EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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7. Nos maravillamos, con razon, de ver en esta circunstancia a Jesús mostrar tanta indiferencia por los suyos, y de algún modo negar a su madre.


Por lo que toca a sus hermanos, se sabe que nunca tuvieron simpatía por él; espíritus poco avanzados, no habían comprendido su misión; su conducta, a sus ojos, era extravagante, y sus enseñanzas no les habían conmovido, puesto que no hubo ningún discipulo entre ellos: parece que aun participan, hasta cierto punto, de las prevenciones de sus enemigos; por lo demás, es cierto que le acogían más como extraño que como hermano, cuando se presenta a su familia, y San Juan dice positivamente (cap. VII, v. 5): "que no creían en él".


En cuanto a su madre, nadie podría negar su ternura por su hijo; pero también es preciso convenir que parece que no se formó una idea bastante justa de su misión, porque no se la vió seguir sus enseñanzas, ni darle testimonio, como lo hizo Juan Bautista: la solicitud materna era en ella el sentimiento dominante. Con respecto a Jesús, el suponer que negó a su madre, sería desconocer su carácter; tal pensamiento no podía animar al que dijo: "Honra a tu padre y a tu madre". Es, pues, preciso buscar otro sentido a sus palabras, casi siempre veladas, bajo la forma alegórica.


Jesús no descuidaba ninguna ocasión de dar una enseñanza: aprovechó, pues, la que le ofreció la llegada de su familia, para establecer la diferencia que existe entre el parentesco corporal y el espiritual.