a los hombres, probando de este modo su amor hacia sus criaturas, ¿las hubiera dejado sin protección? Sin ninguna duda, Cristo es el divino Mesías, enviado para enseñar a los hombres la verdad y mostrarles el buen camino. ¡Pero sólo desde que él vino, contad el número de los que han podido oír su palabra de verdad! ¡Cuántos han muerto y cuántos morirán sin conocerla! Y entre los que la conocen, ¿cuántos son los que la ponen en práctica? ¿Por qué Dios, en su cuidado por la salvación de sus hijos, no les enviaría otros mensajeros, que viniendo a la tierra, penetrando en los más humildes aposentos, dirigiéndose a los grandes y a los pequeños, a los sabios y a los ignorantes, a los incrédulos y a los creyentes, enseñaran la verdad a los que no la conocen, la hicieran comprender a los que no la comprenden, y suplieran con su enseñanza directa múltiple la insuficiencia de la propagación del Evangelio y apresuraran el advenimiento del reino de Dios? ¡Y cuando estos mensajeros llegan en masas innumerables, abriendo los ojos a los ciegos, convirtiendo a los impíos, curando a los enfermos, consolando a los afligidos, a ejemplo de Jesús, vosotros los rechazáis, y repudiáis el bien que hacen diciendo que son los demonios! Tal era también el lenguaje de los fariseos respecto de Jesús, porque ellos también decían que hacía el bien por el poder del diablo. ¿Qué les respondió? “Reconoced el árbol por su fruto. Un mal árbol no puede dar buenos frutos.”


Pero para ellos, los frutos producidos por Jesús eran malos, porque venía a destruir los abusos y a proclamar la libertad que debía arruinar su autoridad. Si hubiera venido a lisonjear su orgullo, a sancionar sus prevaricaciones y a sostener su poder, hubiera sido a sus ojos el Mesías esperado por los judíos. Él estaba solo, era pobre y débil. Le hicieron perecer y creyeron matar su palabra. Pero su palabra era divina y le ha sobrevivido. Sin embargo, se ha propagado con lentitud, y después de 18 siglos, apenas es conocida de la décima parte del género humano. Y cismas numerosos han estallado en el seno mismo de sus discípulos. Entonces Dios, en su misericordia, envía los espíritus a confirmarla, completarla, ponerla al alcance de todos y derramarla por toda la Tierra. Pero los espíritus no están encarnados en un solo hombre, cuya voz hubiera sido limitada. Son innumerables, van por todas partes y no se les puede coger. Y éste es el motivo de su enseñanza, que se extiende con la rapidez del relámpago. Hablan al corazón y a la razón. He aquí por qué los más humildes las comprenden.