EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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La Providencia

20. La Providencia es el cuidado que Dios brinda a sus criaturas. Dios está en todas partes, lo ve todo, y todo lo preside, incluso las más pequeñas cosas: en eso consiste la acción providencial. ¿Cómo Dios, tan grande y poderoso, y tan superior a todo, puede inmiscuirse en detalles ínfimos, preocuparse por los mínimos actos y pensamientos de cada individuo? Esa es la pregunta que se plantea el incrédulo, quien expresa además que, aunque se admita la existencia de Dios, su accionar debe limitarse a las leyes generales del Universo, puesto que, como éste funciona desde siempre en virtud de las mencionadas leyes, a las cuales toda criatura está sujeta, no habría necesidad de esa participación incesante de la Providencia.

21. En el estado actual de inferioridad y extrema limitación de sus facultades, los hombres no pueden comprender a un Dios infinito, de ahí que lo conciban como un ser limitado y circunscrito, es decir, un dios a su imagen y semejanza. Los cuadros que lo muestran con apariencia humana contribuyen a sostener ideas equivocadas en el espíritu de las masas, quienes adoran a Él más en la forma que en el pensamiento. Para la mayoría Dios es un gran rey que está sentado en un trono inaccesible, perdido en la inmensidad de los cielos, y debido a lo limitado de sus percepciones y facultades no comprenden que Dios pueda dignarse intervenir en sus pequeñas cosas.

22. El hombre no es capaz de comprender la esencia íntima de Dios, le resulta imposible, razón por la cual es importante la idea aproximada que tenga de él, aun cuando se base en comparaciones imperfectas. Imaginemos un fluido sutil capaz de penetrar todos los cuerpos, mas sin inteligencia y actuando mecánicamente por medio de las fuerzas materiales. Pero si suponemos a ese fluido dotado de inteligencia, de facultades perceptivas y sensitivas, ya no actuará ciegamente, lo hará con discernimiento, voluntad y libertad, y será capaz de ver, escuchar y sentir.

23. Las propiedades del fluido periespiritual pueden ayudarnos a entender: el periespíritu de por sí no es inteligente, ya que es materia, pero es el vehículo del pensamiento, de las sensaciones y percepciones del espíritu. El fluido periespiritual no es el pensamiento del espíritu, pero sí el agente o el intermediario de ese pensamiento. Como es él que lo transmite, está en cierta forma impregnado del mismo. Nosotros no somos capaces de separarlo, puesto que pareciera constituir una unidad con el fluido, así como el sonido parece integrarse con el aire. En cierta manera, por lo tanto, estamos materializando el pensamiento. Tomando el efecto por la causa, del mismo modo que decimos que el aire se vuelve sonoro, podríamos decir que el fluido se manifiesta inteligente.

24. Ya sea que el pensamiento de Dios actúe directamente o por intermedio de un fluido, para facilitar las cosas vamos a representarlo bajo la forma concreta de un fluido inteligente que llena el Universo infinito y penetra todas las cosas de la Creación: la Naturaleza entera está sumergida en el fluido divino, o, en virtud del principio que establece que las partes de un todo son de la misma naturaleza y tiene iguales propiedades que el conjunto, cada átomo de ese fluido, si se puede explicarlo así, posee el pensamiento y los atributos esenciales de la Divinidad. Dicho fluido está por doquier y todo está sujeto a su accionar inteligente, a su previsión, a su solicitud, pues todos los seres, por más pequeños que sean, están saturados de él. Estamos constantemente en presencia de Dios. No podemos sustraer a su mirada ni una sola de nuestras acciones y nuestro pensamiento está en contacto incesante con el suyo. De ahí que se diga que Dios está en lo más recóndito de nuestro corazón. Nosotros estamos en Él, como Él está en nosotros, según la palabra de Cristo. Dios no necesita mirarnos desde lo alto para extender su cuidado sobre nosotros. Para que Él escuche nuestras plegarias no es necesario atravesar el Espacio ni orar en voz alta, ya que Él está a nuestro lado y nuestros pensamientos repercuten en Él. Son como los sones de una campana que hacen vibrar las moléculas del aire circundante.

25. No tenemos la intención de materializar a Dios. La imagen del fluido inteligente es sólo una comparación más aproximada de Dios que los cuadros que lo representan como un hombre: su objeto es hacernos entender que Dios está por doquier y que puede ocuparse de todo.

26. Constantemente nos acordamos de un ejemplo ideal para mostrarnos de qué manera la acción de Dios ejerce su imperio en lo más íntimo de cada ser y cómo las impresiones más tenues de nuestra alma llegan hasta Él. Fue un espíritu quien nos brindó este ejemplo.

27. “El hombre es un pequeño mundo. El espíritu dirige, el cuerpo obedece. En ese universo, el cuerpo representará a la Creación, y el espíritu será Dios. (Comprenderán que se trata de una analogía y no de una identificación). Los miembros de ese cuerpo, los diferentes órganos que lo conforman: músculos, nervios y articulaciones, son individualidades materiales localizadas en sitios determinados del mismo. Aunque el número de partes constitutivas sea muy variado y de naturaleza diversa, no se producen movimientos ni sensaciones en ningún sitio que el espíritu tome de ello conciencia. Si se producen al mismo tiempo sensaciones en diversas partes, el espíritu las percibe a todas, las discierne y analiza, asignando a cada una su causa y lugar de acción. Para ello, el espíritu se sirve del periespíritu. “Ocurre un fenómeno análogo entre Dios y la Creación. Dios está en todos los sitios de la Naturaleza, como el espíritu se encuentra en todo el cuerpo. Todos los elementos de la Creación están en contacto constante con Él, como todas las células del cuerpo humano están en contacto inmediato con el espíritu. Por lo tanto, en uno y en otro caso no hay razón para que fenómenos del mismo orden no se produzcan de igual forma. “Un miembro se mueve: el espíritu lo percibe. Una criatura piensa: Dios lo sabe. Todos los miembros se mueven, los diferentes órganos vibran: el espíritu percibe cada manifestación, las distingue y localiza. Las diferentes creaciones, las múltiples criaturas se agitan, piensan y actúan de manera diversa y Dios sabe todo lo que ocurre y asigna a cada cual lo que le es particular. “Del mismo modo se puede deducir la solidaridad entre la materia y la inteligencia, la solidaridad de todos los seres entre sí y la que une a los diferentes mundos, y la de las creaciones con su Creador” (Quinemant. Sociedad Pariniense de Estudios Espíritas, 1867.)

28. Comprendemos el efecto, y eso ya es un considerable adelanto. Del efecto nos remontamos a la causa, consideramos su grandeza por el esplendor del efecto, mas su esencia íntima aún se nos escapa, como la esencia de una infinidad de fenómenos. Conocemos los efectos de la electricidad, del calor, la luz, la gravedad; los calculamos y, sin embargo, ignoramos la naturaleza íntima del principio que los produce. ¿Es racional entonces negar el principio divino porque no lo comprendemos?

29. Nada impide que admitamos, de acuerdo con el principio de inteligencia soberana, la existencia de un centro de acción, un sitio que emite sin cesar sus rayos e inunde el Universo con sus emanaciones, como el Sol emite su luz. Pero, ¿dónde se halla ese sentido? Nadie puede decirlo. Es posible que no se halle en ningún lugar determinado, ya que su acción no está circunscrita a sitio alguno en especial, y que recorra incesantemente las regiones del espacio sin límites. Si espíritus simples poseen el don de la ubicuidad, esa facultad en Dios debe ser sin límites. Dios llena el Universo y podríamos afirmar, como hipótesis, que ese foco céntrico no necesita trasladarse y que puede erigirse donde su voluntad soberana lo crea conveniente, por lo que se podría decir que Dios está en todos los sitios y en ninguno.

30. Nuestra razón se empequeñece forzosamente ante estos problemas insondables. Dios existe. No dudamos un solo instante de ello. Es infinitamente justo y bueno: ésa es su esencia. Su acción todo lo abarca, lo comprendemos. No desea más que nuestro bien, por eso debemos confiar en Él: eso es lo principal. El resto puede esperar hasta que seamos dignos de comprenderlo.