EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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46. Sin la reencarnación, la misión de Cristo sería un despropósito, al igual que la promesa hecha por Dios. Supongamos, en efecto, que el alma de cada hombre fuera creada en ocasión del nacimiento del cuerpo, y que no hiciera más que aparecer y desaparecer en forma definitiva de la Tierra. No habría ninguna relación entre las almas que vinieron desde Adán hasta Jesucristo, ni entre las que vinieron después. Todas serían extrañas entre sí. La promesa de enviar un Salvador, hecha por Dios, no podría aplicarse a los descendientes de Adán, dado que sus almas todavía no habían sido creadas. Para que la misión de Cristo tuviera correspondencia con las palabras de Dios, era preciso que estas se aplicasen a las mismas almas. Si esas almas fueran nuevas, no podrían estar manchadas por la falta del primer padre, que sería apenas un padre carnal y no un padre espiritual. De otro modo, Dios habría creado almas mancilladas por una falta que no podía dejar en ellas ningún vestigio, puesto que no existían. La doctrina común del pecado original implica, por consiguiente, la necesidad de una relación entre las almas de la época de Cristo y las del tiempo de Adán; implica, por lo tanto, la reencarnación.


Sostened que todas esas almas formaban parte de la colonia de Espíritus exiliados en la Tierra en los tiempos de Adán, y que estaban mancilladas por vicios debido a los cuales se las excluyó de un mundo mejor, y entonces tendréis la única interpretación racional del pecado original, pecado propio de cada individuo, y no el producto de la responsabilidad de la falta de otros a quienes jamás ha conocido. Sostened que esas almas o Espíritus renacen en diversas ocasiones en la Tierra para la vida corporal, a fin de que progresen y se purifiquen; que Cristo vino para esclarecer a esas mismas almas, no sólo acerca de sus vidas pasadas, sino también en relación con sus vidas posteriores, y únicamente entonces daréis a su misión un objetivo real y serio que pueda ser aceptado por la razón.