EL EVANGELIO SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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21. "El hombre sufre siempre la consecuencia de sus faltas; no hay una sola infracción a la ley de Dios que no tenga su castigo.

"La seyeridad del castigo es proporcionada a la gravedad de la falta.

"La duración del castigo por cualquier falta que sea, es indeterminada; está subordinada al arrepentimiento del culpable y a su vuelta al bien"; la pena dura tanto como la obstinación en el mal; sería perpetua si la obstinación fuera perpetua; es de corta duración si el arrepentimiento es pronto.

"Desde el momento en que el culpable pide miserícordia, Dios lo oye y le envía la esperanza. Pero el simple remordimiento de haber hecho mal no basta; falta la reparación; por esto el culpable está sometido a nuevas pruebas, en las cuales puede, siempre por su voluntad, hacer el bien y reparar el mal que ha hecho.

"El hombre, de este modo, es constantemente árbitro de su propia suerte; puede abreviar su suplicio o prolongarlo indefinidamente; su felicidad o su desgracia dependen de su voluntad en hacer bien".

Tal es la ley; ley "inmutable" y conforme a la bondad y a la justicia de Dios.

El espíritu culpable y desgraciado puede, de este modo, salvarse a sí mismo; la ley de Dios le dice con qué condición puede hacerlo. Lo que más a menudo le falta es voluntad, fuerza y valor; si con nuestras oraciones le inspiramos, si le sostenemos y le animamos, y si con nuestros consejos le damos las luces que le faltan, "en lugar de solicitar a Dios que derogue su ley, venimos a ser los instrumentos para la ejecución de su ley de amor y de caridad", de la cual participamos nosotros mismos, dando una prueba de caridad. (Véase Cielo e Infierno, lª parte, Cap. IV, VII y VIII).