EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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59. Sin duda, los grandes espíritus encarnados son individualidades de valía, pero su acción estará siempre restringida a un determinado grupo y su doctrina tardará en difundirse. Si hubiese llegado en estos últimos tiempos alguno de ellos para revelar a los hombres el estado del mundo espiritual, aun cuando se tratase del mismísimo Moisés o de Elías, o tal vez de Sócrates o de su discípulo Platón, ¿quién hubiese creído en la verdad de tales aseveraciones en esta época marcada por el escepticismo? ¿Acaso no le hubiese considerado un soñador o un fabulador? Y aun cuando se hubiese llegado a admitir que sus ideas encerraban la verdad absoluta, igualmente hubieran transcurrido siglos antes de que las masas tuviesen acceso a ellas. Dios, en su sabiduría, no quiso que ocurriese de esa manera. Prefirió que la enseñanza la impartan directamente los espíritus y no los encarnados. De esta forma se convencería a la Humanidad de la existencia de los espíritus y, al ofrecerle la enseñanza simultáneamente en toda la Tierra, serviría ello para propagar la Doctrina con más rapidez y para encontrar, en la coincidencia de ella, una prueba evidente de la verdad, pues cada uno podrá tener, de tal manera, a su alcance los elementos de convicción necesarios.