EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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19. Oración. Dios mío, vos me habéis dado la inteligencia necesaria para distinguir el bien del mal; así, pues, desde el momento en que reconozco que una cosa es mala, soy culpable, porque no me esfuerzo en rechazarla.


Preservadme del orgullo que podría impedirme el ver mis defectos, y de los malos espíritus que podrían excitarme a perseverar en ellos.


Entre mis imperfecciones, reconozco que particularmente estoy inclinado a... y si no resisto a esta tentación es por la costumbre que tengo de ceder a ella.


Vos me habéis creado culpable, porque sois justo; pero me habéis creado con una aptitud igual tanto para el bien como para el mal. Si he seguido el mal camino es por efecto de mi libre albedrío. Pero, por la misma razón que he tenido la libertad de hacer mal, tengo también la de hacer bien y cambiar de camino.


Mis defectos actuales son un resto de las imperfecciones de mis precedentes existencias: este es mi pecado original, del que puedo despojarme por mi voluntad y con la asistencia de los buenos espíritus.


Espíritus buenos que me protegéis, y vos sobre todo, mi ángel guardián, dadme fuerza para resistir a las malas sugestiones y salir victorioso de la lucha.


Los defectos son barreras que nos separan de Dios, y cada uno que se domina es un paso en cl camino del adelantamiento que debe acercarme a El.


El Señor, en su infinita misericordia se ha dignado concederme esta existencia para que sirva a mi adelantamiento; espíritus buenos, ayudadme para que la emplee bien, con el fin de que no sea una existencia perdida para mí, y para que cuando Dios quiera quitármela, salga mejor que cuando en ella entré. (Cap. V, núm. 5; cap. XVII, núm. 3.)