EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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47. En la obsesión, el Espíritu actúa externamente con la ayuda de su periespíritu, al cual identifica con el del encarnado; en ese caso, este último queda atrapado en una especie de trama y es obligado a comportarse en contra de su voluntad.


En la posesión, en vez de actuar externamente, el Espíritu libre sustituye al Espíritu encarnado: elige su cuerpo para instalarse en él, aunque este no haya sido abandonado definitivamente por su dueño, pues eso sólo ocurre con la muerte. Por consiguiente, la posesión es siempre transitoria e intermitente, porque un Espíritu desencarnado no puede ocupar definitivamente el lugar de un Espíritu encarnado, sobre la base de que la unión molecular entre el periespíritu y el cuerpo sólo se produce en el momento de la concepción. (Véase el Capítulo XI, § 18.)



Obtenida la posesión momentánea del cuerpo del encarnado, el Espíritu se sirve de él como si fuese su propio cuerpo; habla por su boca, ve por sus ojos y actúa con sus brazos, como lo haría si estuviese vivo. No es como en la mediumnidad parlante, en la que el Espíritu encarnado habla transmitiendo el pensamiento de un Espíritu desencarnado; en el caso de la posesión, el desencarnado es el que habla y actúa, de modo que quien lo haya conocido en vida, reconocerá su lenguaje, su voz, sus gestos y hasta la expresión de su fisonomía.