EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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28. Después de que los Espíritus han realizado la totalidad del progreso que el estado de ese mundo permite, lo abandonan para encarnar en otro más adelantado, donde puedan adquirir nuevos conocimientos, y así sucesivamente, hasta que ya no les resulte provechosa la encarnación en cuerpos materiales. Entonces pasan a vivir con exclusividad la vida espiritual, en la que continúan su progreso en otro sentido y por otros medios. Cuando alcanzan el punto culminante del progreso, gozan de la suprema felicidad. Admitidos en los consejos del Todopoderoso, conocen su pensamiento, se convierten en sus mensajeros, sus ministros directos en el gobierno de los mundos, y tienen bajo sus órdenes a Espíritus de todos los grados de adelanto.


De esa manera, sea cual fuere el grado en que se encuentren en la jerarquía espiritual, desde el más bajo al más elevado, todos los Espíritus, encarnados o desencarnados, tienen sus atribuciones en el gran mecanismo del universo; todos son útiles al conjunto, y al mismo tiempo a sí mismos. A los menos adelantados, como simples servidores, les corresponde el desempeño de una tarea material, que al principio es inconsciente y después se torna cada vez más inteligente. En el mundo espiritual existe actividad en todas partes, y en ningún lado hay ociosidad improductiva.


La colectividad de los Espíritus constituye, en cierto modo, el alma del universo. El elemento espiritual actúa en todo, por el influjo del pensamiento divino. Sin ese elemento sólo existe la materia inerte, carente de finalidad, sin inteligencia, sin otro motor que las fuerzas materiales que dejan una infinidad de problemas sin resolver. Con la acción del elemento espiritual individualizado, todo tiene una finalidad, una razón de ser, y todo se explica. Por esa razón, sin la espiritualidad el hombre tropieza con dificultades insuperables.