EL GÉNESIS LOS MILAGROS Y LAS PROFECÍAS SEGÚN EL ESPIRITISMO

Allan Kardec

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Hipótesis sobre el origen del cuerpo humano

15. De la semejanza de formas exteriores que existe entre el cuerpo del hombre y el del mono, algunos fisiólogos arribaron a la conclusión de que el primero es apenas una transformación del segundo. Nada de eso es imposible y, de ser cierto, no hay razón para que la dignidad del hombre se vea afectada. Es muy probable que los cuerpos de los monos hayan servido de vestimenta a los primeros Espíritus humanos, necesariamente poco adelantados, que vinieron a encarnar en la Tierra, visto que esa vestimenta es más apropiada a sus necesidades y más adecuada al ejercicio de sus facultades que el cuerpo de cualquier otro animal. En vez de que se elaborase una envoltura especial para el Espíritu, este podría haberlo hallado ya listo. Se vistió entonces con la piel del mono, sin que dejara de ser un Espíritu humano, como algunas veces el hombre se cubre con la piel de ciertos animales sin que por eso deje de ser hombre.


Queda perfectamente entendido que aquí sólo se trata de una hipótesis que de ninguna manera se enuncia como principio, sino que se presenta solamente para mostrar que el origen del cuerpo en nada perjudica al Espíritu, que es el ser principal, y que la semejanza del cuerpo del hombre con el del mono no implica paridad entre su Espíritu y el del mono.


16. Admitida esa hipótesis, se puede decir que, bajo la influencia y por efecto de la actividad intelectual de su nuevo habitante, la envoltura se modificó, se embelleció en los detalles y conservó la forma general del conjunto (Véase el § 11). Mejorados a través de la procreación, los cuerpos se reprodujeron en las mismas condiciones, como ocurre con los árboles injertados. Dieron origen a una especie nueva que poco a poco se apartó del tipo primitivo, a medida que el Espíritu progresaba. El Espíritu mono, que no fue aniquilado, continuó procreando para su uso cuerpos de mono, del mismo modo que el fruto del árbol silvestre reproduce árboles de esa especie, y el Espíritu humano procreó cuerpos de hombres, variantes del primer molde en el que él se instaló. El tronco se bifurcó y produjo un reto- ño, que a su vez se convirtió en tronco.


Como en la naturaleza no existen las transiciones bruscas, es probable que los primeros hombres que aparecieron en la Tierra se diferenciasen poco del mono por su forma exterior, y sin duda no mucho tampoco por la inteligencia. Actualmente todavía existen salvajes que, por la longitud de sus brazos y de sus pies, así como por la conformación de la cabeza, conservan tanta similitud con el mono, que sólo les falta ser peludos para que la semejanza sea completa.